20 de abril de 2022
¿Ecológicas y ordenadas o distópicas e inquietantes? ¿Abiertas o excluyentes? El crecimiento de las metrópolis plantea interrogantes urbanísticos y desafíos políticos.
Hong Kong. Las Naciones Unidas estima que para 2050, cerca del 70% de la población vivirá en grandes conglomerados urbanos.
WALLACE/AFP/DACHARY
Ovalados, con techos y paredes de un metro de grosor para proteger de la radiación y de las bajas temperaturas; módulos que van de tres a cuatro pisos presurizados, sedes de viviendas y estaciones de trabajo, dotados de controles ambientales y sistemas de soporte vital; preparados para recibir luz solar continua durante todo el año, aprovechando los recursos de energía. Así son los edificios de Moon Village, la ciudad lunar pergeñada por Skidmore, Owings & Merrill, estudio de arquitectura con sede en Chicago, presentada en la última edición de la bienal de Venecia.
Los diseños forman parte de la instalación Life beyond Earth –vida más allá de la Tierra– y están siendo analizados por la Agencia Espacial Europea para que se conviertan en las construcciones del primer asentamiento humano permanente en el satélite. Mientras tanto aquí, en el tercer planeta del Sistema Solar, el futuro de las urbes no parece ser menos apasionante que aquel que se planifica para el espacio exterior. Por cierto: es la planificación –o la falta de ella– el primer desafío que aparece en el horizonte de las ciudades, que se transforman a su propio ritmo, en algunos casos, vertiginoso.
Sus actuales dimensiones y proyección de crecimiento se expresan en ese sentido. De acuerdo con Naciones Unidas (ONU), más de la mitad de la humanidad –unas 3.500 millones de personas– vive actualmente en metrópolis. Para 2050, cerca del 70% de la población global lo hará en ciudades de más de 10.000 habitantes, aunque la distribución por tamaño indica que la mayoría vivirá en aquellas de más de un millón. Para dentro de 10 años, se estima, habrá 43 megaciudades en regiones en desarrollo con más de 10 millones de almas. ¿El dato local? Hoy, en la Argentina, más del 90% de los habitantes se concentra en las urbes.
Mañana es ahora
Tras haber estado asolado por un virus desconocido que se transformaba velozmente, el presente de las ciudades es ineludible cuando se proyecta en el corto plazo. En concreto, de acuerdo con el arquitecto y urbanista Marcelo Corti, hay algunas certezas que deberán ser tenidas en cuenta en el futuro inmediato y que marcarán el destino de los conglomerados.
«La pandemia en muchos casos ha actuado como un acelerador de tendencias que ya existían, como sucedió con el teletrabajo –introduce–. Por ejemplo, el “quedate en casa” puso sobre la mesa que las unidades mínimas, los monoambientes ínfimos que en algún momento quiso imponer el mercado, no son aptos para vivir». «Además, el eslogan no considera que antes de quedarse, primero hay que tener una casa», enfatiza.
De acuerdo con el editor del blog Café de las ciudades, si bien las telecomunicaciones permitieron una migración a las afueras, no es cierto que este movimiento, ejecutado por aquellos que pudieron y quisieron hacerlo, jaquee a la supervivencia de las urbes ni mucho menos: «Las ciudades no se abandonan, no desaparecen, sino que se transforman. Y las transformaciones virtuosas se dan con liderazgos políticos fuertes», explica, haciendo hincapié en los intereses en juego, presentes en cada decisión urbanística.
Jardines de la Bahía. Parque de más de 100 hectáreas en Singapur, un ejemplo de planificación.
RAHMAN/AFP/DACHARY
El entrevistado remite a Jaime Lerner, legendario alcalde de la ciudad brasileña de Curitiba, autor del primer sistema de autobús de tránsito rápido en el mundo y un modelo urbano a seguir, y su «capacidad de decisión que es política». Y continúa: «No entiendo por qué las ciudades, tal como sucede con el campo, no están en todas las plataformas electorales. Vuelvo: ¿la lección que deja la pandemia? La obligación de lograr ciudades más justas y mejor pensadas en los términos que las pensábamos antes».
