13 de mayo de 2015
Tras la reaparición del sarampión en Estados Unidos y Europa, los países ricos debaten la obligatoriedad de inmunizar a la población. La situación en la Argentina y la región.
En 2002, el último caso de sarampión por transmisión endémica se registraba en la región de las Américas, más precisamente en Venezuela. Las continuas campañas de vacunación, la vigilancia epidemiológica y la obligatoriedad de las vacunas daban sus frutos, aunque nada pudieron ni podrán hacer en contra de la importación de casos en un mundo globalizado.
Tal fue el caso de lo ocurrido en enero de este año en un parque de diversiones de Disneylandia, estado de California, en Estados Unidos, donde 154 personas de 17 estados enfermaron de sarampión, situación inédita desde que en el año 2000 la enfermedad se consideró erradicada. El contagio se habría producido en diciembre de 2014, cuando un turista extranjero ingresó al parque con sarampión y el virus encontró el terreno propicio para expandirse: personas susceptibles porque no estaban vacunadas. Para que una población esté protegida la tasa de vacunación debe rondar el 95%, el porcentaje restante estaría protegido por el efecto denominado de rebaño. Fue lo que ocurrió, de acuerdo con las autoridades sanitarias, en agosto de 2014 en la Argentina, cuando vino una turista japonesa al Mundial de Tango y estuvo en varias milongas, en el subte y en colectivos y no se produjo ningún caso secundario porque las coberturas de vacunación son altas.
El sarampión es muy contagioso, 9 de cada 10 personas susceptibles que están en contacto con la enfermedad se contagian, por eso se considera que un caso ya constituye un brote.
La vacuna triple viral, que es la que protege contra el sarampión, la rubéola y las paperas, se aplica en dos dosis: la primera a los 12 meses de edad y la segunda a los 5-6 años, es decir en el ingreso escolar.
Los casos de Disneylandia no fueron otra cosa que el correlato de lo que viene ocurriendo desde 2014 en 27 estados norteamericanos, donde se registraron 644 casos de sarampión durante ese año, la mayor cifra desde 2000, según los datos del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). A partir de esa situación se comenzó a poner el foco en una realidad creciente en Estados Unidos y también en países de Europa, como Alemania, donde desde octubre de 2014 se llevan registrados casi 600 casos de la enfermedad ya que las personas no se vacunan contra el sarampión. Entre las razones está la falta de leyes que hagan obligatoria la inmunización y la propagación de los denominados grupos antivacuna, que asocian a los antígenos con diversas enfermedades que van desde problemas intestinales crónicos hasta el autismo.
Fue el propio presidente de los Estados Unidos quien tuvo que salir a la palestra para decirle a la población que vacunen a sus hijos. «Existen todas las razones para ser vacunado y no hay ninguna razón para no hacerlo. Deberías vacunar a tus hijos», sostuvo el mandatario. A él le siguió la posible candidata a presidenta por los demócratas Hillary Clinton, quien a través de la red social Twitter dijo: «La ciencia es clara: la Tierra es redonda, el cielo es azul y las vacunas funcionan. Protejamos a todos nuestros niños. Las abuelas saben».
Hechos y palabras
Una de las investigaciones que suelen citar los detractores de la vacunación es la publicada en la prestigiosa revista The Lancet en 1998, donde su autor, el doctor Andrew Wakefield, afirmaba que la vacuna triple viral utilizada para prevenir el sarampión, la rubéola y la parotiditis –paperas– estaba asociada con casos de autismo. Tuvieron que pasar más de 10 años para que The Lancet se retractara de dicha publicación al descubrirse que los datos habían sido falseados y que la afirmación allí expuesta por Wakefield –quien perdió su licencia– no tenía asidero.
«La vacunación es siempre costo-efectiva, esto está muy bien estudiado, pero hay algunas barreras, entre ellas los mitos alrededor de las vacunas y también están los grupos antivacunas. En Estados Unidos, en Canadá y en Europa estos grupos son mucho más importantes que acá y han producido situaciones muy complicadas. Actualmente, en Europa hay 30.000 casos de sarampión, rubéola y paperas cada año, cuando la realidad es que los expertos descartaron que el autismo sea por las vacunas», afirma el infectólogo Daniel Stamboulian, presidente de la Fundación Centro de Estudios Infectológicos, FUNCEI.
Para Carla Vizzotti, jefa del Programa Nacional de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles (Pronacei), en esos más de 10 años que The Lancet tardó en retractarse, «en Europa dejaron de vacunar contra el sarampión. Uno de los argumentos es “en Europa no vacunan con la triple viral y acá sí”, como si lo que hicieran en Europa fuera mejor. La realidad es que acá vacunando no tenemos brotes ni muertos desde 1998. No hay ninguna discusión desde el punto de vista de los hechos, lo que sí hay es mucha falta de información; es lo que estamos viendo hoy en Europa».
La muerte de un niño de un año y medio en Berlín a causa del sarampión reabrió también en Europa la polémica sobre la necesidad de establecer la obligatoriedad de la vacuna y los 450 infectados por este virus desde enero de este año no hacen más que interpelar al sistema de salud. Según el propio ministro de Sanidad de ese país, Mario Czaja, el chico fallecido no estaba vacunado.
