De cerca

Días extraños

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La actriz protagoniza Crímenes de familia, la película local que se convirtió en un fenómeno global a través de Netflix. El teatro y la vida cotidiana en tiempos de pandemia. Cultura en crisis y reclamo de apoyo oficial. Recuerdos de sus experiencias junto a directores como Almodóvar y Aristarain.


(Pizzoli/AFP/Dachary) 

Acara lavada, Cecilia Roth parece una piba rebelde con un cutis que bien podrían disputarse las más afamadas marcas de cosmética para sus avisos de cremas antiedad. Empezó de niña a trabajar como actriz, aunque confiesa que su sueño era ser bailarina del Teatro Colón. Sus padres no dieron el visto bueno por la rigurosidad de la apuesta, que era contraria a su sentido de la vida y de la educación, pero la dejaron tomar clases de danza moderna y de actuación. Hoy su trabajo se puede ver en Netflix en la película Crímenes en familia y, en Flow, en la serie colombiana Los internacionales, donde interpreta a una aguerrida abogada.
Debutó en el cine con No toquen a la nena, de Juan José Jusid, y casi inmediatamente partió rumbo a Madrid junto con toda su familia, debido a que su padre, Abrasha Rotemberg, era un blanco de la dictadura, por ser socio de Jacobo Timmerman en el legendario diario La Opinión. Además de ser una agitadora de la famosa movida madrileña, allí conoció a Pedro Almodóvar, que la convirtió en una de sus chicas y en personaje de varias de sus películas. También fue musa de Adolfo Aristarain, que le escribió un papel a medida en la memorable Martín Hache.
Además de sus trabajos en la pantalla grande, también participó en series de televisión de gran popularidad como Nueve lunas, Tratame bien, Epitafios e Historia de un clan, entre otras. A comienzos de los 90 tuvo lo que pintaba simplemente como un romance veraniego y efímero con Fito Páez, por entonces un rockero en ascenso; pero la historia sirvió de base para varias canciones de amor y de furia del cantante, con quien se casó empapada de ese amor después del amor y con el que tiene su único hijo, Martín, un joven de 22 años, un dotado artista visual.
Acompañada por él, la Roth atraviesa esta eterna cuarentena en su departamento del Botánico. Sale poco. No ve a nadie más allá de su familia y sigue estrictamente todos los cuidados que se indican. Su centro de operaciones está en Buenos Aires, pero su segunda patria es España, adonde va seguido a ver amigos y a trabajar. Es actriz, pero en los últimos años devino también en activista muy comprometida con la causa feminista, referente del movimiento Actrices argentinas y vocera imprescindible de la legalización del aborto. Siempre está en sintonía con el tiempo que le toca vivir. Y desde ese lugar habla en esta entrevista.
–¿Qué proyectos profesionales te frenó la pandemia?
–En este momento estaría en el escenario de la sala Martín Coronado del Teatro General San Martín haciendo Bodas de sangre, de García Lorca, dirigida por Vivi Tellas, con una escenografía maravillosa hecha por Guillermo Kuitca. De todos modos, estamos haciendo una cosa genial con Vivi por Zoom dos veces por semana. Lo estamos preparando porque, con un protocolo muy muy muy limitado, podría subir una persona al escenario por vez para hacer la grabación de las aproximaciones, algo extrañas lo confieso, a la obra que íbamos a llevar adelante. Vivi inventó el biodrama, que es una cosa fantástica y, desde ese lugar, lo estamos desarrollando. Yo interpreto a la madre y estas aproximaciones las hago como Cecilia madre, hija, aproximándome a Lorca desde el destino, desde la mujer en Lorca, de todas las maneras en que pude vivir la maternidad y de todas mis vivencias atravesadas por Lorca, pero no solo desde mi personaje sino también desde cualquiera de los otros con los que sienta que tengo algo vivencial para poner sobre el escenario.
