Sin categoría

Costumbres argentinas

Tiempo de lectura: ...

Períodos de viajes más cortos y más frecuentes, diversidad de destinos y grupos familares menos numerosos son algunos de los rasgos de las nuevas formas de disfrutar de los días de descanso.

 

(Pablo Blasberg)

El verano de los Campanelli, la película de Enrique Carreras de 1971, ya no parece ser la representación de las vacaciones de los argentinos en la actualidad; al menos, dista mucho de ser la única. Los cambios en las modalidades laborales y en las relaciones familiares impactan a la hora de planear el descanso y la recreación. Destinos, momento del año, cantidad de días y compañías elegidas son algunas de las variables que transforman aquella postal de la gran familia reposando sobre la playa durante todo el mes de enero.
Carlos Montaldo, presidente de la Asociación de Hoteles de Turismo de la República Argentina (AHTRA), advierte que «la cantidad de gente que va al exterior es muy importante, y el Caribe no ha bajado, sino que es una clara competencia». Pero también es cierto que, para muchos argentinos, su propio país es el lugar elegido para vacacionar. Dentro de los 2.780.400 kilómetros cuadrados de nuestro territorio, los tradicionales puntos de llegada del turismo van diversificándose, tal como describe Roberto Brunello, presidente de la Federación Empresaria Hotelera Gastronómica de la República Argentina (FEHGRA): «Los destinos de la Costa Atlántica y de Córdoba concentran buena parte de la demanda. Producto de las políticas públicas y del esfuerzo de los empresarios, cada vez hay más destinos que se posicionan, como algunos del Litoral o de la Patagonia. La Argentina tiene una oferta diversa en experiencias turísticas, de Norte a Sur, con una modernización del equipamiento hotelero y gastronómico, y con oportunidades para todos los segmentos de viaje».
En relación con la pregunta de «¿A dónde vamos?», un estudio de 2014, realizado por la Universidad Argentina de la Empresa (UADE), indica que el 30% de los turistas nacionales eligió la Provincia de Buenos Aires; el 16%, el Litoral; el 15%, la Patagonia; el 14%, el Norte; el 12%, Cuyo; y el 10%, Córdoba. Desde la percepción de Montaldo, «antes, la costa y el mar tenían un alto porcentaje de preferencia; hoy, eso ha cambiado bastante. El turismo de montaña y la zona de la Patagonia han crecido muchísimo, tanto en la región
cordillerana como en otros centros: Calafate, Ushuaia, Puerto Madryn… También antes, en período estival, la gente no viajaba hacia el Norte, por las altas temperaturas, pero hoy con las comodidades que ofrecen los hoteles con aire acondicionado, lugares como Salta o Iguazú tienen un alto movimiento en verano. Córdoba sigue siendo una elección. Se van sumando lugares como Mendoza. El turismo se distribuye en todo el país».
Roberto Díaz, licenciado en Turismo por la Universidad de El Salvador y actualmente subsecretario de la Secretaría de Turismo de la Provincia de Buenos Aires, brinda detalles locales: «Han crecido destinos emergentes, no históricamente considerados turísticos, como algunos en las costas del Paraná: San Pedro, Ramallo… Hay gente que disfruta de pequeños pueblos rurales del interior de la provincia, o lugares que se caracterizan por su gastronomía, por la posibilidad de compartir momentos con familias o amigos, o donde practicar deportes al aire libre –como ciclismo, kayak, pesca–».

 

