2 de noviembre de 2021
Recientemente se conocieron los ganadores del premio Nobel de Economía 2021. Tres fueron los laureados (David Card, Joshua Angrist y Guido Imbens), y fueron reconocidos por sus trabajos empíricos que permitieron dar respuesta a interrogantes de gran trascendencia en esta disciplina. Refutando viejos postulados ortodoxos, demostraron, a través de estudios de campo, que el incremento del salario mínimo no genera una reducción en la cantidad de puestos de trabajo. Mediante otro estudio también verificaron que las corrientes migratorias no tienen un impacto negativo sobre el empleo y los ingresos de los trabajadores residentes. La propia academia sueca destaca, como argumento para la premiación, la importancia de estos «experimentos naturales» como herramienta metodológica para encontrar respuestas a las grandes preguntas. Podemos agregar que esto resulta especialmente relevante para las ciencias económicas, donde es habitual la repetición de eslóganes simplistas que no se verifican en los hechos. Sin ir más lejos, durante las últimas semanas podemos observar cómo en nuestro país la oposición política vuelve a insistir con proposiciones (como el enfoque monetarista de la inflación o el llamado a reducir cargas patronales para generar más empleo) que, al momento de ser llevadas a la práctica no han conseguido los resultados prometidos sino todo lo contrario: por dar un ejemplo, el programa de «emisión monetaria cero» implementado por el anterior Gobierno fue la antesala de la inflación anual más alta en 28 años. En conclusión, la necesidad de conocer y comprender los efectos concretos de las políticas económicas aparece como una cuestión indispensable, y a la vez debería prevenirnos ante supuestas soluciones «mágicas» de probada ineficacia en nuestra historia reciente.
NA