En cuanto a las transformaciones que podrán ser planificadas, Corti cita las de los centros urbanos, que deberían volver a ser residenciales, aprovechando su ubicación, equipamiento y conectividad. En el caso puntual de Buenos Aires, responde, este es un concepto que va más allá de modificar las oficinas para convertirlas en viviendas, que es lo que está en estudio hoy. «Cada barrio deberá tener su centralidad, otro concepto que cobró relevancia durante el último año y medio, cuando se desalentó el recorrido de grandes distancias –remarca–. Tiene que estar integrado y contar con todos los atributos».
«En el corto plazo, debiera hacerse un balance de la infraestructura que va a dejar la pandemia», indica Andrés Borthagaray, presidente de la comisión de Urbanismo del Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo (CPAU). «Después de la epidemia de fiebre amarilla que atravesó Buenos Aires (1871) se hizo toda la red sanitaria cloacal», compara, aludiendo al mal que reveló las paupérrimas condiciones urbanas imperantes entonces en Buenos Aires y que terminó modificándola por completo.
Asimismo, comparte el dirigente del CPAU, es importante observar qué recursos se reasignaron con el Covid con el objetivo de garantizar todas las condiciones sanitarias. «Un tema de estudio debiera ser el agua potable y su acceso a través de la red –apunta–. Pero, además, hay un balance positivo de lo que sí tenemos: la forma en que la gente se apropió de parques y plazas. En ese punto, lo que hay que reflexionar es acerca de la puesta en valor de esos espacios», agrega.
Según Borthagaray, la sostenibilidad o sustentabilidad es otro aspecto clave de las ciudades del mañana. Pero esta arista, explica, excede el tema netamente ecológico. «La idea pasa por encontrar la forma de satisfacer las necesidades del presente pero pensando también en el futuro que además de ambiental es económico y social», indica quien es, precisamente, autor del libro Buenos Aires, tras las huellas del futuro, obra que intenta construir y reconstruir la noción de futuro a través del Urbanismo.
Borthagaray. «Después de la epidemia
de fiebre amarilla se hizo la red cloacal.»
Szajnberg. «El mercado inmobiliario encarece el valor de las tierras urbanas.»
Corti. «El eslogan no considera que antes
de quedarse, hay que tener una casa.»
Alonso. En la ficción, la arquitectura de
la ciudad es la arquitectura del mundo.
¿Hábitat colaborativo?
En sintonía, las ciudades sostenibles a las que aspiran todos no solo deben buscar y lograr un equilibrio con la naturaleza; al mismo tiempo, el concepto habla de la plena realización de los derechos de sus habitantes, incluyendo el acceso a la vivienda, al agua potable y saneamiento, la seguridad alimentaria, la salud, la educación, la infraestructura, la movilidad y el derecho al ambiente sano para el desarrollo humano armonioso, además de respetuoso con la naturaleza. En líneas generales, coinciden los libros, el término alude a las condiciones territoriales, geográficas, sociales, económicas y culturales. Las ciudades y el factor humano es el tema que aborda Daniela Szajnberg, directora de Gestión Urbana, Innovación y Justicia Socioespacial –GUIJUSO– de la FADU-UBA, quien consultada por el futuro de las metrópolis y los problemas habitacionales, sostiene que trabaja en dos hipótesis: «Una distópica, que es la continuidad del modelo hegemónico, y otra utópica, que se vincula con cambios que no solo se refieren a las políticas públicas».
