14 de abril de 2023
Autor de una saga protagonizada por una magnética investigadora, el escritor se desmarca del machismo del policial negro. Literatura, periodismo y fútbol.
Lo apasiona tanto el ejercicio del periodismo como realizar comentarios de fútbol del club de sus amores, Boca Juniors, en un programa de televisión por cable. Sergio Olguín extraña esa adrenalina que tuvo al compartir redacciones y llegar a tiempo con la nota. Ese mundo quedó atrás o, mejor dicho, transcurre en sus novelas, en especial Las extranjeras, donde a partir del asesinato de dos turistas en una provincia del norte argentino entra en escena el personaje de Verónica Rosenthal, una cronista que estaba en el lugar preciso en el momento justo y todo se desencadena con una mezcla de horror y vértigo.
Rosenthal de allí en más será también una detective muy especial, pero las amenazas y los tiros le pasan demasiado cerca. Ella también aparece en su novela La fragilidad de los cuerpos con una trama bien distinta. Olguín también publicó las novelas Filo, Lanús, El equipo de los sueños y Springfield. Obtuvo el Premio Tusquets de Novela con Oscura monótona sangre. Fue jefe de redacción de la revista La mujer de mi vida y fundó otras como V de Vian y El amante. Traducido al francés, al italiano y al alemán, editó las antologías Cuentos sobre el peronismo, La selección argentina, Perón vuelve y Los mejores cuentos argentinos.
–¿Qué premisas debe tener una buena novela policial?
–Sobre todo personajes bien definidos y tiene que tener un buen ritmo la historia, porque lo que define al policial antes que nada es que debe entretener. Una novela policial aburrida es un sacrilegio. Debe incluir una trama que te tenga atado a la lectura todo el tiempo. Lo que menos interesa es el caso policial en sí, el descubrir el enigma, como en el policial clásico, en el thriller ya no tiene importancia: uno lee y puede saber quién es el malo. Y si la novela está bien construida, uno va a seguir leyendo.
–¿Le interesa el abordaje, la forma en que se construye el género?
–Me interesa el por qué, por qué alguien mata, qué es lo que se esconde detrás de un crimen. El crimen es un disparador, el iceberg donde se esconden un montón de otras cosas. En el policial negro aún más, porque está vinculado con lo social y el crimen casi siempre esconde una situación de injusticia que va más allá, con lo más bajo, lo más oculto en la sociedad.
–¿Es más importante el tema, la épica del policial y cómo se cuenta?
–El que tiene que tener una épica es el protagonista, el investigador, el que está en el lugar del héroe más tradicional desde hace años, solo que va cambiando de género: en la tragedia griega, en determinado tipo de novela y en el cuento. Lo que se mantiene es esa épica heroica del policial negro construido a partir de una persona que no es un detective y que un día se encuentra en una situación dada, se pone a investigar y se mete en un mundo desconocido. Lo importante es esa tensión que se establece entre la construcción a veces lenta de un personaje y cómo hacer que el lector se sienta atraído por seguir leyéndola.
«Una novela policial aburrida es un sacrilegio. Debe incluir una trama que te tenga atado a la lectura todo el tiempo. Lo que menos interesa es el caso policial en sí.»
–Chandler motorizó su obra con seres solitarios y grandes historias.
–Y un gran interés social: cuando lo leemos descubrimos un mundo en destrucción, de podredumbre. A partir del crimen surge el detective privado, es ese personaje un poco superficial que va descubriéndose a sí mismo. Y eso evoluciona también, el policial negro quedó un poco anticuado, en su forma tiene una cosa muy machista.
–Los suecos dieron una vuelta de tuerca
–En Noruega, Dinamarca e Islandia construyeron personajes alejados de los lugares comunes de la literatura machista: el policial negro norteamericano y el argentino son muy machistas. Ya había un germen en el policial mediterráneo con Manuel Vázquez Montalbán, Jean- Claude Izzo en Marsella, lo que está en germen es el detective sensible. Llora, sufre y las mujeres ya no mueren por él. Lo que faltaba era construir el personaje femenino y eso el policial nórdico lo hace muy bien, las mujeres reaccionan de manera inesperada, tienen una vida propia.
–¿Eso le pasó con Verónica Rosenthal, la periodista que protagoniza sus novelas?
–Quería algo así: tomar algunas características del policial negro norteamericano atribuidas a personajes masculinos, la posibilidad de emborracharse, de pelearse, de elegir con quien tener sexo sin necesidad de dar explicaciones, y dárselo a un personaje femenino. Era muy gracioso porque las cosas que no dicen los personajes masculinos del policial sí lo decía Verónica. Al estilo de los policiales nórdicos, donde las mujeres tienen una profundidad y una calidad de construcción que vuelve al personaje mucho más complejo.
–Ella se arriesga siempre.
–Tiene una vida que no rinde cuentas a nadie, tampoco responde a lo que espera el propio lector, resulta un desafío ir por fuera de las expectativas. Hay que seguir sosteniendo al lector, no traicionarlo, pero también me gusta que se sorprenda, que pueda encontrar en Verónica características que no descubrió en las novelas anteriores, cuestiones familiares, afectivas.
–La geografía es un lugar importante en su obra, es un espacio inevitable.