–En estos tiempos fuiste pionera con la obra Amor de cuarentena, que se distribuye por WhatsApp. ¿Cómo fue la producción y la gestación de la idea?
–La obra se hizo primero en Uruguay y se trajo aquí con autoría de Santiago Loza. A mí me encantan Loza y Guillermo Cacace, el director. El elenco se completa con Dolores Fonzi, Leo Sbaraglia, Jorge Marrale y Camila Sosa, elegidos por el director y el autor. La producción fue por WhatsApp, tal cual la va recibiendo el espectador, si se puede llamar así a quien paga por la obra. Está narrada por uno de los protagonistas, es una pieza que se oye. Y cada uno debe actuar como si estuviese hablando íntimamente con ese otro que escucha. En mi caso, fui evocando distintos momentos de mi vida para ir buscando como hablarle al interlocutor. Ahora va a haber una segunda vuelta con otra historia, pero con los mismos actores. Yo ensayaba de noche con Cacace por teléfono porque tenía que probar la voz, porque era el momento en el que yo creía que podía mandar esos mensajes que son siempre los mismos dichos por los diferentes actores. Necesité la noche para poder armar el clima de ese decir, porque solo en ese momento podría haber dejado los mensajes creados en esta obra. De los textos que tenía que decir no podía hacer muchos por vez, hacía dos por noche. Encontré muy rápido el personaje y necesitaba tener muy claro a quién, de mi memoria emotiva, iba a evocar para mandarle ese mensaje. Necesitaba realmente poder meterme en el personaje y en su decir. La obra no era interactiva, quien la compraba no podía hablar con nosotros pero luego sí podía dejarnos mensajes. Y en su mayoría nos contaban que lo vivían como una cita: se ponían los auriculares y se traían una copa y esperaban el mensaje. Muchas parejas se lo regalaron unas a otras. Fue un fenómeno curioso de esta locura que es la pandemia. A la obra le fue muy bien y nos dio mucha alegría poder donar gran parte de la recaudación a la Casa del Teatro, al Museo de la Memoria Trans y a Artistas Solidarios. Eso fue muy importante para nosotros.
–¿Cómo vivís el conflicto que tienen las productoras de ficción con SAGAI, que prácticamente acusan al sindicato de no poder hacer más ficciones?
–Pablo Echarri recientemente dijo lo que verdaderamente pasaba. Él es productor y también actor y dijo muy claramente que, si no tenés plata para pagar a tu planta, a tus actores, sacás de tu propio dinero para pagar la deuda. Otros no lo estarían haciendo. Me resulta notable que un productor como Adrián Suar, que también es actor, no vea el punto de la cuestión y tome la posición que toma, como si él no tuviese responsabilidad en nada de lo que ocurre. Me sorprende su falta de sensibilidad cuando se sabe que el 99% de los actores en Argentina están sin trabajo. Nosotros somos trabajadores que en este momento no tenemos IFE ni nada. Nos pagan por derecho de imagen desde hace muy poco, por una gestión de SAGAI. Y la TV Pública no nos paga una moneda desde 2014. No tenemos aguinaldo ni vacaciones, me refiero especialmente a los que están en planta de canales o productoras, donde nos tratan como laburantes en negro. Yo en esto sé que soy una privilegiada, pero igual tengo la obligación de hablar por mis compañeros.
–Grabaste recientemente un video, junto con otros referentes de la cultura, con el hashtag #emergenciaculturabuenosaires, apelando a las autoridades de cultura de la Ciudad. ¿Qué esperás que hagan los gobernantes?
–Que den ayudas y una solución a esta terrible emergencia que vive la cultura. ¿Y cuál fue la respuesta? Están dando unos créditos a través del Banco Ciudad con el 12% de interés. Ninguna pyme cultural de la ciudad, la mayoría a punto de quebrar, tiene dinero para pagar semejante interés. Es un dibujo, no una ayuda. La emergencia continúa.


