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«No tiene sentido caminar sin utopías»

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El dirigente ecuatoriano Galo Mora Witt analiza los procesos de integración regional, la incidencia política de los medios de comunicación y el acecho de lo que llama «la restauración conservadora».

 

Aguas del Pacífico. Setiembre de 1820. En la cubierta del barco San Martín, el general del mismo nombre y Bernardo de Monteagudo hablan bajo. Viajan de Chile a Perú, con la intención de extender el sueño americano de libertad. El periodista y escritor Miguel Bonasso, en La venganza de los patriotas, detalla cómo San Martín encarga al tucumano la «guerra de zapa», a lo que Monteagudo responde: «Sólo el tiempo y la astucia podrán compensar la enorme diferencia material que (los realistas) tienen a favor. Sin información no podremos guerrear. Sin desalentarlos con nuestro discurso no podremos avanzar. Sin convertir a los indecisos no engrosaremos nuestras filas… Como Vuestra Excelencia sabe, llevamos en la bodega de este navío el arma más poderosa». Galo Mora Witt sonríe al enterarse que era una imprenta lo que San Martín usaría como 100 cañones. Al ex secretario privado del presidente ecuatoriano Rafael Correa y ex ministro de Cultura de su país, lo sorprende la historia, no su significado. «Tenía mucha razón el Libertador», dice quien fue secretario ejecutivo del partido Alianza País.
–Un adelantado a los tiempos modernos, ¿no?
–Claro. Incluso hoy la batalla mediática es más importante que la bélica. A tal punto la maquinaria de la información es poderosa, que ni siquiera la masacre cometida contra el pueblo palestino puede ser narrada cabalmente, porque el gran manejo mediático del universo lo tiene Estados Unidos, socio directo y padrino del agresor. En el espectro de los gobiernos progresistas de América Latina, todo aquel que ha sido rebelde fue víctima del complot y la conspiración mediática. Suponemos que en 1820 la verdad era más limitada de comprender y entender, porque el diario llegaba más tarde o no llegaba nunca. Pero ahora está la prensa para bloquearte y confundirte. Para convertir en caudillo al líder, para convertir en demente al patriota, para convertir en ladrón al incorruptible.
–La lupa mediática no parece tener siempre el mismo lente…
–Es que hay claramente una doble moral. Cuando hay que referirse a Conrad Adenauer (primer canciller de la República Federal Alemana), Winston Churchill (primer ministro británico en la Segunda Guerra Mundial) o a Franklin Roosevelt (cuatro veces presidente estadounidense) se los trata de estadistas. Pero aquel que es opositor al capitalismo y defiende su soberanía y a su pueblo es populista y tirano. Hablemos de otro libro, Tirano Banderas, de Ramón del Valle Inclán, publicado en 1926, que tipificaba a nuestros líderes como dictadores del Novecento. Aquí no ha cambiado nada. De Juan Manuel de Rosas a Néstor Kirchner, no pasa nada. Son caudillos de pueblos bárbaros, así se realiza tan elemental ejercicio de falseamiento de la democracia.
–¿Ese es el precio que paga quien desafía a la hegemonía dominante?
–En 1826, Simón Bolívar escribe desde Guayaquil una carta que pronostica lo que va a pasar: (recita de memoria) «Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria a nombre de la libertad». Sólo 30 años antes, John Adams y Thomas Jefferson, segundo y tercer presidente en la historia norteamericana, declaraban sobre cómo iba a ser la relación con nuestro continente. Adams decía: «Por ahora es imposible, dejemos a los débiles españoles allí». Jefferson agregó luego: «Cuando tengamos la población, las armas y la capacidad necesaria, todo será nuestro». Asaltaron el Banco de Haití, directamente, como entraron a robar los museos de 7.000 años de antigüedad en Irak. Aquí no sirve el eufemismo. A tal punto no sirve que antes llamábamos capitales golondrina a los mismos que más tarde se convertirían en buitres. José Peralta, gran pensador antiimperialista ecuatoriano, aseguraba que «no hay ningún pueblo que no haya recibido picotazo de ese águila». Y, por favor, que no haya ofensa. Los ofendidos somos nosotros. A través de la propaganda nos han acorralado. Estando en Buenos Aires, vi un poco de televisión. En un programa, una periodista aseguraba que la presidenta Cristina Fernández ocultaba que su padre había sido colectivero. Son los mismos que dicen que Nicolás Maduro no puede ser presidente por ser colectivero. Leonardo Favio, cuando cantaba y grababa discos, era festejado por tener varios clubes de fanáticas. Cuando Favio filmó sobre Perón, el fanático fue él. Así es el doble estándar con que se juzga a los que no aceptan la geografía de las rodillas dobladas.
