14 de noviembre de 2018
(Pablo Blasberg)
Yo no se si realmente el mundo está loco, loco… creo que sí… pero de lo que estoy seguro es de que en mi querido país estamos del tomate. Para colmo, del tomate transgénico, que parece de plástico y lo cobran como si fuera de platino.
El tema de los precios me provoca chisporroteos neuronales. El otro día un fulano, por las redes sociales, decía que un pasaje a Bariloche podía costar un poco más que una tarta de acelga. Estas cosas me confunden, me desorientan. Para colmo, cuando voy al chino de la otra cuadra y este intenta cobrarme un kilo de yerba más de 100 pesos, mi cerebro se bloquea. Menos mal que mi gastritis actúa de inmediato y sale en mi defensa para que no lleve nada y me olvide del mate, que me provocará más acidez aún. Acidez a mi bolsillo y a mi estómago, en ese orden.
Un amigo aprovecha que el WhatsApp es gratis (porque no piensa lo que paga de abono) y me envía uno, no para invitarme a un asado –costumbre en marcado desuso– sino para darme el dato de que, por estos días, la deuda externa llega a 153.619 millones de dólares. Yo me pregunto: ¿cuánto vienen a ser 153.619 millones de dólares? Hoy estoy preocupado, muy preocupado, por los cien mangos que me cuesta un miserable paquete de yerba y me hablan de ¡153.619…! ¡Millones…! ¡De dólares! Y además me dicen que, junto con mi familia, los vamos a tener que pagar por siempre. Me ponen muy loco, muy, muy, muy…
En la farmacia me anuncian que el precio de los calmantes, que consumo en abundancia, aumentaron. Mucho. Que aumente el precio de los calmantes me pone más nervioso, esto me obliga a consumir más pastillas, lo cual me hace gastar más plata, por lo que me pongo mucho más nervioso. O sea que en lugar de tranquilizarme me raya aún más.
Los funcionarios dicen que bajará la inflación y aumentan las naftas, con lo cual todo aumenta, incluida la inflación. Y para seguir bajándola aumentan las tarifas, al mismo tiempo que anuncian que van a seguir subiéndolas, cosa que, al revés de la promesa de pobreza cero, efectivamente sucede. Continúan subiendo las tarifas, aumentan los impuestos, el peso se devalúa, el Banco Central pone tasas de interés propias de la ciencia ficción, y en lo que hace a la política comercial se permite que todo lo que pueda aumentar, aumente. Los internados del Borda reflexionan «Qué manera tan extraña que tiene esta gente de bajar la inflación».
Uno que sabe pregona que así secan la plaza y entonces sí bajará la inflación. Pero mientras la secan, llueve. Nos dicen que estamos en medio de la tormenta y que lo peor aún no llegó, por lo que hay que estar muy contentos, todos juntos, ya que hoy estamos mucho mejor que mañana. ¡Aleluya!
Realmente temo por mi salud mental.