23 de febrero de 2023
Una música
Hernán Ronsino
Eterna cadencia
206 páginas
Marca. La prosa del autor apela a las imágenes, los sentidos, las descripciones.
Foto: Vito Rivelli
Mientras se encuentra en una ciudad de Europa del Este a punto de dar un concierto, su padre muere. Juan Sebastián Lebonté ha triunfado como pianista, en torno a eso gira su vida. Entonces cancela sus compromisos y viaja a Argentina. No ha sido fácil para él. Su padre, hombre que supo tomar el control sobre la vida de los demás, que construyó un imperio económico durante los 70, le ha impuesto «de un modo minucioso y constante el camino de la música». Ahora él se planteará si continuar aceptando ese mandato o seguir otro rumbo.
Además de la impronta artística, a Lebonté le quedará como herencia una casita en Paso del Rey. Su historia, a partir de allí, no será la misma. El territorio de Una música, de Hernán Ronsino, ya no es la pampa, el Chivilcoy de la trilogía de La descomposición, Glaxo y Lumbre, sino la borrosa frontera entre el campo y la ciudad de Buenos Aires.
Escrita en tiempo presente (debería analizarse, aunque este no es el lugar indicado, la proliferación en los últimos años de narrativas, sean cuento o novela, escritas en presente: ¿eso es lo que nos propone la vida contemporánea, nada más que un presente continuo?), Una música plantea constantes vaivenes temporales, flashbacks, saltos al pasado.
Divida en tres partes, la primera pertenece al universo musical; la segunda y la tercera, a la búsqueda que emprenderá el protagonista en ese nuevo espacio semi-rural en Paso del Rey: el refugio, la casita del río, usurpada desde la década del 70 por una serie de personajes a los que movilizaba la lucha armada y a quienes su padre quiso desalojar a los tiros.
Lebonté, entonces, ya no será Lebonté: será Ruiz. Y así, parapetado en esa falsa identidad, comprenderá que eso que llaman progreso, «esa línea que nos conduce hacia un destino grandioso no existe», porque «la idea de progreso es la prisión que habitan los desesperados». Irá encontrando rastros de ciertos porqués: quemar el pasado, abrir una nueva ventana hacia la vitalidad, encarar la huida hacia adelante.
Emprenderá un tránsito, una deriva, una nueva forma de la improvisación a través ya no de un puro esquema, sino desde el despojo, la reinvención. Será un engranaje que busca dónde y cómo girar. Indagará en lo simple: «la belleza es un truco». Convertirá su experiencia anterior en mítica para poder desprenderse de ella; para protegerse de la correntada, acomodarse a la órbita de un nuevo sistema, reconquistarse desde las ruinas. Aquella frase de Pizarnik: «Una mirada desde la alcantarilla puede ser una visión del mundo».
Mención aparte para Bill Turner y su biografía apócrifa, creación pura del autor (hay que googlear para comprobar que no existe), personaje austeriano por excelencia: pianista norteamericano, negro, autor de un único disco llamado Hudson que, de un día para el otro, abandona todo y se refugia en el bosque, al mejor estilo de un Walden. El protagonista se verá reflejado en él como en un juego de espejos, tensando la relación entre cultura y naturaleza.
La riqueza mayor de la novela reside quizás en el pulso narrativo, ese tejido minucioso, microscópico del lenguaje que es una marca registrada del autor, que lo ha convertido en una de las voces más consistentes de la literatura argentina contemporánea. En Una música hay un filoso trabajo con las imágenes, los sentidos, las descripciones, las voces, los registros narrativos. Como una música es, también, la prosa de Ronsino.