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Pequeños bocados

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Pese a la concentración de sus negocios en manos de multinacionales, la dinámica del sector se sostiene gracias al aporte de las pymes. Marcado perfil exportador.

 

Trabajo. En los últimos años las empresas nacionales incrementaron su plantilla de empleados y capacidad instalada en casi un 60%. (Horacio Paone)

Que el rubro agroalimentario sea uno de los sectores más dinámicos de la economía es bien conocido por todos, ya que se trata de productos de primera necesidad. En ese marco, es una caracterización válida para entender el protagonismo de la pequeña y mediana empresa en el desempeño de la actividad pese a la posición dominante que ejercen las multinacionales alimentarias. Más del 90% de las empresas productoras de alimentos y bebidas son pymes, de acuerdo con la Cámara de Industriales de Productos Alimenticios (CIPA). «Son empresas que se definen por su carácter regional, lo que mejora el desarrollo de las áreas rurales», explicaron desde la cámara patronal. El desafío, como en otras áreas, continúa siendo el agregado de valor a las exportaciones.
La producción agroalimentaria cuenta con un fuerte perfil exportador de la mano de las ventas de productos primarios, como la soja. Según datos aportados por la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (COPAL), el sector de alimentos y bebidas representa actualmente el 5% del Producto Interno Bruto (PIB) y genera el 25% del valor agregado bruto aportado por la industria en su totalidad. La industria alimentaria nacional exporta el 34% de su producción a 180 destinos, con los que supera los 29.000 millones de dólares anuales. Las pymes fueron las máximas protagonistas de este crecimiento y su principal valor hizo eje en la capitalización de su inversión en la generación de fuentes de empleo y el incremento de capital tecnológico. En los últimos 4 años, las pequeñas y medianas unidades de negocio nacionales aumentaron su plantel de empleados en un 57%, mientras que  incrementaron su capacidad instalada en un 58%.
Las características propias del sector y las generales del segmento pyme, junto con la convivencia de rubros en los que existe mayor grado de concentración, determinan una serie de desafíos para que las empresas de menor envergadura puedan agregar valor a sus exportaciones. Según datos del Ministerio de Industria y el de Agricultura, Ganadería y Pesca, las pymes agroindustriales en el país presentan en promedio una facturación un 20% mayor que el promedio de la industria y similar dimensión media en ocupados. Esto refleja una mayor facturación promedio por ocupado. También se advierte una alta participación de empresas unipersonales y sociedades de hecho bajo conducción familiar.

 

En la mesa
La industria alimentaria argentina recuperó su dinamismo después de la crisis de 2001-2002. El 98,6% de las empresas del sector de alimentos y bebidas está constituido por micro o pequeñas empresas que generan 3% de las ventas. Las ventas al exterior de alimentos totalizan más del 90% de las exportaciones de manufacturas de origen agropecuario (MOA). El 60% del valor de las exportaciones de alimentos está concentrado en la rama de los aceites y sus subproductos, que representan el 80% del volumen físico exportado. Solo un cuarto de las colocaciones externas de alimentos y bebidas constituyen productos de alto valor.
Los principales productos exportables son papas congeladas prefritas (26% del total), chocolates (15%), caramelos (7%), galletitas dulces (5%), panificados (4%), levaduras (4%), bebidas para diluir (3%), cereales (3%), mayonesas (3%), purés, pastas y frutas (3%), según el relevamiento del INTI sobre la base de datos del INDEC. Estos 10 productos representan el 75% de las exportaciones del país.
Uno de los principales obstáculos que enfrenta la actividad es el alto grado de informalidad laboral –además del trabajo infantil en el inicio de la cadena–, lo que erosiona la competitividad del sector. En muchos casos los trabajadores no conocen el monto de los haberes a percibir, no cuentan con ropa de trabajo adecuada, medidas de seguridad y, en ocasiones, la jornada de trabajo se extiende a 12 horas sin un pago extra, explica el Director General del Registro Nacional de Trabajado-
res y Empleadores Agrarios (RENATEA), Guillermo Martini. Según estimaciones del Ministerio de Trabajo, el empleo no registrado en el sector se ubica entre el 40 y el 45%, muy por encima del promedio de toda la economía (30-35%).  Las pymes detentan un mayor grado de formalización de sus plantillas, pero no alcanzan a amortiguar el incumplimiento de las grandes. El 80,1% de las empresas agroalimentarias cuenta con entre 1 y 10 empleados, el 14,5% entre 11 y 50 ocupados,  el 4% tiene entre 51  y 200 trabajadores y el 1,4% más de 200 personas en sus nóminas laborales, según datos del Centro de Economía Internacional de Cancillería.
Otro factor clave para el desarrollo de la actividad es el financiamiento. Entre los reclamos de la industria agroalimentaria se destaca la necesidad de una mejor conexión entre el sistema financiero y la matriz productiva. El pedido alcanza a bancos, mercado de capitales, programas públicos y a las mismas cámaras. «Una activa política comercial de los bancos dirigida hacia ese segmento de empresas, acompañada por adecuados incentivos de la política pública, constituye sin duda uno de los instrumentos válidos para comenzar a recorrer el camino de la profundización financiera y la capitalización de las firmas», sostiene la propuesta elevada a la cartera de Agricultura por las cámaras de la pequeña y mediana empresa.

Cristian Carrillo

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