27 de marzo de 2015
Diputado y precandidato a jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Carlos Heller reflexiona acerca de la situación nacional y regional. Claves de un año electoral.
En la antesala de la campaña para las elecciones primarias abiertas en la Ciudad de Buenos Aires, el diputado nacional y presidente del Banco Credicoop defiende enfáticamente los avances logrados en el país y la región en los últimos años sin dejar de puntualizar aquellas cuestiones pendientes de resolución. La postulación de Heller es impulsada por el Partido Solidario y el Movimiento Evita, y se completa con una lista de candidatos a legisladores encabezada por el cooperativista Edgardo Form, gerente general del Instituto Movilizador, la que, además de las fuerzas políticas ya mencionadas, cuenta con el respaldo del Frente Progresista Popular, Frente Grande, Propuesta Política de los Trabajadores y la Mesa Nacional por la Igualdad.
–¿Qué se pone en juego en el proceso electoral de la Ciudad de Buenos Aires?
–Claramente, confrontan dos proyectos, porque si algo puede simbolizar la contradicción entre dos propuestas es lo que Mauricio Macri ha hecho en la ciudad y lo que el Gobierno nacional viene desarrollando desde 2003. Por caso, la Argentina vivió un proceso de desendeudamiento, entendido como política prioritaria, y en el sentido contrario, la ciudad se endeudó muchísimo y en dólares. Mientras que en el ámbito nacional se llevaron adelante un sinfín de iniciativas destinadas a generar mayor igualdad, a construir mayor inclusión, en la ciudad ha habido una permanente inclinación por los negocios inmobiliarios, por la atención a determinados sectores en base a obras más cosméticas que efectivas, y los problemas básicos siguen sin resolverse. Por mencionar algunos, la diferencia existente entre el norte y el sur de la ciudad, el caos en el tránsito, una ciudad sucia pese a destinar un presupuesto altísimo a la recolección de residuos, la subejecución de partidas de vivienda, salud y educación… Es decir, se trata de visiones antagónicas, de dos modelos de país.
–En ese plano, ¿cómo se posiciona su precandidatura a jefe de Gobierno?
–Decimos y sentimos que formamos parte del espacio kirchnerista. Nosotros aportamos desde nuestra historia, desde nuestra tradición, desde nuestra interpelación a determinados sectores de la sociedad, a la construcción de lo que Néstor Kirchner decía que el kirchnerismo debía ser: una fuerza amplia y plural. Y esa amplitud y pluralidad se tiene que nutrir, a mi juicio, de afluentes distintos. Está planteado un debate profundo entre quienes desde la tradición justicialista aspiran a que el kirchnerismo sea una corriente dentro del partido, es decir, que el justicialismo sea el contenedor de todas esas corrientes y matices; y otros, entre los que estamos nosotros, que creemos que el justicialismo es un componente importante pero no excluyente de ese espacio. Por eso definimos al kirchnerismo como un espacio que nos contiene a quienes venimos de historias diferentes.
–Ese debate se plasma en las PASO porteñas con distintas precandidaturas. ¿Cómo se diferencia en la campaña, por ejemplo, de Mariano Recalde, que aspira a la misma postulación?
–No entiendo las PASO como un proceso de contradicción o enfrentamiento. Son todos compañeros y compañeras con los que tenemos trayectoria en común, y de lo que estamos hablando es de discutir quién representa mejor la alternativa de confrontación con el macrismo. Si yo dialogo con Recalde o con cualquiera de los otros precandidatos del espacio, sobre políticas públicas, sobre el país que queremos, seguramente vamos a decir lo mismo o cosas muy parecidas, no tenemos diferencias fundamentales. Creo que estas PASO del Frente para la Victoria tienen que servir para ensanchar nuestra convocatoria. Todos debemos ir a esa alternativa electoral con la visión de grandeza que supone pujar por lo que cada uno cree y al mismo tiempo entender que el que obtenga el mejor resultado será el que represente a todo el espacio. Resuelto eso, todos tenemos que trabajar para dar la batalla por la conducción de la ciudad.
–¿Cómo analiza, a modo de balance, lo realizado por los tres gobiernos kirchneristas desde 2003?
