25 de febrero de 2023
En Córdoba, dentro de un ex centro de detención clandestino, funciona una comunidad rural que se nutre de los valores cooperativos. Trabajo, alimento y conectividad.
Visita institucional. Silva, Tissera, Mateucci, Ferrero y Banegas: sinergia solidaria.
Refugio Libertad es una comunidad rural organizada y productiva que nació para satisfacer la urgente necesidad de tierras de cultivo y pastoreo, vivienda, trabajo y derecho a la conectividad de las y los habitantes de poblaciones como José de la Quintana, San Isidro, y Molinos, ubicadas en el Valle de Paravachasca, 60 kilómetros al suroeste de la capital provincial de Córdoba.
Después de transitar unos 15 kilómetros desde Alta Gracia por la ruta E56, enmarcado entre una profusión de verdes y ondulantes serranías, un cartel indica el acceso al Refugio, un espacio arrebatado al horror, ya que fue una sede militar perteneciente al Grupo de Artillería 141 y también sitio oprobioso de tortura y detención clandestina desde 1976 como parte de la acción represiva del terrorismo de Estado.
En la casona de estilo colonial, que se erige en la antesala al monte autóctono y los campos cultivados, Mercedes Ferrero, referente del Refugio, acompañada por Ricardo Benegas –presidente de la cooperativa Construyendo Futuro, vinculada con el proyecto– cuentan la historia de lucha comunitaria que están llevando a cabo, lo logrado y las proyecciones: «Justo estamos armando la biblioteca que inauguraremos para el Día de la Memoria», dice Ferrero mientras recorre las instalaciones recuperadas. «En esta construcción funcionaba el casino de oficiales de artillería, estaba tapada de malezas y vandalizada. Nuestro proyecto nace en 2017 al vincularnos como organización a los Trabajadores Unidos por la Tierra (TRAUT); ya veníamos acompañando a grupos de mujeres rurales con muchas necesidades de ingresos y afectadas de violencia familiar; empezamos a fabricar dulces y conservas y después se fueron sumando diferentes pobladores de la zona que dejaron de existir como sujetos del campesinado clásico, neoliberalismo mediante, y sobreviven con changas. Entendimos en esta nueva ruralidad que la alternativa debía ser colectiva porque acá no hay otras posibilidades».
Un nuevo comienzo
El predio donde viven y producen tiene 70 hectáreas en un total de 880 y les fue concedido en el año 2019 con un Permiso de Uso Precario que gestionaron ante la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE). A partir de allí empezaron a postular y ejecutar fondos obtenidos de fuentes de financiamiento nacionales y apoyo provinciales. También recibieron asistencia del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
«En este momento tenemos una diversidad de actividades desarrolladas por 50 familias, gracias a que con los fondos recibidos pudimos comprar maquinarias, recuperamos galpones de acopio, el casino de oficiales y 4 de las 20 viviendas que están dispersas en este lugar –enumera Ferrero haciendo hincapié en la organización comunitaria y cooperativa que los sustenta–. Tenemos producción agrícola y obtenemos forrajes, también apicultura, huerta y estamos inaugurando una pequeña bodega, fruto de la plantación de 750 vides».
También hay 13 pequeños productores de ganado vacuno, cerdos, ovejas, caballos y conejos. Un Centro Educativo Nivel Medio Adultos (CENMA), talleres y encuentros con las organizaciones de la economía popular completan las actividades del lugar, que logró junto con organismos de derechos humanos ser señalado como Sitio de Memoria. «También nos asociamos a la Asociación Civil Altermundi, una ONG que nos hará una extensión de fibra óptica para este predio, lo que producirá la alianza entre soberanía alimentaria con la soberanía tecnológica: ellos pusieron en marcha una fábrica de Libre Router, red de software libre y hardware de código abierto para compartir». Además, está activa una gran tarea de restauración de inmuebles que pertenecían al personal militar, realizadas por una cuadrilla de 12 personas integrantes de la Cooperativa de Trabajo Construyendo Futuro.
Tejer lazos
Entre las vinculaciones con otras entidades, Refugio Libertad fue sede de una visita institucional del presidente del IMFC filial Córdoba, Pablo Tissera, reunión gestionada por la filial Alta Gracia del Banco Credicoop, a través de su gerenta Claudia Mateucci con Alejandro Silva, presidente de la Comisión de Asociados. «Desde la filial Alta Gracia de Credicoop tomamos contacto con el Refugio Libertad a partir de que tenemos entre nuestros asociados entidades vinculadas –dice Mateucci– como Trabajadores Unidos de la Tierra y las asociaciones civiles Semillitas de Libertad y Altermundi, quienes están involucradas en esta tarea de lograr que un lugar de abandono se convierta en un sitio de producción y desarrollo comunitario. Desde el Banco Credicoop estamos colaborando para acortarles la distancia a estas entidades con la ciudad de Alta Gracia, para facilitarles el acceso a todos nuestros servicios disponibles, borrando barreras y, como siempre, desde el Banco, priorizando y afianzando vínculos».