25 de septiembre de 2019
Tardecita primaveral. Barcito de barrio. Y en una mesa algo soleada, Rebequita y Tobías disfrutan la coyuntura.
–Tobías de mis altos hornos, estoy decepcionada.
–Pero, ¿por qué, Rebequita de mis amores, horrores y temores? ¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¿No fui lo suficientemente inclusivo? ¿Me dejé llevar por el resto de las vocales y desdeñé la «e»? ¿Acaso alguna de mis gestualidades pudiere ser interpretada como discriminante, incriminante o incluso minante?
–¿Ves cómo sos, Tobías? Mirá, no te hagas el Pichetto conmigo, no creas que vas a lograr con tu sola presencia que triunfe lo impresentable. ¿Por qué te creés que si alguien me decepciona, tenés que ser necesariamente vos? ¿Qué te creés, que soy una vieja que no puedo conseguir a nadie más que me decepcione? ¿Pensás que perdí mi decepsappeal? ¿Que ningún decepcionador serial se va a fijar en mí a la hora de intentar seducirme con falsas promesas para luego no solamente no cumplirlas sino hacer lo contrario y decirme que hizo lo que prometió? ¿Tan poco significo ya para vos, Tobías de mis remedios inflacionados?
–Ay, no, Rebequita de mis horchatas de chufa, no… Vos sos una mujer capaz de ser decepcionada por muchos y muchas. Lo que pasa es que, como estabas hablando conmigo…
–¡Pero qué narcisista de la primera hora que sos, Tobías de mis principados a reclamar! ¿O sea que si hablo con vos, necesariamente hablo «de» vos? ¿Y si quiero hablar del Gobierno, tengo que hablar con el Gobierno? ¿No puedo hablar con vos del Gobierno, o con el Gobierno de vos? ¿Tan patriarca sos que te creés que podés dictaminar con quién, de quién, contra quién y sobre quién hablo? ¡Me decepcionás, Tobías de mis ilusiones primaverales!
–¡Pero Rebequita de mis significativas caricias desde Hurlingham, no lo tomés así!
–¡Yo lo tomo como quiero, cuando quiero y lo que quiero, Tobías de mis tés medicinales! Y si tomo, no conduzco, pero si quiero conducir, no tomo. Ese es el primer tomo de mis principios, ¿entendés?
–No.
–Lo suponía, Tobías de mis búsquedas atávicas. Tu género te impide entender algunas cosas. Pero no te desesperes ni te despereces, porque si el Gobierno te ve desesperado o desperezado, va a tratar de ayudarte, y vas a estar peor, porque su manera de ayudarte es subirte las tarifas, bajarte el sueldo y echarte la culpa de todo.
–Bueno, Rebequita de mis chicharrones, entonces, ¿todo bien?
–No, pero no importa, vamos a hacer como hace el Gobierno en casos como este.
– ¿Y cómo hace?
–Dice «no sucedió» y listo…
Y listo.