17 de diciembre de 2021
Desde hace tres décadas, la radio sostiene su lugar en el dial con una programación consistente. Impronta autogestiva y agenda cultural propia
En el aire. A pesar de la pandemia, la emisora siguió adelante con sus actividades.
FM La Tribu 88.7 nació en el barrio de Almagro como una radio alternativa y comunitaria, gestionada por estudiantes de la carrera de Comunicación Social de la UBA. Con el correr de los años, creció y se transformó en un proyecto más ambicioso que incluye, además de la emisora, un espacio de capacitación, un centro cultural y producciones audiovisuales, entre otras áreas. En sus 32 años de existencia, logró insertarse en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con una programación consistente y una impronta autogestiva.
Desde sus inicios, La Tribu se propuso no sonar como una mera sucesión de fragmentos al aire, como suele ocurrir con las señales netamente comerciales. El desafío consistía en articular la multiplicidad de voces y propuestas de manera coherente, para encontrar un «modo de decir» que la identificara con su audiencia. En su particular filosofía el oyente es considerado como «radioparticipante», con el que se busca distintas posibilidades de acercamiento, para sostener encuentros cara a cara. Y desde esa perspectiva parten muchas de las propuestas del colectivo.
En este espacio se desempeñan alrededor de 25 personas que cumplen tareas de conducción, producción, operación técnica y gestión. El trabajo está dividido en cuatro áreas: Radio, Capacitación, Comunicación y Territorio. Y cada una de ellas tiene autonomía relativa, porque dependen de los lineamientos generales de una asamblea. En el área Territorio, por ejemplo, se gestiona todo lo vinculado con el centro cultural y el bar, con una amplia programación que incluye distintos tipos de eventos, exposiciones, ferias y ciclos de cine.
En tiempos de distanciamiento social, las actividades se adaptaron al formato virtual. Así, por ejemplo, se dio visibilidad a artistas independientes que en otro contexto se podrían haber presentado en el bar con su música, que recibieron la propuesta de hacer un registro audiovisual en la terraza de la casona. Bautizadas «Sesiones antena», estas producciones luego fueron subidas a las redes sociales.
Trabajo colectivo
«Las tareas que realizamos giran en torno a la comunicación, pero también tienen un ligamento en la comunidad y el encuentro. Quienes participamos del colectivo lo hacemos con mucho amor al proyecto, que va más allá de las ocupaciones personales», dice Gustavo Hoffman, trabajador del espacio.
La irrupción de la pandemia alteró los planes del colectivo. «Fue un desafío complejo. La Tribu es un espacio por donde circula mucha gente. Tuvimos que reorganizarnos. Nuestra prioridad fue mantener la radio al aire, combinando una presencialidad mínima con el trabajo remoto. La dimensión económica también nos mantuvo en alerta, ya que el aislamiento social implicaba la suspensión de actividades que redundan en ingresos fundamentales para sostener el proyecto, como el bar y las capacitaciones. Pudimos afrontar la situación a partir de una campaña de aportes de oyentes, entre otras iniciativas».
Para terminar, Hoffman destaca que desde la emisora «ejercemos principalmente el derecho a la comunicación y a las diferentes maneras de expresión. La Tribu para mí es amor, generosidad, alimento, combustible: es el intento de otro mundo posible». Una tarea sin pausa que llevan adelante ya sea desde el éter o desde la casona humilde, cálida y generosa, ubicada en el porteño barrio de Almagro.