12 de febrero de 2020
Como cada enero, en la Ciudad de Buenos Aires, la colectividad boliviana celebró en el barrio de Villa Lugano la fiesta de las Alasitas –«cómprame», en español–, con una tradicional feria, donde se rinde culto al Ekeko, deidad de la prosperidad y abundancia, en los últimos tiempos sustituido por toros de distintos tamaños «adornados» con billetitos que casi ocultan su cuerpo. El calor abrasador no impide que lleguen a la fiesta cientos de visitantes en busca de asegurar su prosperidad, suerte, fortuna y abundancia para el año que comienza. Mientras los niños juegan a tirarse espuma y los jóvenes bailan al ritmo de la música del altiplano que ejecuta la banda, hombres y mujeres compran en los puestos la materialización de sus deseos: miniaturas de dinero, autos, casas, ropa, que colocan en un pequeño aguayo, para luego hacerlos ch’allar (bendecir) por el líder espiritual aymara (yatiri), como Marcelino, quien susurra oraciones que mezclan tradiciones prehispánicas y católicas.