22 de febrero de 2023
La mortalidad infantil descendió a su valor más bajo de la historia. Cuáles son los factores que explican un dato que parece haber pasado inadvertido para los grandes medios.
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Argentina recuperó la tendencia a la baja de la mortalidad infantil marcando su mínimo histórico: la tasa de menores de un año fallecidos en 2021 fue de 8 por mil. «Este logro tiene tres claves: un Estado presente, decisión política de poner a la salud neonatal y de la niñez como prioridad y una concepción verdaderamente federal en la implementación de políticas y programas sanitarios», sintetizaron en diálogo con Acción desde la cartera de salud nacional.
Si bien las muertes infantiles vienen disminuyendo año tras año, hubo excepciones en el 2001, en el marco de en una profunda crisis; en 2006, descenso que se revirtió al año siguiente, y durante el gobierno macrista, cuando la baja se desaceleró y culminó el período con 9,2%.
Hoy, en un contexto postpandémico y con índices de pobreza que se ubican en el 35,5% según el último número disponible que corresponde al primer semestre del año pasado, alcanzar este hito fue posible a partir de la implementación de sucesivas políticas públicas y del sostén de estrategias sanitarias puntuales. Las medidas adoptadas «incluyen políticas específicas y refuerzos asistenciales y nutricionales que se implementan, entre otros programas, desde la AUH», señalaron desde el Ministerio de Salud.
Para la médica sanitarista Alejandra Sánchez Cabezas, vicepresidenta de la Asociación Argentina de Salud Pública (AASAP) y directora estratégica de Surcos, asociación civil que trabaja con referentes de comunidades vulnerables, «el descenso que estamos viendo es fruto de que distintos Gobiernos, durante distintas gestiones, sostuvieron políticas orientadas a disminuir la mortalidad infantil» y resalta que en materia de políticas sanitarias lo importante es «su sostenibilidad».
Multifactorial
Así como discontinuar o suspender estrategias sanitarias se traduce en la desaceleración de la curva, la implementación de programas destinados a mejorar la salud de las y los niños menores de un año tienen una consecuencia directa y positiva.
«La causa es multifactorial y se explica por el impacto de políticas y programas como el Plan 1000 días, creado con el objetivo de brindar atención y cuidado integral de la salud durante el embarazo y la primera infancia», destacaron desde la cartera sanitaria. Y señalaron como medidas que contribuyeron a llegar a este índice, «la compra y distribución de insumos y medicamentos a través del botiquín Remediar, los programas como el de detección de las cardiopatías congénitas, el de fortalecimiento de la detección precoz de enfermedades congénitas, estrategias para mejorar la nutrición y la lactancia, como el apoyo alimentario a beneficiarios de AUH y AUE, entre otras iniciativas».
Sánchez Cabezas detalla, por su parte, que las políticas sanitarias difieren según las etapas: «Para disminuir las muertes neonatales son clave las políticas de control del embarazo y de parto seguro, mientras que para disminuir las muertes durante el primer año de vida, a las políticas anteriores se les deben sumar políticas de control de niños sanos, de vacunación, de promoción de la lactancia y de prevención de lesiones externas, entre otras».
Asignaturas pendientes
De los 30 países de Latinoamérica que cuentan con datos actualizados sobre mortalidad infantil, Argentina se ubica en quinto lugar, luego de Cuba, Uruguay, Chile y Costa Rica. «Para dar una idea, la tasa de Cuba es de 5,1 y el país que presenta la mayor tasa es Haití con 60,5», ejemplifica Sánchez Cabezas al tiempo que subraya que «no hay que olvidar que la tasa de mortalidad es un promedio». Desde el Ministerio de Salud resaltan que «se redujo la brecha que existía entre las diferentes jurisdicciones, es por esto que hablamos de un logro profundamente federal», en tanto que la médica sanitarista advierte que «para seguir avanzando se debe hacer hincapié en las deudas pendientes de las provincias que siguen por arriba de la media nacional».
«Es clave» poder sostener en todo el territorio los avances logrados y para eso es necesario «fortalecer los equipos de salud», dice, y señala que «otra de las deudas pendientes es jerarquizar a las obstétricas quienes, a nivel nacional, cuentan con una ley completamente desactualizada cuando toda la evidencia muestra que la jerarquización de su rol mejora todos los indicadores de salud sexual y reproductiva».
En cuanto al primer nivel de atención, «garantizar los controles de la persona gestante y de las niñeces sigue siendo una de las medidas más costo-efectivas», subraya la médica y pone el foco en las maternidades, que además de estar equipadas con medidas de seguridad «deben garantizar accesibilidad geográfica y cultural, sobre todo para poblaciones indígenas que siguen siendo quienes presentan los indicadores más deficitarios».
«He trabajado en Salta, Misiones y el Impenetrable chaqueño y hay dos problemas: son inaccesibles desde el punto de vista cultural y no hay equipamiento suficiente. Por otro lado, viven muy lejos y no hay residencia para madres y familias, entonces llegan justo en el momento del parto y eso es un problema», concluye Sánchez Cabezas.