Con un repertorio de baladas románticas que hunde sus raíces en el folclore a la vez que se nutre del pop latino, el intérprete y compositor se convirtió en uno de los números más convocantes del país. Tras cumplir su deseo de cantar acompañado por una orquesta, le da forma a su nuevo disco.
15 de enero de 2020
Abel Pintos se mueve como si flotara y aunque sus 186 centímetros de altura podrían ser un impedimento, se desliza entre los objetos y las personas con una ligera liviandad, sin abandonar el gesto calmo y la mueca de una sonrisa dibujada en el rostro. Hace casi seis horas que el cantante, junto con una comitiva integrada por una decena de asistentes, dos de los integrantes de su banda (los guitarristas Marcelo Predacino y Ariel, su hermano), 37 músicos y el director del ensamble, Guillo Espel, habitan el legendario estudio Ion para registrar dos canciones con la mira puesta en el espectáculo sinfónico Universo paralelo.
«¿Vas a usar la silla, “Portu”?», le pregunta a Jorge Portugués Da Silva, el legendario sonidista de 84 años que hace casi cuatro décadas graba en Ion y que niega con la cabeza. «Entonces la uso yo, que estoy más grande», retoma el cantante y compositor. Y las risas inundan el ámbito de la consola instantes antes de escuchar «100 años», la canción insignia de la telenovela Argentina tierra de amor y venganza, una de las piezas de Pintos sometidas a la experimentación sinfónica.
Los aplausos coronan la escucha. «Es que los arreglos son muy buenos y los músicos están muy bien», reflexiona con satisfacción Da Silva. Unos minutos más tarde llega el turno de evaluar la versión de «Cuando ya me empiece a quedar solo», el emblemático tema que Charly García compuso para Sui Generis. Y, a juzgar por el entusiasmo de los presentes, también supera la prueba. En noviembre pasado, finalmente, esos y otros temas fueron ovacionados por su público durante tres noches consecutivas en el Buenos Aires Arena.
–¿Tiene un significado especial la incorporación de «Cuando ya me empiece a quedar solo» al proyecto?
–Cantar con una orquesta sinfónica es cumplir un sueño, pero también quería hace muchos años encontrar el momento de poder cumplir otro sueño, que es hacer una versión de «Cuando ya me empiece a quedar solo». Pero no quería hacerlo en cualquier disco ni en cualquier momento. Necesitaba encontrarme en una situación de revolución emocional, porque significa mucho para mí: es la primera canción que escuché en la voz de Mercedes Sosa y con ella entré en contacto con todo lo que Mercedes significó para mí. Yo era un niño, es el primer recuerdo consciente que tengo de haber llorado de emoción. Y como desde lo musical esto del concierto sinfónico es de las cosas emocionalmente más grandes que he vivido, me parecía que era el momento: es una de las canciones estrella en el concierto y no solamente porque es una canción increíble, sino por el enorme significado que tiene para mí y por la cantidad de años que esperé para atreverme a cantarla.
–¿Y aquel niño conmovido por la voz de Sosa ya soñaba con una orquesta sinfónica?
–No. Pero un tiempo más adelante, sí. Lo del llanto sucedió cuando tenía unos 5 o 6 años y fue a los 11 que escuché por primera vez una orquesta sinfónica en vivo en el Teatro Municipal de Bahía Blanca. Y al escucharla lo primero que pensé es: «Quiero cantar con una orquesta sinfónica». No sabía ni de qué se trataba aquello, ni si tenía que cantar lírico, si tenía que ser actor o qué había que hacer, porque en aquel tiempo no era tan común la unión de la música popular con la sinfónica. Eso vino unos años después, con Metallica y allí se empezó a abrir. Pero sí fanteseé de inmediato con poder hacerlo, así que tiene muchos años este sueño.
–¿Cómo se construyó el repertorio de Universo paralelo?
–El repertorio del concierto no es una especie de grandes éxitos con una sinfónica, porque no se trata de pararse y cantar igual que siempre pero con violines en lugar de guitarras. Lo armé con muchas canciones que por ahí no son de las más populares de mi repertorio, pero que cumplen un rol fundamental porque han crecido mucho y de repente tienen tanto o más carácter que otras que han logrado su espacio dentro de mi música. Me está llevando realmente a redescubrirme y buscar por lugares de mi repertorio donde hacía rato que no andaba. La sensación más constante es que tendría que haber grabado estas canciones de esta manera, como por ejemplo «Arder en libertad», que la grabamos con un cuarteto de cuerdas que arregló y dirigió Guillo Espel en el Estadio Único y en el Luna Park. Pero cuando escuché esta canción con la orquesta, me dije: «Por qué no fuimos más fondo, por qué nos quedamos en el cuarteto», que fue una experiencia hermosa, pero el tema realmente merecía el soporte energético que tiene una orquesta sinfónica. Y eso ocurre con temas que siempre tuvieron un carácter más experimental en mi repertorio, como «Motivos».
