Voces | ENTREVISTA A FORTUNATO MALLIMACI

El papa y la política de los gestos

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Diego Pietrafesa

«Francisco no es un tipo de izquierda, sino alguien que quiere ampliar los límites de la Iglesia», asegura el investigador. Una mirada sobre diez años de pontificado.

Foto: Juan Quiles/3Estudio

Una parte del escritorio parece un altar, la otra una tribuna: hay estampitas del Padre Carlos Mugica, cura villero asesinado por la Triple A en 1974; de Monseñor Enrique Angelleri, también asesinado, pero en 1976; asoma un pañuelo negro con la leyenda «Iglesia y Estado, asunto separado». Es sociólogo, fue decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, actualmente es profesor de Historia Social Argentina e investigador del CONICET en la temática Sociedad, Cultura y Educación. Fortunato Mallimaci es, además, un hombre sencillo, apasionado y humilde. Aunque se propone contrariar su esencia, no lo logra. «No quiero que esto sea una clase», aclara. Pero sus palabras tendrán perfume a calle y academia.
–¿Qué balance hacés de los 10 años de papado de Francisco? Vos le pusiste comillas a la palabra «transformaciones».
–Cualquiera que asuma una institución religiosa tiene un límite, entre, vamos a ver cómo decirlo, sociedades que hace 20 o 30 años creían en la ciencia, en el progreso, confiaban en que iban a vivir mejor, que íbamos a ser todos felices. El Concilio Vaticano II (1962) decía que los gozos y las esperanzas eran nuestras. Hoy los gozos y las esperanzas tienden a cero. La gente se fija mucho en una vida muy dura, de pobreza, de hambre, de gran concentración, un trabajo que no alcanza. Y con una enorme crisis de los partidos políticos. Esa búsqueda de certezas hoy es a través de moldes bastante de derecha, donde también hay religiosos. Ese religioso, si alguna vez alguien creyó que se había ido, no se fue para nada. No solo está en el espacio de lo privado, sino que ese religioso, ante la crisis de la política partidaria, la crisis de sentido, retoma fuerzas que hace 30 años no tenía. Las retoma más bien desde posturas muy identitarias, esencialistas, lecturas muy fundamentalistas de la Biblia.

«Se encuentra con una curia romana modelada durante siglos para conservar un tipo de Iglesia, un tipo de autoridad que no está dispuesta a cambiar.»

Esa es la tierra que Francisco tiene para sembrar.
–Francisco no es un tipo de izquierda, para nada. Sí es alguien que quiere ampliar los límites de la Iglesia Católica, sacarla de la verticalidad, del sexo y la moral «paqueta» con esas frases provocativas como «¿quién soy yo para juzgar a un homosexual o una lesbiana?». Eso conmueve y mucho, sobre todo a gente demasiado de derecha u ortodoxa. Pero esa actitud deviene sin la fuerza interna y sin una gran convicción de él de ir más adelante. Quizás no puede, quizás ve que cada vez se le producen más enfrentamientos, con la dificultad que puede tener ahí con aquellos que se engancharon porque veían posibles renovaciones y empiecen a pensar lo que él mismo dijo: «bueno, ya llevo 10 años y quizás las cosas que yo quería que cambiaran no cambian tanto».
¿Y las señales de austeridad, de cercanía como pastor?
–Francisco hizo bien en tener una serie de gestos, en esta idea de acompañar. A ver, a mí me gusta la idea, es bíblica pero no importa, de cambiar la carpa de lugar. A la carpa de los que tienen dinero y andan en la joda, ponerla, como él dice, en las periferias, con los más pobres. Lo que sucede es que él se encuentra con una curia romana modelada durante siglos para conservar un tipo de Iglesia, conservar un tipo de autoridad, conservar un tipo de presencia que no está dispuesta a cambiar.

¿Pero esto Francisco no lo ve?
–Creo que no lo ve o no lo quiere ver. O tiene una manera de conducir muy de jesuita: que si él cree en lo que dice después los demás, por abajo, lo van a seguir. Y si no, los echa, como pasó en nuestro país. Pero así no funciona. Entonces, vos tenés reacciones por varios lados, frente a las cuales no hay organización que vos vayas creando. Al Papa lo apoyan los movimientos sociales más que los sindicatos. Eso en un mundo actual no sé si alcanza. Hacer lío está muy bien, pero bueno, ¿cómo hacés?
Hay que hacer política.
–Lo político de Francisco es un poroto al lado de lo de Juan Pablo II. Wojtyla hizo implosionar a la Unión Soviética, iba a ver a Ronald Reagan y a Margaret Thatcher, iba a ver a los sandinistas a Nicaragua, pero para putearlos, echarlos. Pero como era la política de la clase dominante a nadie le molestaba. Francisco dice que la propiedad privada está en segundo plano, que primero está la propiedad social, la propiedad de todos los bienes porque nadie puede ser dueño. ¡Para qué! Le dicen comunista, socialista, populista, peronista. Que estos temas sean prioritarios y no si te acostaste, si te vas al infierno, he ahí la diferencia que propone Francisco. Lo mismo con Ucrania…
Más críticas…
–¿Por qué tenía que criticar a Rusia? Porque los europeos están creídos que es una lucha del mal contra el bien, es una lucha de la democracia contra el autoritarismo, es la lucha de la libertad contra la opresión. ¿Cómo te creés eso? Dicen: «Tendría que ir a Ucrania a defender a Ucrania y decir que Putin es un hijo de puta». No es así. Porque hay intereses económicos, políticos, los yanquis, la OTAN, el periodismo y todos los que están ahí, excitados frente a la guerra. Me parece que ahí el Papa tiene otra mirada más plebeya, más de América Latina, más de sentirse alguien buscando lo que llaman la geopolítica en la misericordia. Y me gusta.

