11 de marzo de 2015
Suelo viajar seguido a Uruguay porque tengo un hermano que vive en Montevideo, ciudad a la que le profeso el mismo cariño que a Buenos Aires. Cuando ganó el Pepe me puse contento porque, pese a que no todo lo que hizo o dijo terminó de caerme bien, fue realmente un soplo de aire fresco en el país hermano. También puso su granito de arena, junto con otros presidentes latinoamericanos, para alcanzar este gran sueño que muchos llamamos la Patria Grande.
Pero veo ahora con cierta preocupación que Tabaré Vázquez, en una de sus primeras medidas de gobierno, comienza a echar por tierra lo que me parece que era un avance para quitarle el negocio de las manos al narcotráfico: el control del Estado sobre el comercio de marihuana. Aunque la ley sigue en pie, un funcionario de su Gobierno aclaró que «no hay ningún apuro en reglamentarla», algo que no cayó nada bien a muchos legisladores del Frente Amplio que habían considerado un avance en cuestiones de salud pública. No quiero abundar en cierta antipatía, pero no puedo olvidar las declaraciones de Vázquez de que estaba dispuesto a ir a una guerra contra nuestro país cuando fue el conflicto de las papeleras. Esperemos que no desande el camino que trazó el Pepe con no poco esfuerzo.
Miguel Salgado
Ciudad de Buenos Aires