5 de mayo de 2022
Siempre atardece en el mundo de Tobías y Rebequita. Como si no hubiera otro momento del día, la tarde se va cambiando a noche, y ellos, en el café, en el otoño, en la charla:
–Tobías de mi colon sigmoideo, ¿viste las noticias? ¡Tengo miedo!
–Pero Rebequita de mi extrasístole supernumeraria, de mi palpitación responsable no inscripta, de mi suma no remunerativa, ¡no necesito ver las noticias para saber que vos tenés miedo! Vos siempre tenés miedo… y eso te hace muy seductora en este siglo donde la gente tiene más avatares que sentimientos. ¿De qué tenés miedo ahora? ¿Del fantasma que recorría Europa hace 160 años? ¿De que quieran comprar tus ideas a tarifa popular? ¿De que la lluvia de inversiones se transforme en granizo? ¿De que aumente el precio de la incertidumbre más allá de la inflación? ¿De que además de la derecha y la ultraderecha aparezcan la megaderecha, la gigaderecha, la kiloderecha, la tetraderecha y la supercalifragilderecha?
–Ay, Tobías, ¡no te burles de mí, que para eso ya están el carnicero, el verdulero, el frutero y varios eros y eras más! Se ve que estás desinformado, bichocanasto mío, porque si no sabrías que se está por anunciar el «Impuesto a la Riqueza Inesperada». ¡Mirá si me lo cobran a mí!
–Pero Rebequita de mi calzón quitado, ¡no te hagas la burguesa aspiracional, que no te queda! Mirá, vos sos linda, joven, inteligente, dulce, agraciada, suave, elegante, sofisticada, amorosa, brillante, seductora, y vaya uno a saber cuántos adjetivos más, pero… rica, lo que se dice rica… ¡no sos!
–¿Ves cómo sos, ves cómo sos? ¿Acaso conocés mi sabor? Y aunque lo conocieras, ¿acaso lo conocen quienes deben cobrar el impuesto? Además, no se trata de sabor, sino de dinero, Tobías de mis intríngulis chíngulis.
–Ya lo sé, Rebequita, ya lo sé, pero quería tranquilizarte. Por otra parte, justamente: no sos alguien con mucho dinero. ¡No sos rica!
–No entendés nada, Tobías… si de verdad fuera rica, estaría lo más tranquila, que eso es lo que hacen siempre los ricos. Porque además, si los ricos tienen riqueza, ¡no es «inesperada»! Pero mirá si yo, que soy pobre, mañana heredo la fortuna de la tía Inés.
–¿Tenés una tía Inés?
–Dejame terminar la frase… de la tía Inés… Inexistente. O si de pronto me empiezo a sentir rica, me autopercibo que estoy en la clase social equivocada. Le pido a mi contador que me haga operaciones… financieras, me pongo cuatro apellidos de alcurnia porque digo que me siento descendiente de ellos. Invierto todos mis ahorros que no tengo en un castillo que nunca van a construir. Me hago un análisis de sangre y da que tengo el tipo «acreedor universal». O peor todavía, no me pasa nada de todo eso, viene un encuestador y me pregunta: «¿Usted espera ser rica?». Le respondo «No» y entonces ¡pumbaquetepumba! ¡Me cobran el impuesto!
–Quedate tranquila, es un impuesto para que lo paguen los que tienen mucho.
–Es que yo tengo mucho, Tobías ¡tengo mucho mieeeeedo!
Silencio en la tarde. Ya nada está en calma.