De acuerdo con la urbanista, en principio, lo que hay que preguntarse es para quiénes serán las viviendas del futuro. «Personalmente pienso que hay formas de asociación y de vida que sirvieron para ciertos momentos y que para otros, que son los que se vienen, comienzan a resultar dogmáticos, autoritarios. Por ejemplo, la célula familiar. Todo indica que los hijos y los nietos deben construir en el lote de sus padres, recreando el modelo. Y hoy ese modelo está en discusión», subraya. «Además de suburbanizar las ciudades in extenso, hacia el infinito, sin infraestructura, consumiendo tierra fértil o que es útil para otros propósitos, o para prestaciones paisajísticas o ambientales que requiere la humanidad, porque el mercado inmobiliario encarece el valor de las tierras y es más barato producir tierra suburbana y replicar la historia de siempre, está empezando a haber otra relación con la propiedad de la tierra, que tiene más que ver con la matriz anglo», desarrolla Szajnberg.
Tegucigalpa. El acceso a la vivienda, un desafío de las ciudades presentes.
SIERRA/AFP/DACHARY
Lejos de casa. Proyecto de ciudad lunar presentada en la bienal de Venecia.
«Con todo lo tilingo que pueda sonar, el coliving, el cohousing y demás variantes con el prefijo “co” tienen que ver con eso. Por ejemplo, gente coetánea, con calidad de vida por delante, que decide vivir junta, compartiendo algunos espacios. En esos casos, cambia la relación jurídica con la propiedad», sostiene, destacando que «tarde o temprano» va a tener que aparecer la figura del comodato. «Pongo como ejemplo a una familia, una pareja cuyos hijos crecieron y tienen la posibilidad de tener otra vivienda, con el Estado administrando esa propiedad cuando ya cumplió su función de vivienda familiar», ilustra.
En este mismo sentido, resalta, la figura del comodato y las figuras colectivas son muy resistidas. «Yo imagino, un poco desde el deseo pero también pensando que tarde o temprano se va a imponer, que lo que alguna vez fueron los kibutzim, como el modelo de vida colectiva, una especie de comunidades granja, relativamente autosuficientes, algo muy útil para los tiempos de pandemia, pueden representar un modelo, pero hay que contar con la voluntad política de sostenerlos. Fueron buenas experiencias porque además albergaban un estilo de vida no basado en la célula familiar tradicional, sino basado en vivienda y hábitat colaborativos», finaliza.
Objetivo resiliencia
Cuando el tema es el cruce de lo urbano con lo ambiental, la problemática está presente en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que establece en su objetivo de Desarrollo Sostenible lograr que «las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles, lo que significa combinar desarrollo y generación de empleo en economías de bajas emisiones y con gestión de los impactos ambientales de las actividades humanas».
Buenos Aires. La pandemia puso en primer plano el problema del transporte público.
NA
En su acepción más verde, la sostenibilidad de las ciudades es uno de los 17 objetivos de la ONU directamente para combatir el cambio climático, ambición que se encuentra muy en línea con otro de los datos duros: aun cuando ocupan apenas el 3% de la superficie del planeta, representan entre el 60% y 80% del consumo de energía y el 75% de las emisiones de carbono. «Y, al mismo tiempo, son las unidades territoriales que sufren directamente los impactos del cambio climático», responde Ricardo Bertolino, director ejecutivo de la Red Argentina de Municipios frente al Cambio Climático (RAMCC), entidad que agrupa a ciudades de distintas dimensiones del país.
«Acelerar la transición hacia ciudades más sostenibles no es solo necesario sino estratégico», continúa, destacando que los Gobiernos locales reúnen las medidas de mitigación y adaptación al cambio climático necesarias para alcanzar estos objetivos en sus Planes Locales de Acción Climática. Al momento, 32 miembros de la RAMCC cuentan con esta herramienta de gestión.
Más allá de las proyecciones, estadísticas y de toda predicción, lo cierto es que no hay nada mejor para vaticinar el futuro de cada ciudad que evaluar sus presupuestos y ejecutarlos. Después de todo, no hay suerte o destino: las ciudades, grandes o chicas, son y serán lo que hacemos de ellas.