8 de marzo de 2023
A cargo del ministerio de políticas de género bonaerense, habla de los desafíos que enfrenta el feminismo tras la conquista del aborto legal.
Desde hace poco más de tres años Estela Díaz es la cabeza del primer Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires, cargo que asumió cuando aún era secretaria de Género de la CTA de los Trabajadores. Con una vasta trayectoria militante, sindical y feminista –integra desde la primera hora la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito–, sabe que desde su infancia estaba destinada a abrazar la causa de las mujeres. «Creo que fui una niña feminista intuitiva», reconoce durante una charla con Acción en la que habla de las luchas que vienen, como la igualdad económica o la relación entre el trabajo productivo remunerado y la reproducción de la vida. Díaz está convencida de que «hoy la razón feminista y de la igualdad han permeado el conjunto social y se ha interpelado ese sentido común machista, desigualador y tan naturalizado». No obstante, señala que todavía resta mucho trabajo por hacer en una sociedad «donde los niveles de violencia social han crecido en general y las brechas de desigualdad aún son gigantescas».
–¿Qué significa llegar a un nuevo 8M con poco más de tres años de funcionamiento del primer Ministerio de las Mujeres de la provincia?
–Han sido tres años y unos meses de muy intenso trabajo, sabíamos que construir una institucionalidad estatal nueva en el principal rango de gestión era una tarea enorme. A los 90 días de gestión empezó la pandemia, recién en 2022 tuvimos la presencialidad plena, fue un año muy importante porque nos permitió no solo seguir profundizando todo el camino de construcción de políticas contra la violencia por razones de género, sino que también nos permitió desarrollar con más fuerza todos los otros aspectos de la política, relacionados con la diversidad sexual, las intersecciones, es decir, abordar desde la gestión otros temas como son el trabajo, los cuidados, la educación sexual integral hacia la comunidad, pueblos originarios, diversidad corporal, una cantidad enorme de temas que antes no tenían ni ámbitos que los lleven adelante ni estructura para desarrollarlos, ni programas, ni recursos.
«Durante los años del macrismo los únicos actores sociales que lograron ampliación de derechos fuimos las mujeres y la diversidad sexual.»
–¿El Estado puede solo o precisa de la movilización popular y ciudadana en las calles para conseguir derechos? ¿Qué rol cumplieron los feminismos en la ley IVE?
–Los feminismos han sido cruciales y también el movimiento de mujeres que tiene una enorme historia en nuestro país. Tenemos un feminismo que desde fines del siglo XIX ya fue escribiendo capítulos de la historia. Siendo un país colonizado y que tiene pueblos originarios también podemos remontarnos a resistencias clave de las mujeres. Hay, además, un tiempo bisagra que tiene que ver con la resistencia a la dictadura y lo que han significado Madres y Abuelas de Plaza de Mayo; no es casual que fueran mujeres quienes politizaron la maternidad, esa identidad mujer-madre fue una identidad utilizada para la subalternidad de las mujeres en la sociedades patriarcales. Lo que ocurrió fue exactamente lo contrario, fue algo que nos abrió una posibilidad a los feminismos de la Argentina y populares, que además han dialogado con movimientos como el peronismo en la Argentina, que tiene líderes mujeres de primer orden como Evita y Cristina. A partir de 2015 y del NiUnaMenos, además, se generaron no solo debates de mujeres por el cambio legislativo, por la ampliación de derechos políticos, sexuales y reproductivos, también se dio la masividad que dan las movilizaciones y que generan la posibilidad de ser un movimiento con mucha fortaleza política, de resistencia a lo neoliberal.
–¿Y es por esto mismo que en ciertos sectores de la sociedad el feminismo despierta rechazo?
–Sí, la ultraderecha ataca al feminismo, hay que leerlo también en torno a la crisis terminal que tiene el neoliberalismo y la crisis hegemónica del imperialismo tradicional que ha colocado en el debate global enemigos que tienen que ver con el campo de lo identitario, de transformaciones como plantean los feminismos, con los pueblos originarios, los migrantes. Se ha vuelto a formas incluso fascistas del debate, creo que saben que el feminismo expresa una forma de construcción de poder capaz de interpelar a las y los decisores de la política desde una posición más en red, territorial, más desde un entramado social. Durante los años del macrismo los únicos actores sociales que lograron ampliación de derechos fuimos las mujeres y la diversidad sexual.
–En el interior de los feminismos ¿qué debates están pendientes? ¿Cuáles son las luchas que vienen?
–Creo que hay un momento de desafíos para el feminismo en este tiempo. Es cierto que la campaña por el derecho al aborto y la conquista del aborto legal fueron articuladores del movimiento feminista en la Argentina, pero ya conquistado el aborto legal, son momentos en donde hay un replanteo, de pensar cómo hacemos entre la institucionalidad y la calle. Hay un tiempo de redefinición de luchas. Temas como la agenda del trabajo y del cuidado, la relación entre el trabajo productivo remunerado y la reproducción de la vida, porque el cuidado sigue teniendo que ver con lo familiar, con lo comunitario, cuáles son las inquietudes que los y las jóvenes nos traen, qué pasa con la angustia de la juventud. Saliendo del parate de la pandemia, hoy tenemos que recrear estos encuentros que nos posibiliten revitalizar una agenda que está ahí.
