13 de marzo de 2019
(Pablo Blasberg)
Si hay un tema hoy que ocupa y preocupa, es el de la Justicia. Mejor dicho, el uso de la justicia con otros fines non santos.
Pero, seamos sinceros, el tema no es nuevo. Martín Fierro ya aconsejaba: «Hacéte amigo del juez,/no le des de qué quejarse,/pues siempre es güeno tener/palenque ande ir a rascarse». Y tampoco la injusticia judicial es un invento argentino.
Les cuento una breve historia: Cambises I fue un rey persa a quien, en el siglo VI a. C., como si no tuviese bastantes mujeres, se le dio por enamorarse de su hermana y, respetuoso de la ley, acudió a los jueces y les preguntó si había alguna ley que permitiera que un hermano se casara con su hermana. Según Herodoto, los jueces, astutos, respondieron que «ninguna ley hallamos que ordenase el matrimonio entre hermano y hermana, pero sí encontramos una que autoriza al rey de los Persas para hacer cuanto quisiese». ¡Genios!
Veintisiete siglos separan a estos ignotos jueces persas de los Bonadíos actuales, pero la línea argumental es la misma. Judicializado el tema, encontramos la ley, o el fiscal, o el juez, o la cámara que diga y haga lo que el poder necesita que se diga y haga. Incluso meter tipos en cana sin causa.
La idea sería tratar de conservar un mínimo de apariencia legal. No digo exagerar como Cicerón que decía «Ubi non est iustitia, ibi non potest esse ius» («Donde no hay justicia no puede haber derecho») porque esto ya es demasiado, pero anunciar que a alguien se le podría iniciar un juicio, que se podrían reunir pruebas, que se lo podría encontrar culpable y, entonces sí, se lo podría poner preso, pero como en una de esas el tipo se aviva y se las toma, lo encanastamos primero y preguntamos todo después.
Muchos deben recordar que durante las dictaduras cívico-militares que hemos tenido que soportar en nuestro país, enseñar Derecho Constitucional en la facultad de Derecho era más difícil que hacer caza submarina en un lavarropas. Era absurdo enseñar algo –la Constitución– que no se usaba. Pero sucede que hoy pasa lo mismo, y no solo con la Constitución, sino también con el Código procesal, el Código penal y el código que se nos ocurra.
Hoy a algunos fiscales y a algunos jueces les dicen desde el palacio de Cambises qué es lo que tienen que decir, hacer y firmar, y ellos lo dicen, lo hacen y lo firman. Tal vez haya de por medio alguna moneda, porque los abogados, sean del Poder Judicial o no, tengan título o no, no trabajan gratis. Pero lo curioso son los motivos jurídicos que se invocan. «Por si las moscas» es uno de los más sólidos y alcanza para que en Comodoro Py metan en cana a gente pre seleccionada.
Como dice un amigo mío: «No hay que tenerle miedo a las leyes, sí a los jueces».