9 de septiembre de 2020
Los argentinos estamos pasando por un momento difícil. El nuevo Gobierno asumió y lo primero que le entregaron, con moño de regalo, fue una economía hecha percha y una deuda externa sideral. A poco, poquísimo, de ponerse a trabajar en estas cosas, aparece una pandemia nueva en el mundo, sin cura y sin vacuna, que obliga a una cuarentena que hace caer la economía, desploma el PBI y hace que crezca la desocupación. Realmente podemos afirmar que este año estamos pishados por los gliptodontes… y por los brontosaurios también. Pero, como si todo esto fuera poco, aparece Duhalde, que, entre otras cosas escribió con Menem el famoso librito, que hoy parece joda, La revolución productiva, y dice que no se harán elecciones el año que viene, pero no por la pandemia, sino porque vamos a tener un nuevo golpe de Estado. Sí, leyó bien: golpe de Estado.
Listo, cartón lleno, llamen al mozo que nos vamos. Esto ya parece un revival de las diez plagas de Egipto.
¿Se puede estar peor que ahora? ¿Qué más nos puede pasar para estar peor? Pareciera que no, pero sin embargo algo queda. Ejemplos: que los formadores de precio sigan aumentando, especialmente los alimentos y no me refiero a las ostras en escabeche sino a los fideos moñitos, que la inflación siga creciendo sin que nadie pueda explicar por qué, que haya una oposición cuyo sustento ideológico es decir a todo que no, incluso antes de enterarse de qué se trata. Que haya presidentes de países importantes como los Estados Unidos o Brasil, que cada vez que abren la boca nos hagan temblar la pera. Que en agosto hayamos tenido temperaturas cercana a los 20°, lo que podría indicar que en enero estaríamos rondando los 50° a la sombra. Que en la pelea con la telefonía celular y la TV por cable, los empresarios bajen más la calidad y volvamos a la papa con dos agujas de tejer para poder ver algo. Que por el clima loco haya sequías e incendios y cuando no los hubiere, haya inundaciones.
Muchas cosas aún nos pueden suceder. Que los anticuarentena se transformen en antivacunas y saboteen la campaña, o imitando a algunos alemanes se transformen directamente en neonazis. Que los chinos y los yanquis elijan pelearse en nuestro país porque ambos tienen instalaciones militares y eso no deja de ser una comodidad y un ahorro de dinero. También podríamos tener algunos terremotos importantes, o bien un tsunami en Gesell. Incluso podría suceder que los jueces de Comodoro Py se declaren atornillados, inagotables e inmortales.
Menos mal que tenemos un Gobierno casi sin estrenar, acompañado del Gauchito Gil y la estampita de Pugliese, que nos permiten ser optimistas.
(Pablo Blasberg)