21 de abril de 2022
Este tema de la inflación que infla, científicamente hablando, es un verdadero garronazo. El problema no es que aumenten los precios, sino que los ingresos no aumentan del mismo modo y al mismo tiempo, con lo cual cuando vamos al súper siempre terminamos como los indios comechingones cuando pisan una brasa: en bolas y a los gritos. (Este ejemplo lo he dado varias veces, lo cual demuestra que hace mucho tiempo que estamos como los indios comechingones cuando pisan una brasa.)
Puesto a investigar el tema de la inflación que infla, me di cuenta de que los precios suben, pero ellos no suben por su cuenta. Hablé personalmente con algunos precios y me juraron que ellos no se aumentan solos. Me aseguran que hay seres humanos por detrás, con nombres y apellidos. O sea, fáciles de ubicar.
¿Por qué los suben? Por diversos motivos. Suben porque les aumentan los costos, suben por si acaso, porque en una de esas, porque el dólar puede subir, bajar o no moverse. También suben porque los suben todos, porque hay inflación, por si las moscas, porque se les canta y, fundamentalmente, porque quieren asegurarse ganar más, aunque vendan menos. Pero la idea de los formadores de precios que concentran y carterizan la producción no es solo aumentarlos. También incluyen berretear o achicar los productos.
Hace unos años había un personaje por TV que, por su baja estatura, imitaba a famosos diciendo que él era el Mini Fulano o el Mini Zutano. Hoy en las góndolas tenemos las minigalletitas, los minipostrecitos, los miniproductos de limpieza, todos con el mismo aspecto y, sobre todo, con el mismo precio del producto que antes era más grande.
Salvo los productos que tienen leyes que reglamentan el peso de los envases, la yerba, el café, las harinas y otros pocos, todos los demás han comenzado una feroz carrera a ver quien se achica más en el menor tiempo. Productos que antes eran de un litro, hoy son de 900 u 850 centímetros cúbicos. Del medio kilo se fueron bajando a los 400 gramos, los potes de 250 se encogen a 230, 220 gramos. Ahora nos sobra chango, nos sobra bolsa. Menos guita, nos sobra todo.
Esta invasión de miniproductos llega hasta los artesanales, como la minitarta de acelga, la minitortilla o la minitorta de chocolate. ¡Incluso los ravioles se achicaron y las cajas les quedan grandes! Así algunos pretenden disimular el aumento de precios que crea la inflación que infla. Y les adelanto que para complementar la miniaturalización, se le suma la berritización, que consiste en bajarle, a lo bestia, la calidad a las cosas. Pero de eso hablamos otro día. Chaucito.