6 de octubre de 2020
(Pablo Blasberg)
En noviembre habrá elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Vale la pena estar atentos porque llegar a ser el capo del imperio no es moco de pavo… y nos toca de cerca a todos.
Además estas elecciones tienen algo especial. Ese algo es Trump. Trump es un tipo increíble.
Hijo de rico llegó a ser más rico aún con el negocio de la construcción. Construyó casinos y torres en distintas ciudades a las que bautizaba con el original nombre de «Torre Trump». Estaba claro que lo importante era él.
Tal vez como un desafío se propuso que un magnate con muchos dólares, si se lo proponía, aunque no tuviera antecedentes en la política y sí en la televisión
–condujo un reality show– podía llegar a ser el inquilino de la Casa Blanca.
En las elecciones, su oponente, Hilary Clinton, obtuvo tres millones de votos más que él, pero por esas cosas de la democracia estadounidense, Trump fue designado presidente.
Fiel a su personalidad un tanto bocona, lo primero que hizo fue pelearse con medio mundo. En cuanto a los mexicanos, a los que trató de violadores y camellos, ordenó construir un muro para evitar el paso de inmigrantes, los mismos que los granjeros sureños necesitan como mano de obra barata para sus cosechas. Hombre un tanto incrédulo, nunca creyó en el calentamiento global y menos que su país tuviera algo que ver con esa fantasía. A los musulmanes no los puede ni ver, aunque llegó a decir que a las musulmanas les encanta el burka, prenda, según él, con muchas ventajas.
Pero la perla de la corona es China. China es el enemigo. China no solamente es culpable del calentamiento global, sino que también es inventora y responsable única del coronavirus. Todo lo que pasa hoy con la pandemia es culpa de Xi Jinping y de sus 1.500 millones de seguidores. Por eso los Estados Unidos se retiraron de la OMS, porque estos no validaban algunos de los medicamentos a base de lavandina que proponía Donald. Estas escaramuzas son parte de la guerra comercial en la que Trump acusa a China de querer obtener ventajas en el intercambio comercial, a la inversa de los Estados Unidos que no desean obtener ventajas del intercambio comercial.
Por si todo esto fuera poco Trump es profundamente misógino. Varias veces trató a algunas mujeres de «cerdas gordas» o «animales desagradables». Creo que puede decirlo porque su tercera esposa, la actual, a quien le lleva 24 años, no le hace grandes cuestiones.
Ahora, ante la proximidad de las elecciones y la posibilidad de perderlas, Trump ya dijo que no piensa entregar la presidencia. ¿Qué irá a hacer el paladín de la democracia mundial, además de esconder las urnas? Como decía mi abuela: «¡Chi lo sa!».