20 de abril de 2022
Las composiciones originales ambientan las escenas, acompañan los momentos cantados y completan la estética de las obras. Opinan los especialistas.
Ejemplos. La música de Las cautivas fue compuesta por el pianista Ian Shifres y la de ¿Quién es Clara Wieck? por Diego Vila.
PRENSA
Cuando las luces se encienden por última vez y los actores reciben el aplauso final, queda implícito que el público reconoce, además, los otros componentes de la escena. Directores, escenógrafos, vestuaristas, entre otros, son compensados con ese acto simbólico. Ocurre lo mismo con los músicos, encargados de componer, arreglar y a veces hasta integrar la escena como un actor más.
El experimentado Diego Vila es un habitual colaborador de Betty Gambartes. Consultado por Acción, considera que el modo de trabajo depende de cada proyecto. «Cada obra pide su propio tratamiento. En algunos casos, como cuando hicimos la ópera Orestes, trabajamos un año en el texto y recién ahí escribí la música. En otros, se genera al mismo tiempo. No hay un método o, al menos, yo no lo tengo. Se trata de lo que el material pide», afirma.
Respecto a la musicalización en vivo, Vila (coautor junto con Gambartes de ¿Quién es Clara Wieck?, actualmente en cartel) la considera «un poco como el trabajo del actor: uno sigue un texto o una partitura. En las funciones, cuando el trabajo está muy ajustado, hay mucho margen para variar. No para improvisar, pero a veces una escena empieza con un clima un poco diferente».
Proceso orgánico
El joven pianista y compositor Ian Shifres integra la Compañía Teatro Futuro y es el encargado de musicalizar las obras de Mariano Tenconi Blanco, de quien actualmente es posible ver Las cautivas. «La gran diferencia que hay entre el trabajo que hago con Mariano y otros directores es, sobre todo, que con él voy pensando la música desde muy temprano. Trabajamos a largo plazo. En el caso de nuestra compañía, todo está en función de lo que la obra necesita: la música tiene un lugar primordial», dice.
Por su parte, su colega Santiago Barceló se refiere al trabajo que realizó para Lo no dicho. «Lo primero que definimos con la directora Gimena Racconto fue un tema de inicio de obra, a partir de ciertas referencias de dinámica o ánimo. Lo compuse y también definí los instrumentos principales a utilizar en la obra: clarinete y acordeón. Es decir, la textura sonora. A medida que avanzaban los ensayos surgieron necesidades puntuales: una música de fondo en los monólogos que fuera diferente, sugiriendo cierta incertidumbre; una música de sala para predisponer estética y anímicamente al público. Y otra pieza puntual para el final. Todo con la misma estética».
No es infrecuente encontrar teatristas que también encaran la labor musical. Tal es el caso de Jimena Aguilar, autora y directora de Una circunstancia denominada mundo. «En la obra había fragmentos que podían funcionar como canciones o momentos musicales, así que de una forma absolutamente orgánica compuse la música para esos textos que yo misma había escrito», explica. «Estoy trabajando con tres sintetizadores. Y esta elección se dio porque ya en el texto se hace mención a la tecnología actual, pero también porque en la puesta en escena estamos trabajando un concepto industrial y experimental que armoniza perfectamente con este universo sonoro».
Editor del sitio web El caleidoscopio de Lucy, el periodista Daniel Gaguine valora el trabajo de Ian Shifres, Malena Graciosi y Andrea Castelli. También considera que los directores Marcelo Savignone y Lisandro Rodríguez suelen realizar aportes musicales desde su propia creatividad. «Estrenada el año pasado, La Falcón fue un muy buen trabajo a nivel musical, amén de su propuesta teatral, al igual que La noche oscura», destaca. Y completa: «Unipersonales como Turba o Beya Durmiente incorporaron a la música como parte fundamental de la puesta, a través de la cumbia o con un DJ».