16 de marzo de 2023
Símbolo de la complicidad empresarial con la dictadura, estaba procesado por los crímenes de la Noche del Apagón en Jujuy. Murió impune.
Corte Suprema. Blaquier tras someterse a una revisión médica. El empresario murió el 13 de marzo, a los 95 años.
Foto: NA
Hace varias décadas a las personas muy ricas y con mucho poder se las solía llamar «potentadas». El imperio del empresario Carlos Pedro Tadeo Blaquier iba mucho más allá de la producción de papel y azúcar, su rol en la dictadura fue aún más amplio que haber aportado la logística para los secuestros de las Noches del Apagón, y en esas jornadas hubo desaparecidos tanto en Libertador General San Martín, el pueblo que adoptó el nombre de su ingenio Ledesma, como en las vecinas Calilegua y El Talar.
La empresa con su usina abastecía de energía a esas localidades. De esa forma, quitando el suministro eléctrico, sembraba el terror y colaboraba con el accionar del Ejército. Sus víctimas, entre ellas la familia del exintendente Luis Arédez, recuerdan que en esas noches de terror circulaban las camionetas con el logo de la empresa, y reconocieron a personal de la misma, como Juan de la Cruz Kairuz, participando de los operativos.
Ledesma, su empresa, fue fundada en 1908 y se convirtió en un conglomerado que abarca desde la producción de bioetanol, alcohol y energía hasta papel, cuadernos, jugos de fruta, carne y granos. Blaquier estaba imputado en una causa por crímenes de lesa humanidad, por haber participado de la detención de 400 personas en julio de 1976, de las cuales 33 siguen desaparecidas. El potentado supo aprovechar la enorme lentitud de la Cámara de Casación y de la Corte Suprema, así como ciertos favores desde el Estado para ir entorpeciendo el proceso.
Las y los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado (y de la propia empresa) en Ledesma nunca bajaron los brazos. El año pasado habían logrado solicitar un estudio médico porque sus abogados y el Cuerpo Médico Forense, con el aval de la secretaría de Derechos Humanos, habían dictaminado que estaba incapaz cognitivamente para ser sometido a juicio. La apelación de la fiscalía, y el peritaje de los médicos Claudio Capuano y Luis Ohman, que indicaron que estaba simulando su senilidad, lograron que la Cámara de Casación ordenara al Tribunal de Jujuy que repitiera los peritajes. «Hasta último momento pensé que la Justicia iba a sentarlo en el tribunal para que aclare los hechos, todos los días esperé algún avance, es tremendo no saber la verdad y tener algo de justicia, desde Madres, padres y familiares de detenidos desaparecidos de Ledesma se hizo todo lo posible», dijo Ricardo Arédez a Acción. Su madre, Olga Márquez de Arédez, tuvo la valentía, junto a otros familiares, de marchar en la plaza de estos pueblos por su marido desaparecido, y también denunció la contaminación del ingenio que lanza al aire el bagazo, ese desecho de la caña de azúcar con nauseabundo olor a vómito.
«Me tocó estar en una de las noches de los Apagones, vi como levantaban gente en una camioneta del ingenio Ledesma, ellos prestaron los móviles para detener a la gente el 24 de marzo de 1976, entre ellos mi padre; manejaba Kairuz, lo llevaron al destacamento de Gendarmería ubicado en el ingenio, junto a mis hermanos Olga, Adriana y Luis trabajamos mucho contra la impunidad, en una lucha muy difícil, en el interior siempre es más duro luchar contra estos feudos», agregó. Es que Blaquier fue uno de los mentores del golpe de Estado de 1976, pero no el único. Y una de las grandes deudas de la Justicia en democracia es avanzar contra todos los empresarios responsables.
La ayuda de Blaquier en la persecución y detención de activistas obreros, delegados y estudiantes había comenzado hacia fines de 1974 cuando el Gobierno de Isabel Perón inició las intervenciones de municipios y gobernaciones. En los primeros meses de 1975, el Operativo Independencia desembarcó sobre el sindicato azucarero de Ledesma, desarticulando su comisión directiva.
Blaquier fue el hombre que instruyó a sus capataces para marcar a los obreros rebeldes, y a los empleados «zurditos». Antes de ser intendente, Arédez había sido médico del ingenio y estaba señalado por recetar remedios caros a los obreros. Cuando llegó al Ejecutivo municipal intentó cobrar impuestos a los Blaquier, que nunca antes habían tributado, y esto habría sellado su destino. Permanece desaparecido. En tanto, Esther Díaz, que trabaja en el Museo de Calilegua, todavía lucha por su hermano desaparecido en los apagones.
Ya en democracia, en 2016, la Infantería arremetió contra los trabajadores que cumplían un paro por tiempo indeterminado e iban a ingresar a una planta de gas de la empresa de la familia Blaquier. La represión dejó 80 heridos. Cinco años antes hubo tres muertos durante el violento desalojo policial de familias en el barrio Triángulo, propiedad de Ledesma.
Casi todos los presidentes se sacaron fotos con él, un símbolo de empresariado que supo aprovechar por décadas las prebendas estatales, y pudo codearse con lo más alto de la alcurnia, junto a su esposa Nelly Arrieta de Blaquier, que fue la presidenta de la Asociación Amigos del Museo de Bellas Artes. Según el ranking 2020 de la revista Forbes, Carlos Pedro Blaquier y familia se ubicaban en el puesto 24º entre las 50 familias más ricas de la Argentina, con un capital estimado en 490 millones de dólares, a la par de las familias Born y Eskenazi.
Para sus víctimas, murió impune porque no llegó a ser condenado, pero en realidad estaba procesado por su responsabilidad en el genocidio. Y hay quienes plantean que tras su fallecimiento estaría abierta la posibilidad de enjuiciarlo en un Juicio por la Verdad. Que así sea.