23 de diciembre de 2015
El aprovechamiento de desechos y subproductos de distintos cultivos comienza a brindar alternativas en la generación de electricidad. Respaldo estatal.
La tendencia es global y exhibe un fuerte avance en los países europeos. Se trata del desarrollo de nuevas tecnologías para el aprovechamiento de fuentes de energía renovables, que diversifiquen la matriz generadora de un modo más amigable a nivel ambiental. La Argentina tiene cierta experiencia al respecto, a partir del biodiesel producido en base a aceites vegetales (soja y girasol, en particular) y el bioetanol que se produce fermentando y destilando azúcares (fundamentalmente caña de azúcar). Sin embargo, lo novedoso es el creciente uso de otros tipos de biomasa para generar energía térmica, mecánica y eléctrica. Concretamente, aquellos que en la actualidad presentan escaso o nulo aprovechamiento económico, como son los subproductos o residuos del procesamiento de recursos relativamente abundantes en determinadas regiones del país. Entre ellos, los residuos forestales (derivados de la industrialización de la madera y de las operaciones silviculturales); agroindustriales (materias primas como el bagazo de azúcar, cáscaras de arroz y maní); y agrícolas (pajas, rastrojos, etcétera).
La matriz energética nacional depende fuertemente de los combustibles fósiles: el petróleo, el gas natural y el carbón representan en conjunto el 88% de las fuentes primarias. El impulso de las bioenergías, en ese marco, se sustenta en tres tipos de argumentos: la necesidad de reducir la dependencia de fuentes no renovables; el reemplazo de un proceso contaminante por otro considerado «carbono neutral», con emisiones que equilibran el dióxido de carbono absorbido por el material vegetal durante su crecimiento; y el desarrollo agrícola y territorial ligado a la explotación de diversos cultivos. En síntesis, la búsqueda –en el país y en el mundo– se orienta a generar productividad con mayor sostenibilidad económica, social y ambiental. El objetivo es el uso más eficiente de los recursos naturales y la aplicación de innovaciones científico-tecnológicas a procesos productivos complejos, para lograr una captura más eficiente de la energía solar y su transformación en otras formas de energía y productos. De este modo, el campo de las energías renovables en general y de la biomasa en particular se convirtió en uno de los focos de las actividades de Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i) con respaldo estatal. A su vez, en el terreno normativo, además del impulso a los biocombustibles se instauró en 2009 un régimen de fomento nacional para el uso de fuentes renovables de energía destinada a la producción de energía eléctrica. La Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANCyT) lanzó así varias convocatorias destinadas a financiar el uso racional y eficiente de la energía; la instalación de biorrefinerías; y la utilización de la biomasa y los biocombustibles.
Maní, madera y caña de azúcar
Uno de los proyectos desarrollados en este ámbito durante los últimos años fue el de generación de energía eléctrica en la localidad cordobesa de Villa María, mediante el uso de la biomasa de cáscara de maní. Un consorcio conformado por la facultad regional de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) está desarrollando una unidad de generación de energía eléctrica de 5 Mw, junto con dos empresas privadas locales que prevén por esta vía autoabastecerse de electricidad. La inversión realizada es de 34 millones de pesos (la mitad del monto subsidiado por el Estado nacional), mientras el excedente se sumará al Sistema Interconectado Nacional.
Con un monto similar de inversión y de subvención estatal, se destaca en Misiones el caso de Pindó Eco Energía, emprendimiento impulsado por la universidad nacional de la provincia (Facultad de Ciencias Forestales) y tres empresas privadas. La iniciativa está ligada al creciente peso de la industria forestal y maderera en la región, luego de constituirse en los últimos años un clúster con el apoyo del Fondo Tecnológico Argentino (FONTAR). Toda la variedad de subproductos y residuos madereros actualmente descartados por la industria forestal pueden ser usados como biomasa para la generación de energía. Como el sector maderero de la provincia está constituido fundamentalmente por pequeñas y medianas empresas, la posibilidad de que también estos actores de menor tamaño relativo puedan aplicar dicha solución tecnológica representa una importante oportunidad. Otro proyecto en marcha es el de Biosorgo, para la producción de etanol y bioelectricidad a partir de sorgo azucarado (cultivo energético complementario de la caña de azúcar), a partir de la información experimental y comercial disponible en la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres, de Tucumán. El desarrollo requiere ampliar el período de zafra y complementar cultivos. Se prevé a la vez el aprovechamiento integral de la materia prima con múltiples propósitos. En primer lugar, producirá bioetanol para ser mezclado con naftas. Luego, el residuo fibroso de la molienda (el bagazo), será quemado en calderas para producir vapor destinado a satisfacer las operaciones de fábrica y a generar bioelectricidad. Finalmente, la vinaza derivada de la destilación será concentrada para destinarla a diferentes alternativas, entre las que se destaca su uso como fertilizante o combustible que, al ser quemado en calderas junto al bagazo, puede producir electricidad.
La institución tecnológica provincial se unió en esta iniciativa con dos empresas privadas. Además de la producción de biocombustible y la generación de electricidad (con excedente para el Sistema Interconectado), la posibilidad de cultivar el sorgo sacarífero hace que sea más sustentable el ciclo de la caña de azúcar y de la soja.