Mundo | CAMBIOS EN EL MERCADO DE TRABAJO

Cuatro días por semana

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Ricardo Gotta

Se multiplican los ensayos para reducir la cantidad de jornadas laborales, en especial en rubros no industriales. ¿Quiénes ganan y quiénes pierden?

En prueba. La Universidad de Cambridge difundió recientemente un estudio en el que participaron 61 empresas del Reino Unido.

Foto: Shutterstock

Una primera diferencia sustancial se referencia en el cambio de época. El recuerdo de aquellas jornadas laborales de 16 o 18 horas con un solo día de descanso: el hito de los Mártires de Chicago (1886) y las luchas de fines del siglo XIX, épicas, cruentas, lacerantes, arrojaron la reducción de la jornada a 8 horas que la OIT instauró recién en 1913, replicada en la Argentina en 1929, a instancias del presidente Hipólito Yrigoyen.
Casi un siglo y medio después, otro mundo, otras relaciones laborales, otras tendencias. Aunque los antecedentes no alienten la rápida confianza del asalariado respecto del enriquecimiento de sus derechos, cuando empresas, patrones, en muchos casos los Estados, planifican variables en las condiciones laborales no son, habitualmente, en su beneficio.
Y surgen noticias controversiales que tanto provocan esperanzado optimismo como precautoria desconfianza. Como la que describe el «The UK’s four-day week pilot» (Programa piloto de la semana de cuatro días del Reino Unido) que involucró a un conglomerado de 61 empresas: con la premisa de que no se afectaran los salarios. Se redujo un 20% la jornada laboral (cuatro días a la semana, con tres de descanso; algunas dieron el viernes libre, la mayoría pactó otro día).
La inmediata conclusión de la experiencia es que redujo el estrés laboral en un 39% y, a la vez, mantuvo los niveles de productividad; las licencias médicas bajaron un 65%, y el éxodo hacia otras firmas disminuyó en un 57%. Del mismo modo, el 79% de quienes participaron dijeron haber mermado su «desgaste profesional» («burnout»), así como mejoró niveles de sueño y salud mental. Además, las empresas incrementaron alrededor del 1,4% sus ingresos con respecto al mismo período del año anterior. De las 61 participantes del ensayo, 56 continúan con la práctica por propia voluntad.
En 69 páginas se resume este trabajo realizado por la Universidad de Cambridge en asociación con la de Salford, la Vrije Universiteit Brusse (Bélgica), el Boston College y la Economic and Social Research Council. David Frayne y Brendan Burchell lideraron el ensayo sobre 2.900 casos durante los últimos seis meses de 2022. Un aspecto a considerar es que la jornada de trabajo en el Reino Unido se encuentra entre las más altas de Europa: aumentó durante la pandemia. Los resultados alimentaron una presentación al Parlamento británico para reducirla a 32 horas divida en 4 días de la semana.
Otra de las experiencias es la de la ONG 4 Day Week Global, que indagó en forma privada, con 30 empresas y 1.000 empleados de varios países, y resultados similares. «Hace 100 años pasamos de trabajar seis días a la semana a cinco. Ya estamos atrasados para una actualización», advierte.