Cuándo y cuánto
Una de las grandes transformaciones en la forma de vacacionar tiene que ver con el momento del año en que esto sucede y durante cuántos días. Al respecto, Díaz analiza este fenómeno global: «No solo en la Argentina, sino también a nivel internacional, en las últimas décadas ha habido un gran cambio en la modalidad del trabajo y esto hace que las vacaciones sean más cortas. Asimismo, estudios de psicología y fisiología indican que es más beneficioso tener varios pequeños períodos cortos de vacaciones a lo largo del año, aunque sean breves. Todo eso hizo que en la Argentina se tomara una medida de provecho económico y social, que fue acompañada por el sector privado: los feriados largos. Estos permiten la planificación tanto de los turistas como de los destinos turísticos y el sector privado».
Montaldo agrega otros factores dentro de la misma temática de los fines de semana largos: «Por la cantidad de fines de semana largos durante el año, no todo el mundo vuelca sus vacaciones en el verano. Quien va a esquiar en invierno divide las vacaciones entre invierno y verano. Quienes hacen una salida al exterior, luego, sus planes dentro del país son más cortos. La estadía en el período estival se ha recortado significativamente. Hace 10 años, era muy normal pasar períodos de 14 a 21 días en la costa. Hoy son de 7».
La multiplicación, aunque abreviada, de los períodos de vacaciones, también va de la mano de la antes mencionada diversificación de los lugares escogidos: «Los fines de semana largos de primavera o verano la gente va a la costa –considera Montaldo–. Cuando llega el verano, el que tiene costumbre de ir a la costa va a la costa, pero el que ya fue a la costa en Semana Santa, en octubre o noviembre, entonces, trata de conocer otros destinos. Esto no significa que el público hacia la costa haya caído, sino que no ha crecido como sí han crecido otros destinos. La costa alcanzó su techo pero tiene movimiento todo el año. Mar del Plata, Pinamar, Cariló, Mar de las Pampas han logrado turismo extendido en los fines de semana de todo el año». Y Díaz remata: «La provincia de Buenos Aires es la más beneficiada por la política de feriados largos».
Por cierto que en la ecuación de cuántos días se destinan a vacacionar, la disponibilidad de dinero es, junto con la del tiempo, fundamental. Díaz considera favorable el actual modelo económico: «En estos últimos años, hubo una incorporación al mercado del trabajo de gran cantidad de gente que ha mejorado su situación económica y ha podido vacacionar con su grupo familiar. La gente viaja más, aunque lo que antes se entendía por una vacación, desde el punto de vista económico, es imposible. Uno se imaginaba 15 días o un mes en un lugar, que era muy lejano al de origen. Hoy no es así. Hay lugares más cercanos a los que se va por menos tiempo». Brunello también advierte la diversidad económica en la oferta turística nacional, la que, según él, «posee propuestas que se adaptan a todos los presupuestos, como hoteles y restaurantes de alta gama que captan al turista de mayor poder adquisitivo y priorizan la calidad al precio, y establecimientos con otras improntas que son elegidos por un tipo de público diferente». Al respecto, Díaz presta especial atención a la oferta hotelera: «Hay un gran crecimiento del alojamiento flexible, como es el hostel, así como también de los alojamientos rurales. Se sigue manteniendo la hotelería tradicional y crece el hotel boutique, que brinda servicio de alto nivel en un ambiente pequeño y con atención personalizada».

 

Con quién
Mamá, papá, hijitos, abuelos, quizás también tíos y primos, veraneando todos juntos es una imagen que ha cambiado notablemente. Montaldo reflexiona: «Antes eran comunes las salidas familiares amplias. Hoy, los adolescentes empiezan a vacacionar solos más temprano; en las familias, ya no viajan juntas las tres generaciones. Los grupos familiares viajan de manera más segmentada. Por eso, los nuevos hoteles se construyen con características americanas: dos camas king, que pueden servir para una pareja o, como mucho, para un plan de familia de 4. Los complejos que tienen más de 5 años, en particular en la costa o en alta montaña, están reconvirtiendo las grandes unidades en unidades más chicas». Díaz comparte esta visión de que «ha cambiado este imaginario de las familias» y de hecho, hay lugares turísticos «específicos para parejas».
Muchos argentinos pasan días o semanas de sus vacaciones libres de las obligaciones de trabajar o de estudiar, pero sin salir de su lugar de residencia. Las ciudades se preparan para esto y ofrecen diversas actividades. Soraya Chaina, guía de turismo, es una de las gerentes del Ente de Turismo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y sabe de la oferta de Capital Federal que, en los veranos, es peculiar: «Muchas de las actividades culturales y artísticas
–espectáculos, recitales– se realizan en la tarde/noche. Si es de día, el turista busca lugares refrigerados, como los museos. Cuando baja el sol, se pueden recorrer los espacios verdes: el Rosedal, el Parque 3 de Febrero, la Costanera Sur… Mucha gente sale de la ciudad algún fin de semana largo; el resto de los días los pasa aquí y aprovecha la oferta cultural; es un espectador con conocimiento de la ciudad pero con ganas de vivirla como turista. Con ropa cómoda y una botella de agua mineral, las condiciones climáticas no impiden disfrutar del lugar mental y físicamente».
Díaz, quien conoce la dinámica no solo de La Plata, sino también de otros puntos del país, repasa: «Los platenses que se quedan en la ciudad pueden, por ejemplo, ir al río: en Ensenada y Berisso la actividad náutica se hace fuerte. También hay colonias de vacaciones y una agenda cultural. Durante enero y febrero, se nota la baja de la gente, pero no es que todo desaparezca sino que las rutinas cambian. Lo mismo pasa en Córdoba, en Rosario; Salta capital es una de las provincias del Norte con más actividad». En cualquier caso, sean grandes o pequeñas vacaciones, sean en el entorno del barrio o miles de kilómetros alejados de casa, conviene recordar que, como dice Díaz: «La actividad turística genera beneficios sociales en el que pasea y beneficios en la comunidad receptora, y que todo desarrollo turístico debe realizarse bajo criterios de sustentabilidad, para cuidar lo que tenemos y para seguir disfrutándolo en el futuro».

Analía Melgar

Estás leyendo:

Sin categoría

Costumbres argentinas