Además de pertenecer al acervo popular de Cuba, las baladas del trovador fueron interpretadas por figuras como Joaquín Sabina, Ana Belén y Pablo Milanés. Los homenajes cantados que les dedicó a Fidel Castro y Hugo Chávez. Las influencias artísticas y políticas del flamante diputado nacional.
12 de septiembre de 2018
Es un desafío contener a Raúl Torres en un solo perfil. ¿Cómo definir a este cubano multifacético, cuyas canciones han sido interpretadas por los españoles Joaquín Sabina y Ana Belén, la brasileña Simone o su compatriota Pablo Milanés? Músico, compositor, trovador, promotor de colegas, director artístico de un espacio cultural, pero además diputado de la Asamblea Nacional del Poder Popular, responde las preguntas desde su doble condición de artista y militante de la Revolución.
La entrevista transcurre en el Barbaram, un popular lugar de encuentros habanero frente al parque Zoológico. Suele tocar ahí este prolífico creador de decenas de baladas. Una de esas melodías la compuso el día siguiente al que falleció Fidel Castro. «Hombre, los agradecidos te acompañan, cómo anhelaremos tus hazañas, ni la muerte cree que se apoderó de ti», dice la letra. «Cabalgando con Fidel» es, a esta altura, una especie de himno que se escucha de Oriente a Occidente, por toda la isla. Torres lo sabe y es casi inevitable que se lo pidan en sus presentaciones.
–¿Cómo surgió la idea de componer una canción sobre Fidel?
–Nació cuando me enteré de su muerte aquí, en el bar Barbaram. Yo dirijo artísticamente este lugar y esa noche tocaba un amigo, un trovador que se llama Tony Ávila. Me dieron la noticia y la recibí ahí afuera, cuando estaba por entrar. Me subí al escenario, se lo dije a Tony y él paró la música un instante. Lo comenté en el recinto y todo el mundo se quedó paralizado. En ese momento hubo gente que gritaba, que no lo creía, que lo atribuyó a una mentira. Sensaciones entendibles, por supuesto. Pero después, cuando se corroboró la noticia, hubo mucha tristeza. Yo regresé a mi casa, no dormí y sobre las cinco de la mañana empecé a escribir versos que me costaron unos treinta minutos terminar. Luego tomé la guitarra, los musicalicé y se convirtió en la canción «Cabalgando con Fidel». Si tuviera que contar todo lo que significó él en mi vida no terminaría nunca. Me ayudó a ser el hombre que soy, a honrar la vida.
–¿Es una composición que tiene una idea de homenaje parecida a la que le dedicaste a Hugo Chávez con «El regreso de un amigo»?
–Sí, así es. A «Cabalgando con Fidel» le hizo arreglos Pancho Amat, la grabamos con el acompañamiento de la Orquesta Sinfónica Nacional, la trompeta de Yasek Manzano y con las voces de Eduardo Sosa, Luna Manzanares y Annie Garcés. La canción de Chávez es de marzo de 2013. Al otro día de que dieron la noticia de su fallecimiento,
yo estaba en la casa de un amigo. Estaba desolado y con un poco de asma, porque soy asmático. No pude ir por eso a firmar el libro de condolencias, pero hice los versos de esa canción, como pasa siempre primero, y después la musicalicé. Chávez me inspiró desde siempre.
–¿Cuáles son tus influencias musicales?
–Recibí muchísimas influencias, aunque me identifico como un trovador cubano. Si bien destaco que la música latinoamericana pesó mucho sobre mi trabajo, el folclore argentino me influyó muchísimo. Me encanta, soy su consumidor, me gustan sus compositores. He compuesto zambas, chacareras, me he metido de lleno en eso. Pero también he incursionado en la música brasileña, porque viví en Brasil durante tres años.
–¿Cómo se dio esa experiencia?
–Pablo Milanés, a quien ya conocía por su hija Lynn, que había venido a uno de mis conciertos, le hizo un comentario a Simone, que estaba de visita en Cuba. A ella le gustaron mis canciones y me invitó a Brasil, donde nacieron mis dos hijas. Viví en Belén du Pará, en Río de Janeiro y en San Pablo también. Fito Páez me ayudó muchísimo allá, fue un padrino para mí, además de la influencia que me dejó su música. En esa época yo era una especie de buscador de culturas, un investigador y fue una etapa que aproveché mucho. Después de que me fui de Brasil, seguí a España y también a Estados Unidos. En este país al menos lo intenté, pero estuve quince días. No pude soportar tanta petulancia. Pero volviendo al tema, me he dejado influir por las mejores músicas, sin prejuicios. Mi cabeza no para y a veces quisiera que descansara.
–Se dice que Milanés fue tu descubridor, ¿qué hay de cierto en eso?
–A Pablo le gustó mi música y en agosto de 1989 me invitó a su espectáculo Conciertos amigos, en la sala Avellaneda del Teatro Nacional. También estaba Xiomara Laugart, que cantó varias de mis canciones: «Se fue», «Hojarasca» y «Nítida fe». Yo he grabado con él tres o cuatro discos. Uno de los que hicimos se llama Raúl y Pablo y son dieciséis canciones mías producidas totalmente por Pablo y arregladas por él. Ese trabajo nos llevó a pensar hacer la segunda parte de ese disco. Todavía no se ha dado la ocasión. Ojalá podamos concretarla pronto.