–Me gustan los personajes vinculados con las ciudades, eso ya viene del policial más clásico desde las novelas de Chandler, los espacios de Los Ángeles, Chicago, Nueva York. Me gusta cuando el policial se vincula con un lugar determinado; disfruto mucho Buenos Aires y el Conurbano. Me gusta que mis novelas transcurran en esos ámbitos, de hecho en Las extranjeras, que es mi segunda novela y que transcurre en un pueblito inventado del norte argentino, como autor me sentía un poco perdido, incómodo. Verónica también es un bicho de ciudad, hace cosas que nunca hizo porque va por unas vacaciones y nada más. Para mí fue una dificultad, me costaba meterme en la historia del pueblo chico, infierno grande. Disfruté de construir personajes porteños que se va a vivir a esos lugares y también ver valores como la solidaridad y la empatía con las víctimas.
–La excusa es hablar de la relación que mantiene Verónica con dos turistas europeas.
–La ficción de las chicas francesas víctimas del femicidio está basada en un hecho que ocurrió. En cualquier momento que escribas una novela de esas características siempre va a haber un antes y un después. Y la estructura clásica muestra cómo opera el poder, la sexualidad en el norte argentino, los chicos jóvenes vinculados con el poder que tienen el apoyo de los jueces, de la política, de los empresarios y que muchas veces dirimen sus discusiones cometiendo asesinatos o femicidios con total impunidad.
–¿Por qué decidió escribir novelas policiales? ¿Tuvo un autor que lo influyó, alguna lectura que haya sido el principal envión?
–Desde mi primera novela, Lanús, el policial siempre está presente. Me pareció que es un buen vehículo para contar una historia de amor, me interesan más los vínculos. Y también valoro que el lector no se aburra, no quiero que se pierda en la mitad del libro.
«En Noruega, Dinamarca e Islandia construyeron personajes alejados de los lugares comunes de la literatura machista, como el policial negro norteamericano.»
–Hay mucha acción, muchos diálogos sin tapujos, las cosas se dicen en la cara.
–Trato de tener buen oído para captar lo que dice la gente, cómo habla, siempre me quedan frases de lo que escuché o me dijeron, trato de que se incorpore de manera natural en los textos. Creo que hay una riqueza en nuestra lengua oral, nuestro propio fraseo, de cómo construimos las frases, las palabras que utilizamos para herir. Soy un fanático de las novelas de John le Carré y sus diálogos son como viajar a Inglaterra, hasta sobreviven a la traducción. Y me gustaría que en mis novelas haya una esencia argentina, porteña.
–En Oscura monótona sangre hay un elemento desolador, donde un hombre va en un auto de alta gama a buscar una chica que vive en una villa y solo quiere tener un vínculo con ella, y allí comienza a explotar la novela.
–No quería que haya humor en esa novela. Es un hombre poderoso que está destruido en lo anímico, nunca terminó de bancarse su éxito social, va a buscar a una prostituta adolescente a una villa, establece un vínculo afectivo y también obsesivo, y construye un camino de autodestrucción.
–En relación a su trabajo como guionista, ¿resultó un plus que le dio para la escritura? En especial el trabajo de adaptación de la novela Las extranjeras.
–No creo que mi trabajo como guionista influya en mi trabajo como escritor, ni tampoco al revés. Lo que sí influye mucho en mi escritura es la televisión, el cine, las series, que tiene que ver en definitiva con la forma de narrar: desde el montaje, el cambio de escenas, de perspectivas. Por eso muchos lectores me dicen: «Esto es una película».
–Pese a que tiene leyes diferentes de abordaje, una cosa enriquece a la otra.
–En este caso concreto no lo descubrí, por ahí sí y no me di cuenta. Sí me queda claro la influencia del periodismo en mi escritura, en la forma de comprender el mundo. El oficio te da esa adrenalina cada vez que ocurre algo importante, y es mucho más lindo escribirlo en una redacción. La tensión del cierre, de tener que entregar la nota en determinado horario, que se alteren siempre los planes. Y eso lo extraño, lo mismo que la conversación con los colegas.
–¿Cómo resultó la experiencia de de ser parte de un programa dedicado a Boca Juniors en TyC?
–Es como si te invitaran todos los días a subirte a la montaña rusa. Salir al aire en vivo y observar cómo mis compañeros manejan los tiempos, de polemizar, me resultaba maravilloso. Disfruté de estar ahí, de las charlas con los que sabían, disfruté de esa camaradería que va más allá del equipo del que sos hincha. Nada más parecido a un bostero que una gallina, que un cuervo, que un hincha del Rojo, de Racing o de Atlanta. Tenemos una forma de acción, de sentir muy similares.
–¿El tema del Mundial te generó alguna idea, tanto en la literatura como en el periodismo?
–Me cuesta trabajar bajo el imperio de emociones fuertes, me pasó cuando murió Maradona. El Mundial lo disfruté. Todo lo que ocurre se incorpora al material y luego se incluye en la literatura. Los mejores textos de Fontanarrosa son sobre algo que ya pasó. El cuento sobre el hincha que se muere en la cancha no lo escribió el día del partido, lo hizo muchos años después. Esas emociones tan fuertes van dejando un sitio que después lo podés convertir en literatura. También ocurre en lo personal, que recién incorporás a una novela veinte años después.
–¿Que estás escribiendo?
–Una novela que transcurre en 1900, el elemento motivador de la obra son los últimos años de Julio Verne. El personaje principal es Michel Verne, su hijo, y de ese vínculo parte la trama. Es un policial, una saga de aventuras con personajes de época.