«Una de las características de la región de las Américas es que cuando las vacunas se incorporan al calendario son gratuitas y obligatorias y el mismo Estado las distribuye. En Estados Unidos y en Europa cada Estado es más independiente, entonces tienen dos diferencias grandes: la primera es que si un padre decide no vacunar a sus hijos por un motivo individual y lo puede manifestar, está permitido. Por otro lado, no todas las vacunas están disponibles en forma gratuita, entonces el acceso en concreto tampoco es tan sencillo. Nosotros visualizamos la vacunación como una prioridad para la salud pública porque impacta en lo individual y en lo colectivo, por esto las vacunas son obligatorias y se piden para el ingreso escolar. La no vacunación de los niños trae estos problemas que vemos en Europa y Estados Unidos», aseguró Vizzotti en diálogo con Acción.
A favor y en contra
En Estados Unidos existen varios grupos que rechazan la vacunación, entre ellos se encuentra el denominado Parents Requesting Open Vaccine Education (PROVE), que en su sitio web brinda supuesta «información sobre las vacunas, y las políticas y prácticas de inmunización que afectan a los niños y adultos de Texas. Nuestra misión es prevenir las lesiones de la vacuna y la muerte y para promover y proteger el derecho de toda persona a tomar decisiones informadas de vacunación independientes para ellos y sus familias», afirman.
En tanto, en Europa existe el grupo Vaccination Liberation y su versión en español llamada Liga para la libertad de vacunación, una organización con sede en Girona, España, que no solo retoma la asociación entre vacunas y autismo, sino que advierte sobre la exposición al mercurio presente en las vacunas que los niños inmunizados tendrían al seguir el calendario de vacunación.
«Este es el otro mito presente entre quienes rechazan las vacunas: el mercurio que se acumula. La realidad es que el timerosal es un mercurio que tiene una vida media muy corta y aunque una persona reciba todas las vacunas del calendario, además de que no todas tienen timerosal, pero aun teniéndolo, no se acumula como para llegar a un nivel tóxico nunca. Son títulos que cuando se analizan más en profundidad con información científica y basada en la evidencia y con toda la transparencia del mundo, no se sostienen en lo absoluto», explicó Vizzotti.
En la Argentina también existe la versión local de estos movimientos, llamada Libre Vacunación, un sitio de internet a cargo de Eduardo Yahbes quien sostiene que «nada permite afirmar que las vacunaciones han hecho desaparecer o retroceder las epidemias». Para Yahbes, «las mejores condiciones sanitarias, mucho antes que los programas de vacunación obligatoria» son las responsables del descenso de enfermedades infecciosas.
Casos en la Justicia
En junio de 2012 una pareja marplatense que se negaba a vacunar a su hijo nacido en 2009, argumentando el seguimiento de un paradigma homeopático y ayurvédico, fue obligada a hacerlo por la Corte Suprema de Justicia de la Nación. En su planteo ante la Corte bonaerense realizado en 2010 los padres apelaban al principio de autonomía, expuesto en el artículo 19 de la Constitución Nacional, que establece que «las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública ni perjudiquen a un tercero, están solo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados». Pero el máximo tribunal sostuvo en su fallo que «toda conducta que perjudique derechos de terceros queda fuera de la órbita del ámbito de reserva del artículo 19 de la Constitución, y por lo tanto se trata de comportamientos y decisiones sujetas a la interferencia estatal la que, en el caso, está plasmada en el plan de vacunación nacional». También citó el artículo 3.1 de la Convención sobre los Derechos del Niño que ordena sobreponer el interés de éste a cualquier otra consideración.
Más cercano en el tiempo, en noviembre de 2014, se produjo otro caso en el Hospital Zonal de Bariloche Dr. Ramón Carrillo, cuando un médico de dicho centro asistencial advirtió, frente a un procedimiento que requería anestesia, que los padres del niño no estaban cumpliendo con el calendario de vacunación bajo el argumento de que las vacunas podían causar efectos adversos en su hijo y hasta causarle la muerte. Entre los fundamentos de la jueza interviniente, María Marcela Pájaro, que determinó la vacunación, se destacan que «el objetivo de la vacunación obligatoria no se limita al individuo que recibe la vacuna. La cuestión excede el ámbito personal y constituye directamente un tema salud pública ya que uno de los objetivos primordiales es el de reducir o erradicar los contagios en la población».
«El desafío que tenemos desde el Ministerio es acercarle información a esos padres porque estamos convencidos de que lo que hacen es porque creen que es lo mejor para sus hijos, pero la realidad es que tienen información incorrecta. Desde el Estado la obligación es brindarles información para que sepan que las vacunas que están en el calendario son seguras y eficaces, han eliminado enfermedades como la viruela, la polio y rubeóla, que sepan que no tenemos trasplantes de hígado por Hepatitis A desde 2007. El beneficio que generan las vacunas es muchísimo más importante que el riesgo», aseveró Vizzotti.
En la Argentina la última campaña de vacunación contra el sarampión tuvo lugar entre setiembre y noviembre de 2014 alcanzando el 85% de cobertura. Vacunando al año y a los 6 años se interrumpe la circulación del virus y se protege a quienes no se pueden vacunar, que son los chicos menores de 1 año, los inmunocomprometidos y las embarazadas gracias al ya mencionado efecto de rebaño.
«La vacunación compulsiva los termina de expulsar del sistema de salud, nosotros lo que queremos es brindarles información para que decidan vacunar a sus hijos. Lo que está pasando en otros lugares del mundo nos está dando la razón, si hay algo que impactó en la salud de la población son las vacunas y el agua potable, discutirlas no tiene fundamento y pone en riesgo lo individual y lo colectivo», concluye la funcionaria argentina.
—María Carolina Stegman