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«La derecha no es democrática»

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El dirigente cooperativista despliega una mirada comprometida con el ideario solidario acerca del escenario político, la gestión del gobierno, la movilización social y las consecuencias del modelo económico implementado desde diciembre de 2015. Alternativas para un proyecto progresista.

El director del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, adscripto a la presidencia del Banco Credicoop, exdiputado nacional y secretario general del Partido Solidario, analiza –en diálogo con Acción– la coyuntura política y económica y las perspectivas para la conformación de un frente de unidad de las fuerzas que se oponen al modelo neoliberal.
–¿Cómo define la actual situación política y económica de la Argentina?
–En 2015, hubo una derrota importante del kirchnerismo, que yo hago extensiva al campo popular. Fruto de esa derrota y de la implantación de políticas neoliberales irrestrictas, venimos atravesando las consecuencias de ese modelo. Porque allí está el problema: es el modelo neoliberal en el marco de un proyecto político de derecha. Los matices sobre el gradualismo que pueden existir son absolutamente secundarios, porque ambos caminos no son más que una cuestión de ritmo que conducen a la Nación y al pueblo hacia un abismo. Hubo un triunfo legítimo del macrismo en términos electorales, pero discrepo de quienes creen que la derecha es democrática. Triunfó en los comicios, pero la derecha no es democrática. Y no lo puede ser porque así lo demuestra la historia argentina. Representa intereses económicos, culturales y políticos que en esencia van contra los intereses generales de las mayorías. Y a poco de andar, inevitablemente, tiene que renegar del espíritu democrático que plantearon en la campaña. Este gobierno quiso poner ministros de la Corte Suprema de Justicia sin tratamiento parlamentario, vetó leyes y presentó un sistema de político cada vez más coercitivo para administrar la cosa pública y las reacciones populares. En 2017, hubo reacciones populares muy importantes…
–Pero esas movilizaciones no alcanzaron a torcer el rumbo, y finalmente el gobierno volvió al FMI.
–Es cierto que no lograron consolidarse y que fueron espasmódicas, pero esa visión me parece un tanto lineal. Suele decirse que la calle entra por los ventanales del Congreso Nacional, y fue así. En diciembre, se generó un viraje político y en la opinión pública por la reacción social en la calle contra la autodenominada «reforma jubilatoria». En ese momento, se quebró la alianza entre la oposición que pactó con el gobierno leyes transcendentes, como el pago a los fondos buitre y la reparación histórica. Ellos son los que avalaron la estrategia del gobierno, porque desde allí suponían que iba a venir la lluvia de inversiones. Pero hubo un cambio en la relación de fuerzas políticas. A posteriori, el plan económico del gobierno fue fracasando dentro de su propia lógica. Uno se tendría que preguntar: ¿Quieren o no quieren que el dólar esté alto? Por un lado, sí, quieren, porque son devaluacionistas. Y este no es un tema solamente doctrinario, es de intereses económicos, de intereses de clase. Los sectores exportadores y, en primer lugar, los de la Sociedad Rural son el histórico partido devaluacionista. Por otro lado, las variables económicas se le van complicando al gobierno. En el medio, ocurrió el triunfo de 2017, que todavía tiene un plafón electoral de cierta importancia. Digo «cierta» porque acepto que el gobierno se consolidó entonces, pero la lectura triunfalista era exagerada. No hay consultor que no diga que una parte importante de votantes de este gobierno se le fue en diciembre y no volvió. Eso no implica que se haya ido a opciones opositoras kirchneristas, pero no volvió.
–Habría que preguntarse si el gobierno cometió errores o si su plan siempre fue ir al FMI y aplicar un fuerte ajuste.
–Nuestra visión es que no se trata de errores ni de tormentas. Es el modelo económico social y el proyecto político de Mauricio Macri, que está enrolado en una estrategia continental diseñada por Estados Unidos para consolidar gobiernos neoliberales y conservadores y revertir los proyectos latinoamericanistas. Claro que hay torpezas, idas y venidas y contradicciones flagrantes. Pero lo central no es eso, y las explicaciones meteorológicas son mecanismos de marketing que desmerecen al presidente. El gobierno enfrenta una fisura en la opinión pública, la oposición comienza lentamente a rearticularse; pero, sobre todo, aparece nuevamente el protagonismo de las calles. La movilización social en la Argentina juega un papel muy importante para dinamizar la lucha política e, incluso, para influir en esa rearticulación opositora. Hubo dos grandes marchas: el 25 de mayo y el 9 de julio. Y, además, la gran movilización de las mujeres es un acontecimiento social y cultural histórico, por el protagonismo de un sujeto social que estaba subestimado. Allí se recuperó un espíritu de rebeldía, porque no hay futuro para un país sin esa rebeldía contra un gobierno tan injusto y arbitrario como este. Estamos ante un gobierno que ha perdido la iniciativa y empieza a estar a la defensiva.
–¿Cree que hay un resquebrajamiento de la alianza de poder real que sustenta al gobierno de Cambiemos?
–Resquebrajamiento no hay, sí veo un incremento de las tensiones entre radicales y el Pro, por las malas perspectivas que se perfilan ante la sociedad. Pero siguen detrás de un proyecto conservador único. Más allá de eso, el establishment tiene diversas fracciones de poder económico y político. Hay una fracción altamente beneficiada por estas políticas, como la Sociedad Rural, los sectores exportadores del campo, lo sectores financieros y los grandes bancos. Los que están más ligados al mercado interno tienen dificultades crecientes, y las pymes están sufriendo muchísimo debido a una apertura descabellada que no realiza ningún país de la tierra. Pero la crema del establishment sigue apoyando a este gobierno. Ninguna consultora registró menos del 70% de rechazo al acuerdo con el Fondo Monetario, y el gobierno fue derrotado en la discusión por las tarifas tanto en las calles como en el parlamento, por lo que se vio obligado al veto. En ese momento, se expidieron públicamente la Asociación Empresaria Argentina y todas las grandes organizaciones del poder económico, como la de los banqueros, el Foro de Convergencia; es decir, la crema del establishment salió a respaldar al gobierno. Y lo siguen apoyando, porque este es su gobierno contra lo que ellos denigran que es el populismo, el latinoamericanismo.
–¿Qué rol están jugando los medios hegemónicos en este contexto? Por primera vez desde 2015, comienzan a escucharse ciertas voces muy cercanas al oficialismo que toman distancia de algunas medidas oficiales.
–A los medios les caben las generales de la ley en relación con el establishment. Siguen estando con el gobierno porque este es su gobierno; pero desde su pragmatismo empresario, desde la necesidad de responder a sus lectores, al rating, toman cierta distancia, hacen señalamientos que antes ocultaban y aparecen matices propios de la fisura que sufre el gobierno. Dentro del periodismo, una profesión tan noble y tan digna y sufrida en todo el mundo, hay una parte que se adscribió en forma irrestricta al proyecto de Macri y de los dueños de los medios. Pero la mayoría no es así, y ahí sí acepto el reto de la pregunta: existen sectores del periodismo que creyeron sinceramente que podía haber una expectativa con este gobierno, porque les disgustaba el anterior, y, entre ellos, se nota ahora una postura mucho más crítica y más permeable a expresiones opositoras.


