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Naturaleza en jaque

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Cristina Civale

Temperaturas extremas, incendios forestales, megaminería y agroquímicos sirven de materia prima a creadores que buscan alertar sobre el cambio climático.

Obras. De Fargas, Lapadula y Grau.

PRENSA

Las pinturas clásicas categorizadas como «naturalezas muertas», aquellas representaciones mustias con flores o frutas, cambian su sentido en el mundo actual de las artes visuales que, desde distintos soportes y geografías, se hacen cargo de una muerte de mayores proporciones. Los artistas proponen, registran y accionan: desde imágenes fabuladas y consideraciones utópicas hasta retratos de la devastación provocada por un sistema abusivo que explota a la Tierra como a su más sumiso esclavo. Sus piezas dan cuenta de la realidad de un ecosistema que se rebela dando señales de su ira con terremotos, huracanes, temperaturas extremas, incendios forestales y virus mortales. Creación y cambio climático van de la mano.
La galería Serpentine de Londres organizó la muestra Back to Earth (Regreso a la Tierra), un proyecto en desarrollo para el que invitaron a más de 60 destacados artistas, arquitectos, poetas, cineastas, científicos y pensadores a diseñar campañas, protocolos e iniciativas que respondan a la crisis ambiental. Participan desde Yoko Ono –con una pieza que, en forma de aviso publicitario, enuncia una frase escueta pero contundente, I love you Earth–, hasta la diseñadora de moda Vivianne Westwood o la performer brasileña Maria Thereza Aves.
Por su parte, en el marco de la Bienal de Arquitectura de Venecia, el artista tucumano Tomás Saraceno presenta una inmensa obra ecológica y colectiva, realizada con bolsas plásticas recicladas en una cooperativa del Conurbano bonaerense, intervenidas con frases, ilustraciones y mensajes de alumnos, docentes y personas privadas de su libertad. «En la presidencia anterior, Argentina se transformó en importador de residuos del resto del mundo: una catástrofe», comentó Saraceno durante la inauguración de Aerocene. «Yo pensé: empaquetamos todas las bolsas, las hacemos volar y se las volvemos a mandar al viejo mundo, en forma de museo ¡y con otro valor! Porque en este negocio de los residuos siempre terminan sufriendo los que menos tienen».

Diagnóstico repetido
En América Latina, el grupo de galerías reunidos en Art focus presenta una muestra colectiva virtual llamada Ecológicas, donde se destacan los objetos/instalaciones del argentino Ruben Grau. «Las obras que presento intentan hacer una lectura transversal sobre la historia del territorio en nuestra civilización occidental y la influencia que ese pensamiento egocéntrico ha tenido sobre la naturaleza y los seres. Y también me interesan las posibilidades de exploración interior, que nos religuen con la noción de que todos somos gotas de un mismo océano», dice Grau.
Por su parte Julia Mensch, en su serie Cartografía de un experimento a cielo abierto, puso el acento en el boom de la biotecnología agroindustrial en el país. «Año tras año, la frontera agrícola es expandida y nuevos eventos transgénicos son introducidos y aprobados sin tener en cuenta el principio precautorio. Pero así como aumentan los efectos negativos en el ambiente y la salud humana, crecen también las resistencias y alternativas», plantea. «Este trabajo es una cartografía compuesta por retratos de personas, plantas y eventos transgénicos, y una crónica donde planteo diferentes posturas acerca del escenario actual».
Pionero en la materia con sus proyectos Biósfera y Utopía, Joaquin Fargas ahora concentra su atención en un mapeo de los terremotos ocurridos en Centroamérica. El Museo del Neoextractivismo creado por el Grupo Etcétera denuncia la metodología del fracking.
Mientras que el brasileño Lalo de Almeida, ganador del primer premio en la temática medioambiental del prestigioso concurso World Press Photo, hace un registro implacable de los incendios que carbonizaron, literalmente, flora y fauna del Pantanal de Mato Grosso. Artista y biólogo, Pablo Lapadula une sus saberes en sus puntillosos dibujos, que narran una armonía que pareciera ser posible porque no se entrometen en sus representaciones los seres humanos y mucho menos sus acciones. Y entonces sí, la naturaleza vive y florece.

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