21 de mayo de 2021
Después de un largo parate, las producciones locales se reactivaron de acuerdo con las normas impuestas por la emergencia sanitaria. Testeos, cuidados preventivos y cambios en los guiones. Los costos adicionales y la ayuda del INCAA.
El Monte. El registro del film de Caulier estuvo en pausa durante once meses. (Prensa)
Once meses con la película parada. A los actores les cambiaba el físico, o se afeitaban o se cortaban el pelo. Tuvimos que hacer barbas postizas», cuenta el productor Daniel Werner. No es la primera vez que una filmación se debe detener para retomarse mucho tiempo después, con la dispersión de energía y los costos que eso implica. Pero sí debe ser la primera ocasión en la que miles de rodajes en el mundo se ven paralizados al mismo tiempo. Y por supuesto que los problemas que plantea esta situación para una superproducción hollywoodense no son los mismos que para la siempre más pequeña y vulnerable industria cinematográfica argentina.
La película a la que alude Werner es El monte, tercer largometraje de ficción del formoseño Sebastián Caulier. Cuando se decretó la cuarentena el año pasado, Werner debió quedarse en Formosa durante cinco meses, custodiando el camión con los costosos equipos alquilados. «A las ocho de la noche de ese 19 de marzo empezamos a desarmar la locación y guardar todo en los camiones. Éramos 35 personas a 1.100 kilómetros de Buenos Aires», ilustra el productor.
La situación de Werner era particularmente compleja, pero no fue la única. Cerca de una veintena de rodajes de películas quedó en pausa en plena pandemia. Al productor Ezequiel Borovinsky, de Wanka Cine, la cuarentena lo encontró trabajando en El sistema K.E.O.P.S, la película de Nicolás Goldbart (director de Fase 7), con Violeta Urtizberea, Alan Sabagh y Daniel Hendler. «Yo tenía dos películas en distintas etapas de producción cuando se decretó el confinamiento, una en Córdoba y K.E.O.P.S en Capital. Y ya había tomado la decisión de parar unos días antes del anuncio oficial, pero los sindicatos recomendaban a sus socios no hacerlo. Al final hicimos un arreglo, porque hubo que parar, desarmar locaciones alquiladas, hacer devoluciones y después volver a preproducir».
«Es muy difícil trabajar en estas condiciones», afirma Diego Copello, de K&S Films, uno de los jugadores locales más grandes, responsable de filmes como Relatos salvajes; El clan y La odisea de los giles. «Hace poco terminamos el trabajo en la serie El reino, que hicimos para Netflix, y que se va a poder ver hacia mediados de este año», cuenta. El reino es una producción ambiciosa protagonizada por Diego Peretti, Chino Darín, Peter Lanzani y Mercedes Morán y dirigida por Marcelo Piñeyro y Miguel Kohan. «Nos agarró filmando en el peor momento de la pandemia. Volvimos a grabar el 5 de octubre, cuando se habilitó la actividad y seguimos hasta diciembre. Fueron once semanas en total».
Hacia el cierre de esta nota, se anunció que comenzaba el rodaje de la cuarta temporada de la exitosa serie El marginal, que produce la compañía Underground, hace poco más de un año comprada por Telemundo con el objetivo de consolidar su lugar en las pantallas sudamericanas. Se trata de los capítulos que estaban programados para grabarse a principios de 2020, cuando la pandemia detuvo todo. Aunque hay un hermetismo absoluto en lo que respecta a su trama, se sabe que sus autores completaron los guiones no solo de la cuarta sino también los de la quinta temporada, con el plan de filmar ambas en lo que queda de este año y estrenar entre 2021 y 2022.
Números imposibles
Para entender el panorama que tiene por delante el cine hay que discriminar dos tipos de costos: por un lado, el de volver a montar una estructura que quedó interrumpida, duplicando algunas tareas de preproducción (rearmar un set, por ejemplo); por otro, el de los protocolos sanitarios, que incluyen personal, testeos, insumos de higiene y prevención, transportes de trabajadores, etcétera. Para los «gastos Covid» la actividad tendrá, apunta el productor Werner, una ayuda extra del INCAA, «un subsidio aparte donde podés pasar hisopados hasta un tope, o el costo de los puestos sanitarios».
