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Un amor para siempre

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María Carolina Stegman

Con más tiempo libre y el deseo de compartir la vida con otro ser vivo, muchas personas y familias decidieron adoptar perros y gatos durante el aislamiento.

(MT-R/Shutterstock)

Según indican los datos de 2016 sobre la tenencia responsable y sanidad de perros y gatos de la Ciudad de Buenos Aires, unos 430.000 hogares porteños tenían un perro como parte de su familia y otros 250.000 albergaban un gato. El mismo relevamiento indicaba que a medida que se salía hacia la periferia se presentaban las mayores debilidades en el cuidado de las mascotas, pero aumentaban los cuidados comunitarios de los animales que estaban en la calle, algo que se observa en muchos municipios del Conurbano bonaerense y del Interior al calor del trabajo de rescatistas y voluntarios de refugios. El 2020 y lo que va del 2021 sin dudas serán recordados como años bisagra donde la vida dio un giro inesperado para todos en el planeta.
El aislamiento social obligatorio fue vivido de tantas formas como familias existen, los vínculos se pusieron a prueba en muchos casos por la convivencia de 24 horas al día y para algunos hogares significó la oportunidad de sumar una mascota a la vida de sus integrantes. De acuerdo con los referentes de organizaciones que trabajan rescatando animales abandonados y dándolos en adopción, la calidad de las adopciones en pandemia es muy buena porque fue hecha a conciencia y aprovechando que había más tiempo para adaptar al ser de cuatro patas a la casa. Con todo, el aumento de perros y gatos que pasaron a formar parte de una familia fue cercano al 30%, cifra que balanceó en muchos casos el abandono que la pandemia también incrementó.
«Antes de la cuarentena estábamos en unas 30 adopciones mensuales, a partir de la misma subimos a 90. La mayoría de los adoptantes fueron parejas, personas con hijos, creo que no fue por una cuestión de soledad a raíz del aislamiento, es decir que no fueron adopciones instrumentales, sino personas que tenían ganas hace tiempo de sumar un animal a sus familias pero entendían que no era el momento porque estaban todo el día fuera de la casa. Paralelamente al boom de adopciones también hubo un boom de abandono, de eso se habla poco. Mucha gente se volvió a su provincia o a su país, cerró la puerta de su casa y dejó atrás a sus animales. El aumento de las adopciones nos permitió transitar esta situación mucho mejor», señala en diálogo con Acción Sergio Moragues, director de El Campito Refugio, ubicado en el partido de Esteban Echeverría, que alberga y asiste actualmente a unos 450 perros.
Según reflexiona Moragues, en los últimos años se pasó de la compra de animales a la adopción de perros y gatos callejeros, no obstante, se lamenta, siempre va a haber un porcentaje de gente que es impermeable a esto. «Siempre habrá quien esté más guiado por ciertos aspectos frívolos, con esta cuestión de exhibirse con objetos de consumo de lujo, los perros que se compran tienen esa característica. Aun así, gran parte de la sociedad hoy adopta perros callejeros e incluso quienes compran lo hacen desde la vergüenza, hay más consciencia de que la vida de un ser vivo no debería estar en el mercado», asegura.
Quienes también reportaron un aumento en la cantidad de adopciones fueron los integrantes de la organización Proyecto 4 Patas, cuyos voluntarios desde hace 14 años luchan contra el abandono y el maltrato animal, rescatando, curando y reubicando a perros y gatos. Javiera Stabile, su referente, comenta que «la gente se animó porque tenía más tiempo. Durante los primeros meses se dieron 10 gatos en adopción, es un montón, y perros que hace mucho esperaban un hogar, animales más viejitos. Estábamos muy felices. Somos un país mascotero, en Argentina hay muchos animales de compañía, pero faltan más políticas públicas de cuidado, castración y tenencia, todo depende de dónde vivas. En Capital Federal se ve más acción, no así en provincia», sostiene Stabile quien coincide en que hoy existe más conciencia de rescatar animales callejeros en vez de comprar.

Una experiencia innovadora
Desde 2013 el municipio de Berazategui cuenta con la primera Clínica Veterinaria Municipal gratuita del país, una iniciativa que los vecinos celebran porque encuentran allí la contención para sus animales enfermos o para prevenir que lo estén. Además de brindar atención médica, castraciones y vacunación antirrábica de forma gratuita, este centro asistencial funciona en red con el refugio Los Privilegiados, ubicado en el mismo partido, donde se alberga a unos 150 animales.
«Nosotros también vimos que en la cuarentena aumentaron las adopciones, entre un 25% y un 30%. Al estar más tiempo en la casa muchas personas que viven solas encontraron en una mascota una compañía. Cuando una persona decide adoptar se hace un estudio ambiental, se visita la casa para ver si está bien cercada para evitar que el animal se escape o si hay niños, algo importante dependiendo del animal que se incorpore», indica Jeremías Mc Hardy, director de la Clínica.
La recomendación que da Mc Hardy es que tal vez un perro cachorro no sea ideal para una persona mayor o un niño, sino tal vez un animal adulto, con el carácter establecido y una rutina ya incorporada. «En una familia con chicos los cachorros juegan y puede arañar a los niños, un animal adulto es mejor. Una de las cosas que remarcamos durante la cuarentena cuando venían a adoptar fue que pensaran qué tiempo iban a tener para la mascota luego, cuando volvieran a su actividad normal. Muchas personas desistieron porque vieron que cuando trabajaran normalmente no podrían dedicarse a cuidarla. Los animales necesitan tiempo y el deseo de tenerlos», subraya.
En la Clínica, que depende de la Secretaría de Salud del municipio, también se vacunan a perros comunitarios, son los que tienen sus casitas en la vereda y reciben alimento de voluntarios y vecinos.
«Lo ideal es que no haya animales abandonados, están en la calle porque nosotros los ponemos ahí, es el que tiene cachorros y no los puede ubicar, el que adopta un perro y se arrepiente. Creo que tenemos que hacernos cargo de ellos desde todos los estamentos. Un animal genera bienestar, compañía; el ronroneo de un gato es como un mantra. El perro es incondicional, vos estás de mal humor o triste y se acerca, te apoya el hocico, te da la pata. Muchas personas prefieren la compañía de un perro o gato que de otra persona, hay que reflexionar en cómo nos tratamos con nuestros semejantes. Por suerte, estamos viendo que los chicos tienen otro tipo de educación –concluye Mc Hardy– , están más conscientes de cómo cuidar a los animales, de cómo alimentarlos o sacarlos a pasear».

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