–Primero, aclaro que no creo que el kirchnerismo concluya este año y que voy a trabajar para que eso no ocurra. De todos modos, si tengo que hacer un balance de estos 12 años, creo que es indispensable señalar que el país de 2015 es totalmente diferente al país de 2003. En todo sentido. Si tomamos como referencia las cuestiones centrales, aquel era el país inviable, endeudado. Recuerdo que en mis charlas decía que nuestros bisnietos iban a seguir soportando la deuda externa. Porque parecía de una dimensión colosal la deuda y estábamos desmantelados, desindustrializados, con todo lo importante privatizado, con niveles de pobreza, indigencia y desempleo brutales. Hoy, en cambio, estadísticas internacionales revelan que la Argentina es el país que más se ha desendeudado, y que su deuda en moneda extranjera en relación al PBI está entre las más bajas del mundo. Hoy vemos que organismos multilaterales señalan que la Argentina es el país con mayor inversión social de la región, el que tiene la jubilación mínima y el salario mínimo más altos. En materia de derechos de todo tipo nos convertimos en un país de avanzada. Hemos cambiado drásticamente nuestra inserción internacional, pasamos de las relaciones carnales a la integración regional, al vínculo estratégico con los grandes países emergentes como los que integran el grupo BRICS y formamos parte del G77 y del G20. La Argentina ha asumido una postura internacional que la ha llevado a sostener con firmeza el proyecto soberano argentino en los principales foros internacionales. En lo regional, pasamos de aquella OEA que expulsó en Montevideo a Cuba a esta CELAC que no incluye a Estados Unidos y Canadá y contiene a todos los países latinoamericanos y del Caribe. Vemos, ante una situación como la que afecta a Venezuela, como antes ocurrió con Bolivia, con Ecuador, entre otros, que la región muestra una solidaridad práctica, una convicción de seguir sosteniendo un proyecto autónomo que de alguna manera ha salido de los límites a los que históricamente nos ha querido circunscribir la política de patio trasero de EE.UU. En materia de políticas sociales, podemos destacar los millones de personas que se han jubilado y que no podían jubilarse porque eran víctimas de las políticas neoliberales. O la Asignación Universal por Hijo, que no se trata solo de un subsidio sino que impone dos condiciones: que los chicos estudien y se vacunen, lo cual implica que estamos trabajando para achicar las desigualdades, que comienzan en la niñez, en la falta de educación, en la falta de alimentación y de vacunas. Que la Argentina tenga hoy 19 vacunas obligatorias es un logro fenomenal en la perspectiva de una sociedad más igualitaria. Así como lo que se ha hecho en materia de cloacas, agua corriente, pavimento, los planes Procrear, Progresar, Precios Cuidados, la recuperación de la administración de los fondos previsionales, de Aerolíneas, el correo, YPF, los ferrocarriles, la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, la de la ley de mercado de capitales, las leyes laborales. Todo lo que menciono y muchas otras cosas más, marcan un cambio profundo. Esto nos afirma en la convicción de que este proyecto tiene que continuar.
–¿El rol del Estado es clave en los cambios que enumera?
–Es fundamental. Se debate en todo el mundo la contradicción entre mercado y Estado. Es decir, si los problemas se resuelven liberando la economía para que los agentes económicos hagan lo que crean más conveniente, o si el Estado marca la cancha y fija las reglas. Todas las políticas públicas tienen que ver con cómo se acumula y cómo se distribuye. Un ejemplo: la propia Secretaría de Finanzas de los Estados Unidos está preocupada por la evasión de las multinacionales. Decían en una nota que los 2 billones de dólares desviados a paraísos fiscales significan menos empleo, menos actividad económica, peores condiciones de vida para los estadounidenses, etcétera. Cuando uno mira que en un mundo en crisis hay cada vez más ricos que son más ricos, y del otro lado, más pobres que son más pobres, parece que la discusión Estado versus mercado debería estar saldada.
–Destacó el nuevo escenario regional y la inserción argentina en ese contexto. ¿Cuál es su análisis de lo que está ocurriendo en Venezuela, agredido por el propio gobierno de los Estados Unidos?
–En la región se produjeron cambios fundamentales y tal vez eso explique la curiosa conjugación de dificultades que tienen Venezuela, Brasil y también la Argentina, con motivos y contextos diferentes, pero que se dan en forma simultánea. Cuando uno dice Venezuela, Brasil y Argentina no puede olvidarse de Mar del Plata 2005, del «No al ALCA» y quiénes fueron los protagonistas de ese desafío al imperio. Eso quizás también explique muchas de las cosas que suceden en la región. Pero también, ahora se dan respuestas rápidas a los intentos golpistas. Y han funcionado en la mayoría de los casos, salvo en Paraguay y Honduras, típicos ejemplos de lo que es un golpe blando. Esto es fundamental porque, siempre lo digo, los procesos de cambio necesitan tiempo. La alternancia, que suena tan bien y tan democrática, es una herramienta defensiva del sistema conservador. Porque para conservar no hace falta tiempo, pero para transformar, sí. No es sencillo construir un nuevo proyecto de país, con objetivos distintos, venciendo las resistencias de los sectores afectados. Veamos lo que pasa aquí: a más de cinco años de sancionada no se puede aplicar en forma completa la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Aprobada con toda la legitimidad parlamentaria, después de un proceso larguísimo se logró la constitucionalidad por parte de la Corte Suprema, pero siguieron los amparos y los recursos hasta hoy. Otro ejemplo: el Congreso Nacional sancionó la reforma judicial, y la propia Justicia la declaró inconstitucional. Todo este proceso es trabajoso, difícil, complejo. Por eso sería de gran trascendencia para los argentinos que luego de las elecciones nacionales tengamos al frente del Gobierno a una representación política que garantice la continuidad de los lineamientos de este proyecto.
