10 de junio de 2015
Estamos a pocos días de la celebración del nonagésimo tercer aniversario del Día Internacional de las Cooperativas y como siempre corresponde hacer mención a aquellos 28 tejedores (entre ellos una mujer), recordados como los Pioneros de Rochdale. En diciembre de 1844, con la redacción de los 7 principios de la cooperación, le dieron vida institucional a una organización basada en valores humanistas para brindar servicios y en respuesta a la actitud de un capitalismo que, entonces y en la actualidad, persigue el objetivo de la máxima rentabilidad, aun en desmedro de las personas, como se ve a diario en trabajadores y trabajadoras sometidos a condiciones de trabajo inaceptables.
La Organización de las Naciones Unidas declaró el año 2012 como el Año Internacional de las Cooperativas, y eso significó un aliciente para difundir las bondades del cooperativismo. Y si bien tenemos que reconocer que hubo avances, no es menos cierto que estamos a un trecho bastante largo de disputarle al capitalismo su primacía. Para ello es menester profundizar los alcances de la batalla cultural y de la educación cooperativa, que debe convertirse en la tarea imprescindible a desarrollar para lograr nuestros objetivos.
La Confederación Cooperativa de la República Argentina (COOPERAR) y sus federaciones asociadas están trabajando empeñosamente en el tema. El IMFC, a través del Instituto de la Cooperación (IDELCOOP) y del Centro Cultural de la Cooperación, están desarrollando una excelente tarea que nos está permitiendo firmar convenios con cooperativas y entes oficiales, y nos invita a imaginar un presente y futuro promisorio, ya que además contaremos con el Instituto Universitario Cooperativo (IUCOOP), el cual está en etapa de verificación en el Ministerio de Educación de la Nación. Asimismo, los dirigentes del movimiento cooperativo tenemos un desafío que no podemos dejar pasar: el involucramiento en la política, en los espacios que consideremos que con nuestra participación podemos aportar al logro de una sociedad más justa y solidaria. No debemos tener temor en hacerlo si recordamos que el diccionario de la Real Academia Española define la política como una acción positiva, en ayuda a los individuos e instituciones necesitados de ella, con el fin de promover el bienestar común.
En esta cuestión no tenemos que equivocarnos: la prescindencia política partidaria atañe a la cooperativa, pero no a los cooperativistas. El Instituto puede demostrar que esto se puede llevar a la práctica, ya que tenemos dirigentes que están cumpliendo ese rol político que en su momento llevó adelante Floreal Gorini. Hoy lo hacen Carlos Heller y Juan Carlos Junio como diputados nacionales y Edgardo Form en la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. ¿Puede un cooperativista ser neutral ante los acontecimientos que a diario vive nuestro país? Estoy convencido de que no, porque sería aceptar una buena o regular educación, una buena o regular salud pública, que tengamos trabajadores no registrados y que nos dé lo mismo una justa o injusta distribución de la riqueza. Considero que si los cooperativistas tenemos la vocación de construir una sociedad con inclusión social, no podemos ni debemos seguir hablándonos entre nosotros de las bondades de este movimiento y de lo perjudicial del sistema capitalista, porque de ese modo es muy poco lo que podemos cambiar.
Si despegamos de nuestro propio hacer, si tenemos mayor participación con la sociedad en su conjunto, si incorporamos aún más a los jóvenes, seguramente le daremos mayor realce a nuestro anhelo de que el cooperativismo sea una herramienta de transformación social. Decía Floreal Gorini: «Nadie puede pronosticar los años que faltan para llegar a la sociedad realmente humana, pero el hecho de estar en el camino de la lucha para lograrlo hace a nuestra dignidad, nos eleva como personas y nos hace sentir felices, porque sabemos que estamos aportando a ese futuro de paz, justicia e igualdad».