10 de septiembre de 2014
Por primera vez en la Argentina, antropólogos de la Universidad de La Plata buscan desentrañar la historia de descendientes de africanos víctimas de la última dictadura cívico-militar.
Los datos del último censo poblacional señalan que en la Argentina 149.493 personas se autorreconocen como afrodescendientes: 76.064 son varones y 73.429 mujeres. En tanto, en 62.642 hogares hay al menos una persona afrodescendiente.
Las raíces y los orígenes están. Se reflejan en un rostro, en el color de la piel, en el cabello y hasta en los gustos por una determinada música, ritmos que emergen muchas veces como una suerte de memoria impregnada en los genes. Si no caminan por las calles, si son negados o invisibilizados es sencillamente por la mirada eurocentrista que todos los países americanos tuvieron y siguen teniendo hasta nuestros días, mirada que niega y reniega de la herencia africana.
Los años oscuros de la Argentina, que diezmaron una generación, también dejaron su dolorosa huella en la población afroargentina. Desde la Cátedra Libre de Estudios Afroargentinos y Afroamericanos de la Universidad Nacional de La Plata, a cargo del antropólogo Pablo Cirio, se propusieron recuperar los casos de afroargentinos detenidos-desaparecidos entre 1973 y 1983.
«Teníamos indicios de que algunas de esas personas (detenidas-desaparecidas) habían sido descendientes de esclavizados. La investigación trató de poner en relieve a ese grupo de individuos para contar esas historias, muchas de las cuales estuvieron en proceso de juicios y tratadas por la CONADEP. Queremos abordarlas desde una perspectiva afrocentrada porque encontramos pistas que nos permiten entender que el drama de esas personas, cuyos ancestros fueron esclavizados, se repitió de alguna forma simbólicamente o materialmente en esa nueva coyuntura», afirma Cirio.
Actualmente, los investigadores abordan unos 12 casos de personas asesinadas, detenidas-desaparecidas, detenidas y liberadas, perseguidas, y otras que se autoexiliaron, aunque se calcula que pueden ser más. Según refiere Cirio, no hubo un ensañamiento particular en la persecución a los afrodescendientes por parte del terrorismo de Estado, aunque sí se observó que el hecho de ser descendientes de esclavizados, por tener características físicas que denotaban la descendencia afro, provocó saña en la tortura.
Sugus, Nadal y las hermanas Platero
Dentro de las historias que se intentan reflotar se encuentra el de un estudiante de Antropología chaqueño del cual muy poco se sabe. «Partimos de este caso porque al ver su foto y los rasgos que tenía, era incofundiblemente afro, además este hombre tenía un sobrenombre que era Sugus. Empezamos a indagar y las personas que lo conocieron nos llevaron a la conclusión de que era afrodescendiente. Sabemos que cuando fue detenido, este estudiante de Antropología llevaba en sus brazos el disco de una obra que estaba de moda en ese momento, era La misa Luba, del Congo Belga. No sabemos si lo escuchaba porque le gustaba o porque tenía algún perfil identitario», relata Cirio.
Otro de los casos, tal vez el más emblemático y el que refleja el compromiso con la lucha por el reconocimiento de los derechos de la población afro, es el de Enrique Nadal. «Fue una persona absolutamente comprometida con la causa y con la militancia afro en el más amplio sentido. Fue detenido en varias oportunidades, se exilió a Suecia a través de Amnistía Internacional y al regreso de la democracia volvió al país para fundar el Comité Argentino Contra el Apartheid», indica el antropólogo al recordar a este referente de la comunidad afro en Argentina fallecido en 2008.
El caso de las hermanas Platero también forma parte de la investigación de la UNLP. Carmen Platero, que vive actualmente en esa ciudad, creó en los 70 junto con su hermana, Susana, una compañía teatral, la Comedia Negra de Buenos Aires, con el objetivo de visibilizar y concientizar sobre la temática afro en el país. «A partir del estreno de la obra en Buenos Aires, en 1972, el panorama se puso complejo y ellas se fueron a vivir a Tandil. Un día irrumpió la policía para secuestrarlas y a partir de ahí iniciaron una peregrinación por varias ciudades con sus hijos, luego se exiliaron a España, vivieron en Nicaragua, y por último volvieron a Argentina, donde reconstruyeron el proyecto de la Comedia Negra de Buenos Aires con obras de teatro vinculadas con la temática», cuenta Cirio.
Actualmente, los investigadores trabajan en la detección de casos y en la búsqueda de información en fuentes orales y escritas. «No queremos que estos casos queden en un compilado de anécdotas», sostiene Cirio, para quien la difusión y la visibilización de la cultura afro, desde la enseñanza escolar por ejemplo, forma parte de lentos y complejos procesos, en donde tienen que ponerse todos los actores de acuerdo, motivo por el cual concluye que «lo que hace falta es un trabajo de investigación. ¿Qué información se va a consignar si falta el trabajo de base, de documentación? Todavía estamos revisando los libros de historia elementales para ver si Rivadavia era negro o no, si Falucho existió o no y si Monteagudo era negro o no. Somos un país ingenuamente racista, pensamos que como no hay o como no hubo campos de concentración, apartheid o guetos, no hay racismo. Sin dudas, hay una desigualdad histórica, de exclusión, que se replica en el presente en otras desigualdades».
—M. C. S.
Ilustración: Pablo Blasberg