Si la situación para las realizaciones locales no era exactamente plácida en condiciones normales, los nuevos sobrecostos pueden resultar entonces fatales. Borovinsky lo pone en números concretos: «Cuando parás una filmación, al volver tenés que levantar otra vez vestuario, decorados y demás. El incremento en el costo de producción anda alrededor del 35%. Esta situación no solo nos sacó las utilidades a las productoras, sino que nos obligó a buscar una nueva financiación en un mercado ya destruido. Tuve la suerte de que Netflix hizo una precompra para Latinoamérica, Estados Unidos y España, y pudimos terminar K.E.O.P.S. Para mi otra película, Los delincuentes, del director Rodrigo Moreno, la situación es distinta. Pude volver a encarminarla con una ayuda que anunció el INCAA, que adelantará el llamado subsidio de audiencia».
Barbijos. El reino se estrena este año. (Prensa)
Set. El sistema K.E.O.P.S, de Goldbart. (Prensa)
«Cambió el diseño de producción para poder volver a grabar en condiciones sanitarias controladas», explica por su lado Copello. «Lo que se había pensado en ciertas locaciones, de pronto hubo que hacerlo adentro de un estudio, lo que implicó la construcción de sets. No había otra forma de llegar a fin de año con el trabajo grabado. Los costos dependen siempre de la eficiencia del gasto, y si antes con una jornada de 12 horas hacías 100, ahora con todo el quilombo que implican los cuidados hacés 70. La producción se mide en cantidad de días y estos cuidados impactan en el tiempo», completa.
Varios testimonios locales e internacionales coinciden en que los cambios van a afectar en términos pragmáticos la narrativa. «Tuve que filmar escenas de mucho toqueteo entre actores y pude hacerlo: los hisopamos semanalmente, firmamos declaraciones juradas en el marco del trabajo», cuenta Borovinsky. «No se contagió nadie», agrega. En el caso de El sistema K.E.O.P.S., dice, fue necesario hacer ajustes de guion. «Hubo que encontrarles la vuelta a algunas escenas. Hoy si querés filmar en un sótano con quince personas no podés; repensamos algunas cosas para poder avanzar y adaptarlas a la nueva realidad del rodaje».
Historias retocadas
«Hubo que revisar qué escenas se podían hacer y cuáles no», dice Copello. «Pero en la medida que los actores tengan confianza en los procesos sanitarios, esto no reviste un problema. Dos actores que van a tener una escena de sexo, la van a hacer igual que antes de la pandemia: se van a testear ese día a la mañana. El gran tema es que si un test sale entre 20 y 30 dólares, proyectás ese gasto para toda la producción y es un costo muy grande, que van a poder asumir las plataformas, no tanto los independientes».
Para productores como Werner, seguir adelante por momentos fue una pesadilla. «Varios actores formoseños no querían venir por miedo, creyendo que Buenos Aires era el centro de los contagios. Y había dos actrices que eran de riesgo», cuenta. «Así que nos vimos obligados a cambiar escenas y un montón de situaciones del guion». Werner cuenta que la experiencia fue tan intensa que la considera de algún modo su primera película como productor. «Cuando volvimos a filmar, hubo noches que no dormí, por el miedo de tener que volver a parar».
Si algún día el mundo vuelve a la «normalidad», ¿qué quedará de todo esto? «Yo no creo que el cine cambie mucho, el trabajo implica verse con el resto del equipo, diagramar y desarrollar las tomas juntos», dice Werner. «Lo primero que uno hace cuando todo el equipo se junta a trabajar es el famoso page to page, donde se lee el guion para que todos tengan claro escena por escena qué se va a hacer y cómo. Y pudimos hacerlo virtual esta vez. Hoy se hace todo de otra manera por una necesidad de la industria, para proteger los puestos de trabajo, pero si no fuera por eso diría que hacer cine en pandemia es una locura, porque la actividad en muchos aspectos es como una fábrica: presencial y de conjunto».