–¿Cómo observa el presente escenario de la región?
–Lo primero es pensar que hasta hace 20 años no teníamos nada. Partamos de allí. Estaba Fidel Castro, solito con su alma, luchando contra el mundo. Hay que pensar que hace sólo 16 años que llegó Hugo Chávez al poder, después vino la dignificación argentina a través de Néstor Kirchner, vino Evo Morales, nuestro Rafael Correa, el regreso de Michelle Bachelet, que es una socialdemócrata progresista pero, evidentemente, no es una lacaya del imperio. Yo creo que históricamente, en este mundo tan largo que es la historia, que no es nuestra vida biológica, debemos congratularnos de que hace 20 años no había nada y ahora tenemos la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), el Mercosur, la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y, ya como esperanza más universal, la unión de países emergentes agrupados en los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Aun con los retrocesos que hemos tenido, si hacemos un juicio de valor advertimos que hemos avanzado mucho. Es necesario imponerse a esos retrocesos que, creo, nacieron con temas muy complejos, como la muerte de Chávez y Néstor. La muerte de Néstor puso en suspenso a la UNASUR, recién ahora se revitaliza con la llegada del ex presidente Samper. No tiene la trascendencia ni la ideología de Kirchner, pero ya es importante que sea colombiano y anti Uribe (Álvaro, presidente colombiano entre 2000 y 2010). Doble mérito. El ALBA quedó reducida tras la muerte de Chávez, hay que reconocerlo porque si no reconocemos dónde estamos pisamos en falso.
–El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, habla del acecho de la restauración conservadora.
–Ciertamente. La restauración conservadora acecha porque ya se dio cuenta por dónde van los tiros. Al principio, los sorprendimos como Carlos Monzón a Mantequilla Nápoles en el primer round. Los agarramos con la mandíbula floja, pero ellos ya están avisados. Ya saben por dónde enfrentarnos, nos acechan, nos acorralan. Y responden a nuestra unidad. ¿Qué mejor forma de hacerlo que con, por ejemplo, la Alianza del Pacífico? Ahí está México, que tiene un poder enorme. Están Colombia y Perú, también con enormes capacidades. Está Chile, diferente a los otros tres pero… Así tratan de desvirtuar los liderazgos. Imaginen una América Latina sin Cristina, sin Dilma, sin Evo, sin Correa.
–¿Dice usted que, en rigor, la derecha nunca se fue del ring?
–¡No! Estaban tomando aire tras la piña de Monzón, como Mantequilla. ¿Por qué les hablo de Monzón? Porque ustedes lo entienden bien. Él tenía una pegada que te dejaba desmembrado, casi al borde del knock out. Nosotros nunca habíamos tenido a las oligarquías al borde del knock out. Ellos tienen una capacidad asombrosa para oxigenarse. Además, en el rincón tienen a un entrenador estadounidense. Y todas las toallas del águila cubren al púgil.
–Más el árbitro…
–Claro, el árbitro les cuenta hasta 20… Y si no, fíjate lo que le pasó a Luis Ángel Firpo, cuando tiró al campeón Jack Dempsey y lo devolvieron al ring a empujones. Ellos tienen los métodos para renacer. Están de vuelta en el escenario de la política internacional. Y lo que menos quieren es que en ese tinglado estemos todos alzando nuestras banderas.
–¿Ayudará Ernesto Samper, recientemente designado al frente de la UNASUR, a revitalizar la integración?
–No conozco a Ernesto, conozco a su hermano Daniel, el escritor. Pero que enfrente a Uribe ya lo dignifica, con eso ya tengo bastante. Ese espíritu puede colaborar a una América Latina más democrática. Quien anhele la paz en Colombia debe impedir que personajes como Uribe se conviertan en cabecera de playa del avance conservador.


