4 de abril de 2022
El presidente Joe Biden se comunicó con su par chino, Xi Jinping, para que China no ayude a Rusia porque si no Estados Unidos le impondrá sanciones, hablándole como si el gigante asiático fuera un pequeño país dispuesto a bajar la cabeza ante el reto de Washington. Si bien es cierto que el Gobierno chino no ha ocultado su disgusto por la guerra en Ucrania, no se ha sumado a la demonización que el mundo occidental hace de Putin, de Rusia o de rusos y rusas. La cuestión para el Gobierno chino no es moral, como tampoco lo es para Estados Unidos. Se trata de intereses. El objetivo central de China es ampliar su gran proyecto estratégico de la Ruta de la Seda y a nadie se le escapa que la Casa Blanca busca impedir que China se convierta en la primera potencia mundial. A comienzos de febrero, en Australia, Antony Blinken, secretario de Estado de Biden, dijo sin pelos en la lengua que China busca dominar al mundo. No lo dijo al pasar, sino en el marco de una reunión del llamado Diálogo de Seguridad Cuadriteral (QUAD), una alianza militar integrada por Estados Unidos, India, Australia y Japón que fue definida por el canciller chino Wang Yi como «la OTAN del indo-pacífico». La preocupación de Beijing no es producto de una visión paranoica. QUAD se suma a AUKUS, otra alianza militar impulsada por Washington que incluye al Reino Unido y Australia y cuya meta es traer «estabilidad» al Pacífico, un eufemismo para no decir abiertamente que es una alianza que busca contener a China.
Estados Unidos necesita demostrar su superioridad militar para tapar su actual debilidad frente al crecimiento chino. Ucrania es apenas un casillero del tablero mundial y aunque en Washington se hagan los distraídos, en China lo saben, porque no comen vidrio.
Washington. El presidente Joe Biden en el encuentro virtual con Xi Jinping, en marzo.
AFP PHOTO/THE WHITE HOUSE