30 de mayo de 2022
Con la pandemia y el cambio climático como telón de fondo, películas locales y extranjeras dan cuenta del fin del mundo desde una perspectiva renovada.
Enfoques. La humanidad en riesgo según el retrato de No miren arriba, La última noche y la dominicana-argentina El país de las últimas cosas.
Los relatos sobre el fin de los tiempos empezaron a mostrar una faceta diferente. En la tradición del cine catástrofe las historias giran en torno a un grupo organizándose frente a la amenaza externa, ya sea una invasión extraterrestre o un acontecimiento climático devastador. Por otro lado están las distopías, que representan un futuro imaginado pero posible en donde los sobrevivientes tienen la misión de encontrar los restos de una civilización aniquilada para tratar de restablecerla. Las recientes No miren arriba (dirigida por Adam McKay) y La última noche (Camille Griffin), en cambio, reflejan por primera vez la reacción negacionista de la humanidad ante la inminente extinción de la especie.
Mucho se dijo que tanto la pandemia como el cambio climático han transformado a los relatos postapocalípticos en registros del aquí y ahora. Las acciones vistas en Mad Max, Contagio o en la argentina Tóxico, ahora pueden pensarse como profecías autocumplidas. Lo que nadie imaginaba era la reacción negadora que iba a tener la humanidad ante un horizonte desgarrador. El psicólogo y docente de la UBA Gabriel Sorrentino advierte que «Freud decía que las cosas que no se podían representar tenían que ver con lo reprimido. Una de las formas de lidiar con esa represión es negar. Muchos sociólogos toman estas vertientes del psicoanálisis y las relacionan con la responsabilidad social. Saber de algo implica una responsabilidad, que me demanda una energía para cambiar lo que no tengo ganas de cambiar».
Experiencia cercana
El cine catástrofe mostraba a los líderes de las instituciones, la mayor parte de las veces estadounidenses, aunar fuerzas para hacer frente a la amenaza externa y así salvar a la humanidad. Roland Emmerich se cansó de filmar este tipo de historias y su recién estrenada Moonfall no es la excepción. El crítico de cine de Página/12 Ezequiel Boetti dice que «la experiencia más cercana que tuvimos todos con respecto al fin del mundo fue muy distinta a la que el cine catástrofe vaticinaba. Creo que en el corto plazo relatos como el de Emmerich quedarán envejecidos. Es interesante pensar cómo va a dialogar este cine de meteoritos cayendo, con un mundo cuya mayor catástrofe fue un virus que nos metió a todos en nuestras casas».
Protagonizada por Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence, No miren arriba muestra mediante la sátira cómo los políticos, los medios y el ejército no terminan de reaccionar ante el anuncio fatal de los científicos. En un plano más existencial, La última noche reúne a una familia a celebrar la Navidad ante el avance inminente de un gas letal que cubrirá al globo terráqueo. «Las dos películas juegan con un negacionismo aunque de índole diferente. En No miren arriba está relacionado con cuestiones políticas y con los intereses de los grandes conglomerados mediáticos y económicos. En La última noche es mucho más humano, íntimo y reflexivo», añade Boetti.
El director Alejandro Chomski estrenó este año la coproducción dominicana-argentina El país de las últimas cosas, basada en la novela de Paul Auster, en donde la protagonista busca a su hermano desaparecido en Argentina después de una hecatombe económica y social. Chomski señala que el suyo «no es un film catástrofe, no hay un tsunami, un virus o una invasión extraterrestre: es el sistema capitalista el que nos llevó a esto. Acá hay una mezcla entre lo abstracto, lo distópico y el neorrealismo italiano. Son distintas capas conviviendo en una sociedad convulsionada, producto de que las instituciones clásicas no funcionan más». En definitiva, el fin del mundo llegó para quedarse y explicar los motivos de la agonía parece ser la búsqueda de los nuevos relatos cinematográficos. El futuro dirá.