9 de diciembre de 2021
Músicos de distintos géneros colaboran mutuamente para ampliar la base de su audiencia. Una tendencia que se debate entre la búsqueda artística y el marketing.
Socios. Drexler compuso «Tocarte» junto a C. Tangana y el tema se volvió viral.
Hace poco Jorge Drexler dio a conocer su nueva canción, «Tocarte», compuesta junto con el rapero español C. Tangana, que rápidamente se volvió viral. Con una letra sensual y la matriz sonora del candombe beat y un groove para la pista de baile, la pieza es un potencial hit de verano. «Escribimos la letra a medias, pero el timón musical de ese barco lo llevó él con esa brillantez descarada», escribió Drexler en Instagram cuando salió el tema. El encuentro tuvo continuidad: C. Tangana le pidió hacer otra colaboración para el álbum El madrileño, que se transformaría en uno de los grandes discos de 2021.
La historia de la cooperación entre uno de los autores más respetados de la canción de autor en el siglo XXI y un genio creativo del género urbano refleja los mecanismos artísticos que se ponen en funcionamiento a la hora del «featuring», un anglicismo que define la colaboración entre músicos que se juntan para hacer una canción, un video o una sesión en vivo. Es la palabra de moda en la industria discográfica y está en la boca de todos: los artistas, los sellos y el público.
«Hay un poco de todo en los featurings. Hay gente que particularmente los hace para compartir el público o porque las compañías se lo piden, pero no todas las colaboraciones son iguales. A mí las que me interesan son las que tienen un interés artístico detrás del encuentro», dice el productor Matías Cella, que trabajó con el propio Drexler, Kevin Johansen y Sofia Campos, que este año compartió un tema con la mexicana Natalia Lafourcade.
Para la nueva generación del trap, el featuring se transformó en la llave para explotar como movimiento y empoderarse en el negocio de la música. En 2018, la unión de Khea, Duki y Cazzu en el video de «Loca» marcó un antes y un después para el trap en todo el continente. Ese tema colaborativo estableció el primer récord para el género urbano con 100 millones de reproducciones en YouTube. A la vez inauguró un nuevo tiempo de sociedades, como las sesiones entre el productor Bizarrap junto a Nicki Nicole y Trueno, que en poco tiempo se transformaron en las estrellas del género urbano.
Conexiones a distancia
El fenómeno explotó en 2020 debido a la pandemia, aunque había antecedentes cercanos en el mainstream como las colaboraciones entre Madonna y Maluma, Rosalía y J Balvin, Bad Bunny y Marciano Cantero de Los Enanitos Verdes, Luis Fonsi y Daddy Yankee con Justin Bieber, Ed Sheeran con Paulo Londra y J Balvin. Con los artistas encerrados en sus casas y sus agendas disponibles, las conexiones a distancia se volvieron una constante.
En la última playlist de Spotify rotulada «Novedades para el Cono Sur», más de la mitad son colaboraciones: el poeta rockero Iván Noble y la princesa pop Rosario Ortega; el rey del cuarteto La Mona Jiménez con el rey de la cumbia villera Pablo Lescano, de Damas Gratis; Los Auténticos Decadentes con la banda pop Bándalos Chinos; Chano con la trapera Dakillah, entre otros. «Me parece espectacular ver a los chicos de la música urbana invitando a cantantes del formato más canción o del mundo pop. Rompe prejuicios», agrega el productor Cella.
Si bien encuentra su auge en la actualidad, el formato tiene una larga historia en el mundo de la música. Los nostálgicos recordarán el encuentro entre Michael Jackson y Eddie Van Halen en «Beat it», de 1982, o la singular colaboración entre el tenor Luciano Pavarotti y Bono de U2 en 1993 para «Miss Sarajevo». «Antes no era algo tan común: era más la excepción que la regla. Recuerdo cuando salió el single con la colaboración entre Queen y David Bowie para “Under preassure”, de 1981. En aquel entonces fue todo un acontecimiento», apunta Alfredo Rosso, periodista que integró la mítica redacción de El expreso imaginario y que actualmente conduce La casa del rock naciente en Rock &Pop.