Foto: Juan Quiles/3Estudio

¿Cómo ves la conducta de Francisco con los abusos sexuales en la Iglesia?
–Benedicto XVI fue el que más insistió con que había que denunciar los abusos en el iinterior de la institución. Dijo: «Hay que cortar por lo sano». Entonces sacó una serie de recomendaciones. Ningún Episcopado le dio bolilla, salvo los yanquis. Porque los yanquis son más puritanos y porque a los yanquis les hicieron hacer algo que le duele a una institución: hacerle poner dinero. No era simplemente una denuncia moral. Eran mil millones de dólares. Imagínate cómo se empezaron a cuidar. Francisco dice: «Hay que seguirlo». Como te decía, hay que entender que eso es una cuestión de poder y de la correa de transmisión que vos tenés para que cada iglesia local haga lo mismo. Solo hizo eso la francesa. No lo hizo la italiana, no lo hizo la española, no lo hizo la portuguesa, ninguna, ojo. Y todo explotó. Ya no era el problema del comunismo, el liberalismo, el hedonismo, el pecado, sino que lo tenías todo adentro.
La mugre digamos.
–La mugre. ¿Y qué hacés? ¿Tenés que sacarlos a todos? Vamos a ver si se va a fondo. Pero si vos ponés a investigar a los mismos que estuvieron ahí va a ser difícil. Hay que preguntar quién no está contaminado con esta mugre. Y empezar. ¿En Argentina quién está investigando? Porque Francisco sacó un documento muy bueno. Amplió lo de Benedicto sobre que toda persona que sea sospechada de abuso sexual o abuso de poder debe ser denunciada a la justicia por su propia autoridad. Y hasta el día de hoy eso no se da. Y después dijo más: «Hay que buscar a las víctimas y ayudar económicamente a las víctimas para que denuncien». Un solo ejemplo tuvimos acá en la Diócesis de San Isidro, que hubo un resarcimiento, pero después, nada. Es un tema crucial.

«“¿Quién soy yo para condenar a un homosexual?”, dice. Y entonces ahí los vetustos conservadores replican: “¿Cómo decís esto, si la Biblia dice esto otro?”.»

Las parejas del mismo sexo y las mujeres estuvieron en agenda de Francisco también.
– Él dice: «¿Quién soy yo para condenar a un homosexual?». Y entonces ahí los vetustos conservadores replican: «¿Cómo decís esto, si la Biblia dice esto otro?». Francisco agrega: «No es un delito.»
Pero es un pecado.
–Y después del revuelo saca un documento donde dice: «No, bueno, hay que seguir el catecismo que dice que todo acto sexual fuera del matrimonio es pecado». Volviste 50 años atrás en lo que está escrito, no en lo que dijiste. Entonces él puede jugar entre el gesto y lo escrito. Y lo escrito no te lo va a cambiar. Y no solo no lo va a cambiar, sino que hay otra palabra ahí que hay que tener mucho cuidado, que está más estudiado por los filósofos, los psicólogos, que es la palabra tolerancia. Una cosa es tolerar a los homosexuales y otra cosa es decir que forman parte como cualquiera de este colectivo, con todos los derechos.
Derechos que, al menos en la Iglesia, no tienen las mujeres.
–Francisco, como lo dijo Benedicto, Juan Pablo II, Pablo VI, cree que lo sagrado es solo de los varones. Hay un patriarcado fortísimo. Ahí yo lo veo muy reticente a los cambios.

«Francisco, como lo dijo Benedicto, Juan Pablo II, Pablo VI, cree que lo sagrado es solo de los varones. Hay un patriarcado fortísimo.»

El gran cambio es el de los fieles católicos, ¿no? Hay un estudio tuyo para el CONICET.
–En Argentina los católicos bajaron del 76,5% al 62,9% en una década; los evangélicos crecieron del 9% al 15,3%. Ocho de cada diez personas dicen «creer en Dios», aún sin participar en ritos ni liturgias. La búsqueda de lo trascendente sigue siendo un capital importante. Pero ya no está más en manos de los que creían que tenían ese monopolio para toda la vida. Francisco ha movido eso, pero en un doble sentido. Movió a mucha gente que ya estaba afuera o lejana a la institución, que reconoció en él a un pastor y se siente identificado, y al mismo tiempo movió otro grupo de gente por oposición, que dice: «Está politizando todo, pura mirada social y se olvidó del Evangelio». Encontrás una discusión bastante grande todavía. Hay ahí un debate profundo.

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