23 de diciembre de 2021
En homenaje a Paco Jamandreu nació una cooperativa textil de mujeres, trans, travestis y lesbianas que, en 10 años de historia, aprendió a resistir.
Más sueños. Tras perder todo durante el macrismo, se recuperan con nuevos proyectos.
COOPAR/ANSOL
Lo primero que destaca Paula Lanza, presidenta de la cooperativa textil La Paquito, es que el trabajo dignifica y justamente, la entidad nació bajo ese sentimiento: dignificar el trabajo de compañeras de militancia, abandonar el trabajo sexual y mostrar una alternativa distinta. «Todas estamos fuera del sistema pero las travas tienen una expectativa de vida de hasta 35 años, para ellas salir a la calle ya es un acto de militancia», explica rememorando historias de compañeras que perdieron la vida en el intento de alcanzar un futuro mejor.
Con un nombre que homenajea a Paco Jamandreu, modisto de Eva Perón, la cooperativa formada por personas trans, travestis y lesbianas nació hace diez años y, desde la Ciudad de Buenos Aires, resiste hasta el día de hoy sin perder su esencia. Las convocó la agrupación matancera Putos Peronistas, espacio que resignifica el insulto para apropiárselo y convertirlo en su bandera política e identitaria. Este origen se traslada al trabajo del día a día: la producción textil se orienta a productos peronistas y feministas, se sostienen con pedidos de remeras personalizadas y objetos sublimados, ventas en ferias, pedidos de sindicatos, cooperativas y organizaciones políticas de la misma línea ideológica.
Para sus integrantes no fue fácil construir desde abajo una cooperativa que rompe con los estereotipos. Lanza cuenta: «Cuando llegamos, los vecinos no sabían si había llegado un plato volador con extraterrestres, después de diez años ya somos parte del paisaje pero la transfobia sigue existiendo, en todos lados».
Pelearla y seguir
Al relato sobre su historia suman lo que para ellas significó su pérdida más significativa: la alegría: «El macrismo nos había robado la alegría, cuando ya no tenés expectativas de nada y tampoco tenés sueños con lo político no alcanzaba, el trabajo tampoco, necesitábamos soñar, tener un refugio de toda la cosa espantosa que estaba pasando afuera». Entre 2016 y 2019 perdieron todo. La entidad, que trabajaba día y noche entró en una crisis cuya consecuencia principal fue la de perder la dignidad de vivir de su propio trabajo. Tuvieron que empezar de cero. Luego, la pandemia las obligó a vivir de planes sociales y bolsones de comida. Hoy los vientos están cambiando: trasladarán su sede a la exESMA, dando lugar a una nueva posibilidad laboral: «Nunca soñamos que nos podían proponer algo así. Vamos a ser la única cooperativa que está ahí y realizando productos relacionados con la temática de los derechos humanos. Además de lo que significa simbólicamente, es una posibilidad de vender a un público afín a lo que hacemos».
El espacio que ocupaban en el barrio de La Boca pasará a ser La Duarte, un centro cultural para mujeres, travestis, trans, lesbianas y diversidades sexuales que buscará brindar alegría, comida y un espacio artístico.
Según Diana Aravena, secretaria de la entidad, «se avanzó mucho pero falta, sobre todo para las compañeras trans sobrevivientes de más de 35 años que son muy pocas, es un colectivo chico. A nivel salud y a todo nivel le fueron negados los derechos». En relación con la reciente promulgación de la Ley de Cupo Laboral Trans, ambas resaltan el impacto de abandonar las calles y el trabajo sexual: «El trabajo dignifica porque te da un rol social, y es eso que siempre fue negado a las compañeras trans: trabajar de día. Que haya una trava de cajera en un supermercado y en todos los ámbitos que les fueron negados».
En una sociedad que avanza en materia de políticas públicas orientadas a minorías y las diversidades, ambas resaltan las luchas que quedan por delante: «Ahora vamos por el reconocimiento para el colectivo trans travesti de las mujeres que tienen más edad. Son sobrevivientes y merecen tener una jubilación».