–¿Qué representa para vos que canten tus canciones Ana Belén, Simone y Sabina, además de varias intérpretes cubanas?
–Esa situación siempre me ha tocado muy fuerte, no me es ajena, pero no me gusta ir por la vida presumiendo de eso. Creo que es algo que incluso llegó a sobrecogerme en algún momento, porque a veces me pregunto: yo hice eso tan lindo que está cantando, que está interpretando esa mujer o ese señor. Realmente no puedo negar que me guste que canten mis canciones. Al contrario, me gusta muchísimo.
–¿Qué hace un trovador desde sus letras y su música para generar conciencia sobre este mundo cada vez más complicado, más belicista?
–Siempre voy a esforzarme más. Mis canciones deben ser mejores, para enfrentar esa soberbia del Imperio que tenemos acá cerca. Espero que realmente mi música le sirva al objetivo que perseguimos los pueblos latinoamericanos. Los pueblos no quieren esa opresión. Y realmente mi canción va a seguir sirviendo para eso. Yo estoy dispuesto a dar mi vida por mis canciones y voy a seguir cantando y defendiendo lo que creo.
–En una entrevista dijiste que un artista cubano tiene que ser bien de Cuba, como si existiera una condición de la «cubanidad» que cumplir. ¿Por qué?
–En los últimos tiempos he pronunciado mucho la palabra que tengo en mente siempre, y es la palabra agradecido. Yo soy un hijo de la Revolución de mi país y no niego ni negaré nunca, ni renegaré de lo que he aprendido y de la persona que soy por esta Revolución. Porque he logrado alcanzar la posibilidad que he tenido, y sé que no la tendría en ningún otro país del mundo. He podido disfrutar de una enseñanza maravillosa, he podido disfrutar de espacios para proyectar mi arte, he tenido la posibilidad incluso de decir lo que yo he querido en cualquier lugar.
–¿Qué significado tiene para vos la Revolución cubana de Fidel Castro, el Che, Raúl y la generación de Sierra Maestra en tu carrera como artista?
–Es una cantera, una forja donde se han formado muchos y otros más que no son agradecidos. Esa es la parte que más me choca. Porque uno puede renegar de un sistema, pero tiene que ser consciente de que ese sistema lo hizo persona. Y tiene que sopesar las cosas y decir: soy alguien gracias a que me gradué, soy alguien y estoy trabajando en este hospital de este país porque me gradué de médico. Estudié en una buena escuela, en donde no pagué ni un céntimo para ser quien soy. No hablo solo de médicos o de ese tipo de profesionales, sino de muchos oficios de gente que no es agradecida. Que habla cosas para ganar favores del Imperio. Es triste ver a esas personas, a mí me indigna muchísimo.
–¿Y hay otras razones que te hagan sentir agradecido?
–Le doy gracias a Dios de haberme dado herramientas de la música y de la lírica para defender a mi Revolución y a mi país. Es un privilegio y me llena de orgullo decir las cosas que digo en mis canciones. Cantarles a mis héroes, a los grandes hombres que han dado su vida, que se sacrificaron para que Cuba tuviera dignidad en el mundo, porque antes de la Revolución, Cuba era un país inmoral y eso se debía a los tiranos que oprimían al pueblo cubano. Fidel y su Revolución le dieron dignidad a Cuba, la pusieron en un lugar muy alto. Y eso para mí es suficiente para defenderla con mis canciones. Me llena de orgullo que me llamen fidelista si es por eso. Lo digo sin ningún problema. ¡Soy fidelista!
–¿Cómo pensás que es observada Cuba en el resto del mundo?
–Yo creo que mi país es un paradigma de resistencia para el mundo entero. Somos un pueblo que resiste a tantos embates injustos; uno, el principal, es el bloqueo más criminal de la historia de la humanidad. El bloqueo que le están imponiendo a Cuba nunca se ha visto durante tantos años. Un acto de guerra que nosotros hemos resistido y, a cambio, seguimos con la actitud de ofrecerle una sonrisa al mundo. Nos bloquean y nosotros mandamos médicos a Siria, al África cuando nadie quería meterse a curar el ébola. Y no solo eso: Cuba está dispuesta a ayudar en cualquier lugar. Tienen que aprender mucho de mi país esos que oprimen a los pueblos, los que asfixian a los pueblos y a nosotros los cubanos. Pero muchos latinoamericanos nos quieren y nos acompañan en esta lucha.
–Asumiste una banca de diputado nacional y participaste en la última Asamblea del Poder Popular el 18 y 19 de abril pasados. Sin embargo, una de tus últimas composiciones se llama «Canción de amor para un diputado», que es una parodia de la clase dirigente. ¿Por qué la escribiste?
–Sí, claro, está dedicada a los burócratas. Es una canción que conlleva una crítica para aquel que tiene un puesto, se acomoda, llegó hasta ahí y no hace nada, no mueve una paja, como decimos acá, porque el prójimo esté alegre o por lo menos que no se quede llorando. A esa gente que no hace nada le hice yo esta canción y es porque si un burócrata tiene la posibilidad de alcanzar el poder, debe utilizarlo al servicio de los demás, que de eso se trata en esta vida. Yo creo que la alegría de uno mismo consiste en que los de nuestro alrededor sean felices.
Fotos: Daniela Sallet