Durante las últimas dos décadas, la ceremonia de los premios Grammys fue otra plataforma de popularización de los duetos para generar eventos que se recuerden por años, con encuentros inesperados como el de Elton John con el rapero Eminem, o la diva pop Lady Gaga al frente de Metallica. La semilla prendió en ese terreno fértil para los cruces de géneros y edades y el single se convirtió en un vehículo perfecto de difusión, mucho más rápido que el álbum completo. De alguna manera se volvió al modelo de los 50, cuando nacieron grandes fenómenos del rock como Elvis Presley.
«El tema de sacar singles en colaboración es para ponerle un color diferente a cada canción. Es distinto al mecanismo de un álbum, donde había un concepto general. El modo digital te permite pensar, cambiar, rearmar estrategias. Es otra herramienta que va muy bien con la interconexión entre los artistas de ahora, que es mucho más fluida. Las redes sociales inciden. Por las playlist muchas veces conocen a otros artistas y de repente se contactan. Es una cuestión generacional de cómo se manejan hoy los músicos», dice Martín Liviciche, director de la distribuidora digital CD Baby.
Eduardo y Facundo Valdés, los hermanos cordobeses del dúo pop que fue bautizado con su apellido, tienen tres discos en su haber. En el más reciente, Postal, grabaron temas con la cantante de soul Chita, el productor de música urbana Halpe y Juan Mango de Usted Señálemelo. «Son formas de poder compartir y aprender mutuamente en un estudio de grabación, o tomando mates en el living de una casa y escribiendo sin necesidad de una computadora. Las colaboraciones se dan así. Nosotros no las pensamos porque estén de moda en la industria», dice Eduardo.
Las combinaciones en la materia pueden ser infinitas. Desde dos grandes estrellas de distintos géneros como Rubén Blades y Diego Torres, a la alquimia que se puede producir entre un folclorista como Rally Barrionuevo y la banda pop Rayos Láser, o la versatilidad de una cantautora como Zoe Gotusso junto a Santiago Motorizado, Louta y No Te Va a Gustar. «Algo de lo más interesante que me pasa últimamente es que me invitan a cantar en proyectos que no tienen nada que ver entre sí», dijo Gotusso en un episodio reciente del podcast Musica más emoción.
Las agrupaciones históricas también se sumaron a la tendencia. «Lo del featuring vino del campo de la música pop masiva y del hip hop. El rock lo adoptó y lo veo bien, sobre todo cuando la persona que es invitada le agrega un elemento extra que el tema no tenía. Ahí tiene mucho que ver el concepto del artista central y el productor», observa Rosso.
Un buen ejemplo es el de Las Pelotas, que en su disco Versiones en casa sorprende con la versión de «Víctimas del cielo» a dúo entre el vocalista German Daffunchio y la arpista Sonia Álvarez. «Esta es una de las colaboraciones más interesantes que hicimos», dice el tecladista Sebastián Schachtel. «Con Sonia nos conocíamos de la orquesta Hypnofón de Alejandro Terán y siempre decíamos de hacer algo con Las Pelotas, pero no veíamos cómo encajaba en nuestro sonido más eléctrico. Cuando apareció la idea de este disco de versiones más acústicas y experimentales, sentíamos que se habían alineado los planetas. Sonia nos mandó una versión del tema en arpa y quedó alucinante».
El propio David Byrne, que ha colaborado con artistas como Brian Eno, Caetano Veloso o Saint Vincent, plantea en su libro Cómo funciona la música, un concepto más filosófico. «Soy bastante quisquilloso a la hora de elegir con quién colaborar, pero también estoy dispuesto a trabajar con gente que nadie espera. Me arriesgo a que sea un desastre porque la gratificación creativa de una colaboración exitosa es enorme. Colaborar es una parte vital de la esencia de la música», dice el exvocalista de Talking Heads.
Signo de los tiempos, las colaboraciones entre artistas también expresan el valor intrínseco de la música. Sin encuentro no hay episodios memorables, canciones para hacer la vida más llevadera o sorpresas derivadas de las sociedades más inesperadas. Un cruce atrevido, donde los géneros y los artistas se funden en una misma obsesión: la música como vehículo catártico de las sensaciones provocadas por el mundo actual. Como dice la letra de «Tocarte», de Drexler y C. Tangana, a veces se juegan la vida, o simplemente se divierten, aunque pierdan la partida.