(Schwarz/AFP/Dachary)

–¿Cómo te informás?
–Leo El País, de España, también sigo The Guardian, algunos programas de C5N, pero no mucha tevé. Sigo a varios en las redes: me gustan el Profe Romero y muchos que la verdad ahora no recuerdo el nombre. Soy activa en Instagram, tengo Twitter y no escribo mucho, pero cada día le echo un vistazo a diferentes hilos. No tengo Facebook, no me gusta.
–Trabajaste con grandes directores. ¿Qué vivencias rescatarías de Aristarain en Martín Hache, de Almodóvar en Entre tinieblas y de Luis Ortega en El ángel?
–Mi personaje en la película de Adolfo era un personaje muy maltratado por el personaje que interpretaba Federico Luppi. A mí me costaba entender cómo esa mujer podía aguantar tanto, quería encontrar algo de ternura en esa relación, pero Adolfo me decía que no era eso lo que él había escrito y que no quería que pusiese ni una gota de ternura. Me acuerdo una noche que estábamos filmando la escena de la piscina. Hacía un frío bárbaro, estaba en traje de baño y abajo había estufas y estábamos tapados con mantas. Yo seguía empecinada con lo de la ternura, en ese momento no podía entender lo que hoy sí entiendo bien, lo que es la violencia de género, la violencia psicológica. Y Adolfo se puso muy estricto, recuerdo que discutimos y yo terminé llorando y haciendo lo que él quería, por supuesto. A la mañana siguiente amanecí con un inmenso ramo de flores con una tarjeta de Adolfo que decía: «Así sí, ahora sí la ternura». Clarísimo. Ahí entendí todo. En Entre tinieblas pasó algo alucinante. Yo fui al rodaje un día que no me tocaba filmar. Había una escena con un puma. El puma se descontroló y empezó a dar vueltas por el set. Todos estábamos tremendamente asustados. Finalmente atacó a una de las actrices que terminó con 25 puntos en una pierna. Me acuerdo y todavía me da miedo.
En cuanto a Luis Ortega lo que te puedo decir es que es un director que te dirige como bailando, muy cool, te habla y se balancea, es muy dulce, muy encantador y me maravilla ese modo de dirigirme, ese baile que hace al hablar y dar sus directivas.
–¿Qué actrices te deslumbran?
–Cuando era adolescente veía en la tele Cosa juzgada, que dirigía David Stivel, era como un programa de culto de esos años. Medio que lo hacía clandestinamente, porque a mis viejos no les gustaba que lo viese, probablemente les parecía muy fuerte, no sé. Yo estaba fascinada con Bárbara Mugica. Me parecía una gran actriz y una mujer hermosa. Tremendo que haya partido a los 46 años. Fue la primera actriz que me fascinó completamente.
–Con toda la experiencia que tenés, ¿nunca te dieron ganas de dirigir?
–A veces lo pienso. No creo que me anime con el cine pero sí con el teatro, con algo pequeño, con algo independiente. Y no es que luego quiera saltar al terreno mainstream, me gustaría quedarme allí.
–En tu Instagram hablás mucho de que en esta pandemia te gusta encerrarte en tu cuarto a escribir. ¿Qué escribís?
–Cosas que pienso, que me pasan. Escribo a mano y a veces lo paso a la computadora. Tengo cientos de libretas y agendas en las que desde hace años escribo. Llevo también desde hace mucho un diario y me gusta viajar en el tiempo y, por ejemplo, mirar qué estaba haciendo en un día como hoy en un año tal, cinco, diez años atrás. Me gusta ese viaje en el tiempo.
–¿Tenés intenciones de publicar?
–No lo tengo muy claro, pero probablemente me gustaría recopilar las cosas que fui y que estoy escribiendo durante la pandemia y armar un libro con eso. Pero es solo una idea.
–Esto algún día va a terminar, ¿tenés proyectos para lo que venga después?
–En 2021 ya tengo un compromiso para filmar en España, pero no sé.
–Si tenés un contrato, vas a poder viajar.
–Sí, lo sé, pero qué sé yo si tendré ganas. Son tiempos muy raros. Por ahora prefiero vivir día a día.

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