–Esta restauración conservadora que menciona parece estar acompañada con protestas de los sectores medios. ¿Por qué se repiten estas manifestaciones y reclamos?
–Estábamos una vez con Correa de visita en una barriada pobre del interior de nuestro país. El alcalde le dijo al presidente que no quería pedirle nada, sino agradecer. «¡Qué cosa extraordinaria!», contestó Correa. Pero el alcalde corrigió el rumbo de sus palabras y agregó: «Usted hizo unas rutas muy lindas y necesarias. Ahora necesitamos ambulancias, porque los autos pasan más seguido y van más rápido». Rafael explicaba: «Ahí está el mandante, convertido ahora en demandante». Porque quiere seguir y es natural, es una aspiración legítima y lógica en el ser humano. Lo que hay que tener es, como explicaba Fidel, una comprensión del momento histórico que vivimos. Si no somos Qatar ni Kuwait, ni somos quienes vamos a atentar contra la propiedad privada para entrar a otro desfase del socialismo del Este, esa ultraizquierda tipificada por Lenin como enfermedad infantil, hay que pensar qué es lo posible, y en lo posible, qué es lo deseable. Siempre, claro, sin olvidar los cambios fundamentales que protagonizamos. El primero, la matriz de la soberanía. Luego, la lucha contra la pobreza. No puede haber nadie que se llame izquierdista, socialista, peronista, comunista, radical, si no lucha contra la pobreza, porque si no todo queda en el vacío del discurso. Esa es la fuente: la justicia y la lucha contra la pobreza, en medio está la soberanía. Estos gobiernos, Néstor y Cristina, Lula y Dilma, Chávez y Maduro, Rafael, Evo, han estado básicamente circunscriptos a estas estrategias. Una vez le preguntaron a Correa «¿Con qué dinero se hace esto? Y él se dio vuelta y me susurró al oído “con lo que antes se robaba”». Eso quiere decir que afectó intereses gigantescos. Ahí está el problema.
–Decía el padre Carlos Mugica, un sacerdote que trabajaba con los sectores más pobres, en las villas porteñas: «No conozco otra manera de que los pobres tengan algo que sacarle un poco a los ricos».
–Y monseñor Oscar Romero, salvadoreño, agregaba que la justicia es como las serpientes. Muerde sólo a los descalzos.
–Ya que hablábamos del doble estándar y estamos ahora con sacerdotes, sumo al obispo brasileño Helder Camara: «Si les doy de comer, me dicen santo. Si les pregunto por qué tienen hambre, me dicen comunista».
–Recordemos una discusión entre Fabio Vázquez Castaño, líder del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y su compatriota, el cura colombiano Camilo Torres. Fabio le dijo: «Oye, en medio de esta lucha, ¿tú crees que existe Dios?» Camilo, señalando al cielo, respondió: «Hermano eso lo discutimos allá. Aquí, los pobres».
–¿Cómo cree que incide en la región la consolidación del bloque de los BRICS?
–Es cuestión de sumar. Tenemos la segunda economía del mundo, China, y la segunda potencia bélica del mundo, Rusia. Esto es lo grave para el imperio. Porque está la representación nuestra, Brasil, el país más fuerte de América Latina, aunque hable otro idioma. Y Sudáfrica, con todo el potencial que encierra. Sin olvidar que entre China e India suman 2.500 millones de seres humanos. Bolívar decía otra frase extraordinaria: «Ellos no nos quieren ciudadanos, nos quieren consumidores». Bueno, acá se les paga con la misma moneda. El problema básico es no poder convertir a esos consumidores en productores. Ahora se intenta. Cuando se habla de imperialismo chino pregunto, ¿a quién invadieron? Estados Unidos invadió Vietnam, cerca de China. Así que no nos vengan con el cuento de los nuevos imperios.
–Funciona, otra vez, el miedo como amenaza.
–Claro, es así. Creo que es importantísimo que los BRICS se asienten. Y será fundamental el banco que proyectan, que llaman «de los 100.000 millones de dólares», porque tiende a romper el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Si aun sin romperlos se convirtieran en alternativa para los pueblos, ya sería una misión histórica.
–¿Tendrán que esperar los que deseen el entierro de las utopías?
–Lo que creo es que no tiene ningún sentido caminar sin utopías, porque la justicia es una utopía. La justicia es más grande que el socialismo, más que todo. La justicia es la palabra más importante y es utópica y hacia allá tenemos que ir. Ella nos acompaña día y noche y en nuestros sueños también. La estructuración de la utopía es otra cosa, cada uno la asume a su modo. Benito Mussolini también pensaba que hacía lo correcto. Nosotros creemos que la receta es la lealtad a nuestra palabra, a nuestra historia y a nuestro continente. No es fácil, pero se puede. Inglaterra reconoció que sin Chile no habría podido ganar la guerra de Malvinas. Eso es una traición a América Latina ¿Y el TIAR, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca? Ahí estuvo Estados Unidos, poniéndose al lado del enemigo inglés. La gran ventaja de estos últimos 18 años es que somos distintos y estamos más juntos. Fíjate tú, estamos aquí charlando, nunca lo habíamos hecho. ¡Y eso que ustedes hasta nos mandaron a Domingo Cavallo! (ríe). Pero nosotros les mandamos a Jaime Durán Barba. (Guiña el ojo y se despide sonriendo.)

Diego Pietrafesa
Fotos: Horacio Paone

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