Nuevos esquemas
Ramiro Albrieu, especialista en Tecnologías y Futuro del Trabajo de la Red Sudamericana de Economía Aplicada, explica que en la actualidad «hay modelos de trabajo muy distintos» y que la «tendencia es a trabajar por objetivos y no por horas». No obstante, advierte que «en las industrias se trabaja por horas haciendo tareas repetitivas, por caso en cadenas de montaje, que generan los bienes de la empresa». Es diferente cuando el trabajo es de «contenido cognitivo, pensar cosas, trabajar en equipo» y a la vez «administrar los tiempos y hacer un balance con tu vida por fuera del trabajo». Justamente es la poderosa tendencia actual, como consecuencia de la tecnificación y robotización de las industrias.
En general, los estudios como los de la Universidad de Cambridge se focalizan en cierto tipo de labor, de servicios o los que se definen como «nicho de tareas de alta calificación», con características diferentes de las ocupaciones en plantas productivas.
Albrieu, por otra parte, advierte: «Para que estos cambios funcionen y que sean beneficiosos para el trabajador se requiere de instituciones laborales fuertes». Por lo pronto, es más complejo en mercados altamente informales, como el argentino. Justamente, en el ambiente laboral local también se registraron ensayos. En varios casos con firmas relacionadas con la tecnología (Quales Group, Global Think Technology y Midas Consultores) que implementaron diversos sistemas «para evitar la rotación» tan común en la especialidad. 
Coinciden los especialistas en que es mucho más complejo llevarlo a cabo en sectores industriales. Ya antes de ser diputado nacional, el secretario general de La Bancaria, Sergio Palazzo, manifestó: «Nuestro país tiene uno de los regímenes laborales más extensos del mundo. Se trabaja muchas horas y eso no siempre redunda en la productividad». En Argentina el tope de horas de trabajo semanales es de 48. Entre las varias iniciativas para modificarlo está el de la diputada (FdT) Claudia Ormaechea, que propone una jornada máxima de 6 horas y un tope de 36 semanales. El que presentó el también legislador y líder de la CTA, Hugo Yasky, se refiere a un máximo de 8 horas diarias y 40 semanales.

En otras geografías
Más allá de las características de las labores más proclives a adaptarse a las nuevas tendencias, una coincidencia en los estudios realizados es que contribuye a la igualdad de género al permitir «un reparto más equitativo de las tareas de cuidado entre madres y padres». En el trabajo de Cambridge se advierte que «las medidas de conciliación de la vida laboral y familiar también mejoraron en un 15%». Como ejemplo muestra la respuesta de uno de los trabajadores ante el ensayo: «No tienes idea lo que le significa esto a mi familia: por ejemplo, la cantidad de dinero que se ahorra en el cuidado de los niños». Aseguran también que mejoraría la contratación y la retención del personal y permitiría mejores ingresos.
Por contrapartida, se suscitaron conflictos como el cómputo de vacaciones y de qué modo incluir a los trabajadores a tiempo parcial. También se complejiza la resolución cuando se trata de trabajo remoto, al menos parte del tiempo: un alto porcentaje aumentó el nivel de ocupación.
Los antecedentes son tan diversos que permiten calificar a esta tendencia como ineludible. En Bélgica se trabaja en una reforma laboral con un objetivo de aumentar el nivel de empleo del 71% al 80% para 2030. También se encaró la cuestión en Francia, aunque las pretendidas reformas previsionales manchan de oscuro los presagios de beneficios para los trabajadores. Similares situaciones ocurrieron con varias iniciativas concentradas en la Unión Europea, realizadas en Países Bajos, Dinamarca, Noruega, Suiza y Alemania. En Suecia, en cambio, desechado el tema por el Gobierno, empresas como Toyota lo implementaron por su cuenta.
En España es reconocido el caso de la firma DelSol Software, aunque la tendencia es que reducen la carga de días pero aumentan la de horas. Justamente el diputado Íñigo Errejón (Más País), quien impulsó un proyecto de reforma laboral, asegura que «trabajar 10 horas diarias para liberar un día es un atentado a la conciliación y a la calidad de vida. Han ido por el camino contrario». El Gobierno de Pedro Sánchez (PSOE) anunció que invertirá 10 millones de euros en unas 200 empresas que participarán de un ensayo de reforma.
Los experimentos realizados son muy diversos y con irregulares resultados. En Islandia participaron los empleados públicos de Reikiavik, entre 2015-2019: el claro éxito hace que perduren en el tiempo. También en Australia y Nueva Zelanda: las firmas Perpetual Guardian (2018) y Unilever (2020) fueron puntas de lanza de un sistema que se extendió en pandemia. En Japón, Microsoft es pionera en aplicar los cuatro días de jornada laboral: acusa aumento de su productividad y ventas en un 40%.
Hay ejemplos más cercanos, como el chileno. No avanzan, pero existen varios proyectos en discusión en el Congreso con la idea de reducir gradualmente la jornada laboral, aunque en su caso, a 40 horas semanales

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