5 de mayo de 2021
Mario Levrero
Dábale Arroz Ediciones
124 páginas
Tal como sentencia Eduardo Abel Giménez en el prólogo de esta inesperada antología, Mario Levrero se tomó en serio las revistas de pasatiempos. Además de ser la base de su sustento económico durante gran parte de su vida adulta, las adoptó como una manera de pensar: algo que se puede rastrear en su literatura, siempre abierta a los enigmas, al disfrute del juego, y también a la tensión que genera. Autor de culto en ambas márgenes del Río de La Plata redescubierto por el mercado y la academia recién luego de su fallecimiento en 2004, Levrero se llamaba en realidad Jorge Varlotta –su primer nombre y apellido– pero también supo ser Alvar Tot (anagrama de Varlotta) para estas columnas publicadas en la revista Juegos a mediados de los 80, donde se permitía tanto evocar los cuentos de Hebe Uhart –otra redescubierta tardía– al hablar del pelo largo de la sota, como recuperar añejas cartas de lectores de la revista Para Ti para generar un ida y vuelta con sus lectores. Deliciosamente circunstancial y fragmentario, tesoro recuperado de unas páginas tan lejanas hoy como aquella revista femenina entonces, este rescate realizado por su amigo Giménez –autor de la mayoría de las fotos de Levrero que pululan en las redes sin el crédito correspondiente– es un volumen menor dentro de su cada vez mayor bibliografía. Pero su lectura permite completar el retrato de un autor que se apasionó con todo lo que encaró, ya sea el correo de lectores de la revista Cruzadas como La novela luminosa, meticuloso diario de su vida cotidiana para el que se ganó el premio Guggenheim, cuya póstuma publicación comenzó la reivindicación de una obra libre y creativa que, buscando respuestas, termina encontrando siempre una nueva pregunta.