27 de mayo de 2015
«Por eso les pido mucha conciencia. Estos trenes son de los que viajan pero también son de los trabajadores. Cuídenlos porque es su herramienta de trabajo, es el futuro de sus hijos». Más allá de que uno pueda coincidir plenamente o no con la presidenta, estoy muy de acuerdo con lo que dijo el pasado 20 de mayo cuando pidió a los argentinos que cuidemos los nuevos trenes. Como usuario cotidiano de este transporte público he padecido infinidad de veces viajar como ganado en coches antiguos, inseguros y destruidos, en buena medida por obra de los propios usuarios. Pareciera incomprensible que alguien pueda romper el vidrio de una ventanilla solo por provocar un daño, o que alguien clave una lapicera en la cuerina de un asiento y empiece a rasgarla a partir del agujero, pero lamentablemente es así. Hay personas que hacen esas cosas. Por qué alguien puede llegar a hacer eso es una larga discusión que excede la cuestión de la «educación», como suele decirse, e involucra otras cuestiones sociales. Recuerdo que hace poco un grupo de grafiteros habían «decorado» una de las nuevas formaciones y cuando el Estado le inició un proceso judicial a uno de los «autores» muchos lo consideraron una exageración. Es cierto, no es un delito grave comparado con otras cosas que ocurren en la sociedad, pero tampoco es algo para dejarlo pasar. Hay infinidad de lugares que los artistas del grafiti pueden utilizar para sus obras sin perjudicar el patrimonio del Estado. Los trenes son nuestros, son de todos, no se puede permitir que unos pocos inadaptados los destruyan o los arruinen por un mero capricho o las ganas de hacer daño. Todos queremos viajar mejor, ya sea en trenes o colectivos, y podemos lograrlo. Empecemos a tomar conciencia.
Darío Aragón
Morón, provincia de Buenos Aires