19 de abril de 2023
Elías «Pepino» Grombiewecz empezó como humorista buscando siempre destacarse por su nivel de incorrección política. Con el tiempo reconoció que no era efectivo haciendo reír. Pero sí provocando. Fue así como se posicionó como un gran docente a partir de su «Escuela de transgresión y provocación artística», siendo su especialidad, claro, el humor políticamente incorrecto. Él mismo nos cuenta:
–El sistema es fácil: ponemos al alumno delante de distintos grupos: judíos, comunistas, liberales, católicos, lesbianas, homosexuales, afrodescendientes de africanos negros, etcétera. Todos estos tienen sifones en sus manos. El alumno empieza a decir en voz alta qué piensa de ellos. La idea es que cuando alguno del público le sacuda un sifonazo ante un comentario, el alumno profundice sobre ese ítem. De esa manera va sensibilizándose y encontrando qué es lo que le incomoda a la gente.
–La incomodidad de las personas, ¿es siempre con respecto a su grupo de pertenencia?
–No. Puede ser simplemente incómodo de escuchar. Un comentario que se mete en temas sobre razas (o como se diga), enfermedades, discapacidades (o como se diga), o inclinaciones sexuales (o como se diga) puede molestar al consenso medio culturalmente aceptado. No tengo que ser homosexual para que un comentario homofóbico me desagrade. La provocación apela también al vigilante que todos llevan dentro. Censurar, prohibir, vigilar o cancelar, como suele decirse, es también algo de lo que se puede gozar más allá de pertenecer al grupo de lo aludido. Y para los que gocen de eso, también tenemos cursos.
–¿Cursos para ser provocados?
–Así es. «Taller de buscar con qué ofenderse, indignarse y cancelar». El ofenderse es solo una herramienta para poder indignarse. El indignado la pasa muy bien sintiéndose superior moralmente al resto. Es elegante y queda bien. De ahí puede pasar a la etapa de «Indignado pasivo» (no hace nada e incluso comenta «pero… este tipo dice esto y nadie hace nada») o «Indignado activo» (ahí cancela, organiza protestas y escraches y puede hasta organizar una banda armada con palos y antorchas y coordinar horarios para ajusticiar al provocador).
–Es decir, ustedes manejan las dos puntas de ese mercado: los provocadores y los provocados.
–Así es. Se necesitan mutuamente. Para eso cruzamos información. Ejemplo: vecino antiperonista que vive en Recoleta. ¿Qué le puede molestar? Peronistas manifestándose en su zona. / Peronistas manifestándose, ¿cómo pueden provocar aún más al vecino antiperonista? Cantando la marcha, tocando el bombo. ¿Etapa superior de la provocación? Ponerse a asar chorizos. La idea de asar choripanes debe ir más allá de ser consumidos. Más importante que el consumo del choripán es su capacidad de provocación. Y esto se hace asando chorizos en una vereda de Barrio Norte o Recoleta. Asar chorizos en una vereda de Gerli es normal. Y no es divertido. Lo divertido es hacerlo en Barrio Norte.
–Es decir, que siempre la provocación necesita un contexto.
–Así es. Y nosotros buscamos que provocador y provocado se encuentren. Y todos sean felices. Más allá de que sean artistas o público.
–¿La incorrección política funciona también más allá de lo artístico?
–Se juguetea con lo artístico: ahí funciona como un campo de pruebas; pero puede pasar al resto de la realidad. Por eso siempre hay que tener en cuenta:
1) La incorrección política puede ser hacer un chiste sobre patear a un cachorro. Pero alguien puede hacerlo: pegarle una patada a un cachorro y luego decir: «Soy políticamente incorrecto». Hay represiones que son buenas. Lo mismo que ciertos niveles de hipocresía social. Vivimos en sociedad porque administramos la hipocresía. Uno no puede andar diciendo: «Tu mamá, además de jubilada, es bastante fea y muy pelotuda». No podemos vivir diciendo todo el tiempo lo que pensamos.
2) Atención progresistas, hippies, punks y transgresores en general. La incorrección política puede también ser conservadora o de derecha. Cuando ciertos aspectos del pensamiento de izquierda, semiizquierda y centroizquierda se imponen, la transgresión puede venir por derecha.
3) Conclusión: la incorrección política es solo una herramienta. No tiene sentido en sí. Puede ser buena o mala, de derecha o de izquierda. Benito Mussolini también fue políticamente incorrecto. Antes de ser «la norma». Porque lo que es políticamente incorrecto es lo que no es normal. El poder, lo que domina, es aquello que ha conquistado la normalidad. Por esa misma obviedad de siempre: cuando una ideología triunfa, se convierte en sentido común.
–Muchas gracias.
–Metete las gracias en el orto.