6 de mayo de 2021
Mientras proyecta su nuevo disco, el cantautor estrena temas sueltos a través de las plataformas y homenajea a Ignacio Corsini con su trío de guitarras. La heterogeneidad estética como norte y la búsqueda del punto exacto donde calibrar su voz.
Estudio casero. El compositor y cantante en su laboratorio de canciones. (3Estudio/Juan Quiles)
Pablo Dacal capeó a su manera el temporal de la pandemia y tuvo un 2020 productivo: editó cuatro singles y sobre el final del año ofreció uno de los «conciertos criollos» que viene dando con el trío de guitarras integrado por Gustavo Semmartín, Muhammad Habbibi Guerra y Julio Sleiman, siempre basados en el repertorio de Ignacio Corsini, un cantor de tango que apareció en la misma época de Carlos Gardel y con el que Dacal está obsesionado, a tal punto que tiene en marcha un libro dedicado a su vida y su obra que espera editar en algún momento de este 2021 que recién arranca.
El cantautor ya tiene doce versiones listas para su próximo álbum, y piensa también en «algún desarrollo escénico que lo acompañe», en sociedad con Mariano Llinás y Agustín Mendilaharzu, de la productora independiente El Pampero Cine. «Siempre pensé en grabar discos, y trabajé mucho con ese objetivo en mente. Pero hoy me cierra más la idea de ir sacando singles. De todos modos, el momento de los LP como formato primordial fue bastante corto, si lo pensás un poco: apenas 50 años», dice Dacal, entusiasmado con las canciones que produjo («Pasatiempo», «Nada de ti», «Natalia», «El amigo invisible») y están disponibles en distintas plataformas de streaming. «En todos hay grandes músicos que me acompañan: Ezequiel Spinelli, Daniel Melingo, Gonzalo Aloras, Ale Wonder, Andrés Ravioli, Mariano Malamud», enumera.
Capaz de trabajar su repertorio con la mayor simpleza, acompañado apenas con una guitarra acústica, también puede hacerlo con formaciones de gran amplitud como la Orquesta de Salón, con la que grabó un gran disco allá por 2009 (13 Grandes Éxitos). Dacal dice que hoy, a los 44 años, siente que su capacidad de adaptación se desarrolló de tal manera como para poder amoldarse a lo que se va presentando. «Me guío mucho por la intuición, soy bastante perceptivo y suelo seguir mis sensaciones íntimas, no tengo motivos racionales para explicar por qué grabo solo o por qué lo hago con una orquesta. Estoy más cerca del I Ching que del análisis frío», suelta entre risas.
Fuera del tablero
El compositor celebra la heterogeneidad de su música. «Siempre estoy un poco corrido del casillero en el que supuestamente debería estar, siempre soy un poco “nuevo”. O bien no soy del todo eso que dicen de mí. Es como es, la verdad es que no lo puedo cambiar, ni quiero. Ya me acostumbré a esa especie de devenir de mi carrera», afirma. «Yo disfruto mucho haciendo canciones, disfruto del vivo y también de aprender a cantar cada vez mejor, que es algo en lo que vengo laburando hace mucho porque lo considero primordial. De hecho, soy bastante crítico con mis discos anteriores en cuanto a la voz. Yo entiendo que la voz es algo transparente, es como ponerte frente a un espejo y, al mismo tiempo, es el grado más elevado de expresión de un cantautor, es decir que de alguna manera es lo que me llevó a ser quien soy».
¿Qué significa cantar bien para Dacal? En sus propias palabras, «hay un equilibrio muy fino que se establece en no estar ausente en el canto, pero tampoco estar demasiado presente: acompañar la melodía, funcionar como un canal, abrir la boca para que la música vuele en el espacio, pero no ponerse en el medio, no cabalgar sobre el elefante del ego diciendo “acá estoy yo con mi estilo, mis clichés, mis cositas”. Aunque eso funciona en otros artistas, en mi caso puede interrumpir el discurso. Y si hay demasiada ausencia, todo se vuelve más etéreo, eso le quita corporeidad al asunto. Trabajé mucho últimamente sobre estos aspectos. Fue como tratar de poner en foco una foto que se veía borrosa».