«Ya conquistado el aborto legal, son momentos de pensar cómo hacemos entre la institucionalidad y la calle. Hay un tiempo de redefinición de luchas.»
–¿Cómo se hace para entender la realidad de las mujeres en una provincia como la de Buenos Aires? No debe ser igual lo que vive una trabajadora rural que una del Conurbano.
–Tenemos 135 municipios, más de 2.000 localidades, más de 300.000 kilómetros cuadrados; vimos con el Censo que estamos cerca de los 18 millones de habitantes, casi el 52% mujeres. Hay que dar respuestas en diálogo con el territorio, con cada municipio, con cada localidad. En el ámbito rural la falta de conectividad es el modo de vida, el aislamiento, y este es un factor de riesgo en la violencia de género, además para abordar las violencias necesitás abordar las desigualdades, ahí hay un trabajo común al que no responde solo este Ministerio.
–¿La pobreza condiciona la salida de la violencia?
–El tema de la autonomía económica es crucial, la pobreza de las mujeres y de la infancias es un factor a tener en cuenta. En alrededor de 50 municipios ya tenemos emprendimientos productivos y de salida laboral ligados con el proceso de atención de salida de la violencia, pero además, otros ministerios como el de Infraestructura, Hábitat y Vivienda, Trabajo, Producción y Asuntos Agrarios tienen iniciativas cuyo eje de trabajo está puesto en el trabajo de las mujeres. Es fundamental para construir una vida sin violencias.
–Hay un debate en torno a si hay más femicidios o si ahora se visibilizan más. ¿Qué opina? ¿Somos una sociedad cada vez más violenta con las mujeres y las infancias?
–En los casos de Familia, casi el 60% de las denuncias que tramita el Poder Judicial de la provincia de Buenos Aires son por violencia doméstica; en 2021 hubo 160.000 denuncias en un año. Ahora, los femicidios, que es lo que más se ve, bajaron levemente, hay un descenso sostenido en estos tres años de gestión. No obstante, lo que vemos es que antes había una violencia crónica, el ciclo de la violencia se daba a lo largo de años, ahora en unos meses hay riesgo de vida, además los niveles de crueldad y brutalidad son enormes. Es fundamental la visibilización del tema, la inversión de recursos, la territorialidad. La violencia de género es compleja, no nos sirve la máquina de hacer chorizos de las decisiones judiciales todas iguales: medidas de protección, botón antipánico, sin mirar si algo de esto es capaz de ser efectivo. Hay que trabajar en la sintonía fina de la intervención, es imprescindible.
–El segundo juicio por el femicidio de Lucía Pérez, ¿es un momento parteaguas en esto de revictimizar y cuestionar la vida personal de la víctima? ¿Qué puede cambiar a partir de este caso?
–Estamos muy esperanzadas con el caso de Lucía Pérez, pronto vamos a tener el fallo y esperamos que esta vez haya justicia, porque claramente la discusión en este juicio fue el consentimiento, ese fue el gran debate. Una adolescente de 16 años en el contexto de comercialización de drogas y el abuso sexual como parte de esa vulnerabilidad, todo esto hace que Lucía no esté viva. Hubo un consentimiento viciado y una asimetría de poder evidente de quienes comercializaban estupefacientes y captaban a las chicas de las escuela. Hay un debate profundo a dar, la Justicia y el alegato del fiscal fueron muy claros, en el juicio anterior no solo se garantizó impunidad sino que se trabajó desde toda la estigmatización histórica contra las mujeres.
«La violencia de género es compleja, no sirven las decisiones judiciales todas iguales.»
–Para las masculinidades violentas, además de la vía punitiva, ¿qué otras estrategias se pueden implementar?
–Acá hay otra clave, y es traer a los varones al foco del problema; además, son los actores, los que ejercen esa violencia. En este sentido hay varias iniciativas, como Masculinidades por la Igualdad o la línea telefónica Hablemos. Además, se trabaja con las áreas de Género municipales y también con el Patronato de Liberados cuando están presos. Por primera vez se trabaja con varones detenidos. En la juventud hay una recepción que hay que mirar y acompañar mucho más, también, para traer a los pibes que a veces la miran de costado, queremos que se involucren en esta transformación.
–Los feminismos, ¿están todos de acuerdo con esta postura?
–Siento que hay una fuerte contradicción entre ser punitivista y feminista. La perspectiva feminista es de promoción de derechos, luego obviamente hay que sancionar cuando se vulneran los derechos acorde con lo que ocurrió, pero nosotras vamos por el cambio social, por la transformación. Los feminismos que abrazamos, que es un feminismo popular, es con todas y todos adentro; el punitivismo quedará reservado para aquellas situaciones de gravedad, pero no es el que transforma, no es con el Código Penal con el que vamos a hacer que nuestra vida sea mejor.