–¿Tiene expectativas de reflotar el proyecto de Ley de Servicios Financieros?
–En un espacio amplio como el que integramos, hay acuerdos y desacuerdos. Nosotros impulsamos con fuerza el proyecto de Ley de Servicios Financieros, y el gobierno entendió en ese momento que era más importante la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central. Y no lo vimos como una controversia. Nos sumamos a la acción por la reforma, y vimos con orgullo y satisfacción que muchas de las cosas que propiciamos en nuestro proyecto están contenidas en esa reforma. La aparición del término «usuario de servicios financieros» nace de nuestro proyecto y hoy se ha convertido en un denominador común cuando se habla de la actividad. Lo mismo ocurrió con la creación del área de defensa de los intereses del consumidor de servicios financieros. De todos modos, nuestro proyecto tiene valores específicos que no están en la reforma de la Carta Orgánica. El primero de ellos, es que termina con un decreto-ley de la última dictadura. El segundo, que nos podría llevar a discutir todo este tema de la fuga de capitales y la existencia de un mecanismo sistémico por el cual existen entidades que son canales de fuga y evasión; tiene que ver con una cuestión filosófica clave que nosotros planteamos: la ley que está vigente es una ley medular en la construcción del proyecto que imaginaba José Alfredo Martínez de Hoz y quienes representaban al sector civil de la dictadura. Cuando presentó la ley dijo que era la más importante de ese gobierno y que estaba destinada a transformar profundamente al país. El eje de la ley era que los bancos pueden hacer todo aquello que no está expresamente prohibido. Y lo prohibido era muy poquito. Nuestro proyecto dice que los bancos pueden hacer solo aquellas operaciones para las que estén autorizados. Entonces muchas de estas cosas que terminan siendo controversiales, elusivas, que dependen de la interpretación, en nuestro proyecto se terminan, porque define con precisión cuáles son las actividades que pueden desarrollar las entidades financieras. Vamos a seguir bregando por este tema y por otros que, a nuestro juicio, están pendientes.
–¿Cuáles destacaría como primordiales?
–Pensamos que debe avanzarse en una reforma impositiva profunda. Aunque el Gobierno da signos en forma permanente, por ejemplo, con la reciente medida de modificar las retenciones a los pequeños productores agropecuarios que va en ese sentido. Sin embargo, creemos que hay que hacer una reforma integral, que apunte a gravar menos el consumo y más a las grandes ganancias y las grandes riquezas. Porque no solo hay que gravar las ganancias, hay que gravar también la acumulación de patrimonio y las herencias. También nos debemos una ley de inversiones extranjeras que no desconozca la realidad mundial y la necesidad de inversiones, pero que establezca con más claridad los derechos de la Nación, los límites de los que ingresan y cómo se reparten los beneficios. Creemos que el tema medioambiental requiere un tratamiento más profundo, es decir, hay muchísimas cosas por hacer. Incluso quedan cuestiones sociales pendientes como la interrupción voluntaria del embarazo. En esto nos encontramos con transversalidad de opiniones en las distintas fuerzas pero al mismo tiempo con la inexistencia, todavía, de una fuerza mayoritaria parlamentaria que permita avanzar. Hay que seguir trabajando, discutiendo, explicando y construyendo hasta que maduren las condiciones para que eso pueda ser realidad. Y el hecho de que no tengamos acuerdo en determinadas cuestiones no significa que somos menos adherentes a este proyecto. Al contrario. Es nuestro aporte, es nuestra contribución, porque ni nos vamos ni pateamos para otro lado, discutimos adentro, aportamos nuestras ideas y tratamos, de esa manera, de consolidar lo que nosotros creemos que sería la mejor manera de fortalecer este proyecto.
—Jorge Vilas
Fotos: Horacio Paone