–¿Qué te llevó a esta exploración? ¿La curiosidad, la insatisfacción?
–Tiene que ver con la curiosidad, porque necesitaba sentir que era el momento de mi vida para tener en funcionamiento mi carrera y poder dedicar también tiempo y energía a otras áreas del arte que siempre me gustaron. Pero en estas otras ramas tengo que comenzar completamente de cero. Por ejemplo, me hace mucha ilusión poder dirigir yo mismo una orquesta y empecé a estudiar música formalmente hace poco tiempo. Y es todo un camino que acabo de empezar. Me pasa lo mismo con la literatura, ya que hace unos meses empecé a escribir, pero realmente siento que tengo mucho que aprender y quiero que sea todo un camino a recorrer. Sé, insisto, que no dedicaría mi vida cien por ciento a la literatura, sí quiero escribir y publicar libros alguna vez, pero es un deseo que no tengo idea de cómo sería. Sería genial poder vivir el arte de esa manera, poder expresarme humildemente de otras maneras también. No sé qué tan talentoso o productivo pueda resultar en el mundo literario. Tal vez solamente publique un libro y sea horrible, o tal vez me termine sorprendiendo a mí mismo. Hace muchos años que pienso qué genial sería poder hacer música, discos, giras como lo estoy haciendo y también encontrar los tiempos y las maneras de entrar en contacto con lo que llamo mis universos paralelos.
–¿Te imaginás en el futuro convertirte en un gran literato?
–¡La verdad que no! Pero es cierto que admiro mucho a artistas como Fito Páez, David Bowie o Peter Gabriel, porque han abordado sus necesidades artísticas con absoluta libertad, sin creer que sean especiales en nada y resultando ser muy especiales en todo. A mí me gusta la idea de darme esa libertad de expresarme simplemente y que luego los demás digan qué valor emocional o artístico tiene lo que yo pueda estar compartiendo.
Una voz propia
Con una trayectoria de un cuarto de siglo que, en términos de números y resultados, no detiene su curva ascendente, Pintos aborda Universo paralelo como un recreo, una experimentación a la que, dice, le dedicó un año entero. El cantante se muestra convencido de la senda trazada, que lo fue alejando del terreno folclórico y lo fue ubicando, progresivamente, en la constelación del pop latino.
«Esa decisión acerca de mi música sucedió mucho antes de que sea conocido en la Argentina, incluso. Tiene que ver con que el folclore es la raíz, es la base de mi música, que continúa ahí de alguna manera, aunque más no sea con un guiño. Pero luego soy un músico muy curioso respecto de los géneros. De hecho, ahora que hay tantos géneros que han cobrado mayor popularidad, que se venían gestando y están más sólidos y creciendo, me parece una noticia genial, porque siento que hay nuevas herramientas para seguir expresando más a través de la música», sostiene.
Sin embargo, los festivales de verano, con una gran proporción de encuentros orientados al folclore, siguen siendo un suelo fértil para sus canciones. Después de pasar por Jesús María (el jueves 16 de enero) y Cosquín (viernes 31), la agenda de Pintos también lo llevará en las próximas semanas a recorrer los escenarios de provincias como Catamarca, Mendoza, La Rioja, Santa Fe, Jujuy y San Juan.
«Ese tiempo de gira del verano lo disfruto especialmente, porque allí está mi naturaleza: ese es el lugar fundamental, como la génesis y por eso me ocupo tanto de seguir en contacto con eso», dice. «Me siento muy agradecido por el hecho de que, sin ser un músico tradicional, me sigan dando espacio en los festivales folclóricos: estoy muy cómodo y lo disfruto mucho. Además, en esos lugares me dieron las primeras oportunidades, me vieron crecer y en muchos casos crecieron conmigo también. Me encanta, por ejemplo, ir a festivales que tienen 25 años de trayectoria, como los que tengo yo ahora», agrega.
–Lo cual no implica que vayas a desandar ese camino.
–Para nada. Mi música tiene un carácter internacional y lo es naturalmente, sin que eso deba ser visto como un objetivo determinado de mercado. Mi apuesta es que lo ecléctico de mi repertorio se nutra de muchas tonadas distintas, porque realmente me gusta la idea de curiosear desde ese lugar y me alegra poder estar hablando otros idiomas musicales. De hecho, hay muchos países que están abriendo sus puertas a mi música y allí me gusta llegar con mi sello y con nuestra «ye» marcada y todo, pero también me gusta conocer y aprender de los géneros y de la idiosincrasia de cada país que recorro.