–¿Qué perspectivas tiene el armado de un frente opositor contra el modelo neoliberal en 2019?
–Eso requiere de algo básico y obvio que es la unión, algo que siempre fue difícil para los espacios democráticos y populares. No es un problema de época o circunstancia, porque por algo estamos en fuerzas políticas diferentes. A diferencia de la derecha, no tenemos el pragmatismo del dinero y del poder, sino visiones relacionadas con nuestros ideales, nuestros principios, con el futuro de la patria; y eso le genera complejidad al asunto. Pero estoy muy esperanzado, creo que se va a ir logrando articular la oposición política y así conformar una gran propuesta para la sociedad, con expectativas de derrotar al modelo conservador y volver a abrir un cauce que recupere a la Nación. Estamos todos en eso, creo que va creciendo la conciencia de que es imprescindible tener posiciones de grandeza para ir logrando la unidad. Un punto central para la unidad es la idea y el programa. Para nosotros, es imprescindible ofrecerle a la sociedad una propuesta y una promesa clara, que sea un compromiso de gobierno para el futuro. Y no me refiero ni a 100 puntos ni a 50, sino a cuestiones centrales que definan el rumbo que ese frente le debería ofrecer a la sociedad. Ese sería el mejor camino para transitar el proceso tan complejo y contradictorio de la unidad de las fuerzas populares. Soy optimista, reitero, porque creo que va a haber más calle, más reacción social, más protesta, no solo de los trabajadores, sino también de las diversas expresiones de las clases medias y de la cultura. Ese protagonismo de la sociedad va a influir desde abajo hacia arriba en el reclamo de que haya una unidad y de que haya un contenido ideológico y político avanzado, progresista y transformador.
–En este contexto de movilización creciente, ¿se vislumbra mayor represión por parte del gobierno?
–Por su sentido de clase económica y cultural, los gobiernos conservadores traen un rasgo coercitivo y eventualmente represivo. Por eso creo que ese peligro existe. Coerción ya hay: contra todos los medios de comunicación popular, los periodistas populares, los luchadores, los estudiantes secundarios y universitarios, la represión al pueblo mapuche. No quisiera dejar de reclamar justicia por Santiago Maldonado, por Rafael Nahuel. Rafael fue asesinado por la espalda, todo el mundo lo sabe y no se avanzó para que se haga justicia. Hay una parte del Poder Judicial que sigue el modelo que viene de los grandes centros del poder mundial, como pasa en los otros países del continente. Dentro de ese esquema, creo que el gobierno se puede desplazar hacia posiciones más coercitivas y más represivas. De todas maneras, en la sociedad hay un fuerte espíritu de defensa de la democracia. Somos los principales interesados en que haya una democracia plena y extendida. La democracia es un logro histórico de los trabajadores y de los sectores populares; no es un regalo. Los sectores populares necesitamos que haya más espacios democráticos para poder desplegar nuestra lucha por cambiar la sociedad. Porque la derecha tiene el poder de facto, tiene el poder real.
–¿Qué papel desempeña el movimiento cooperativo en esta coyuntura?
–El movimiento cooperativo ha jugado siempre un papel importante al defender el sistema democrático y ofrecer un sistema de gestión social, económico y cultural distinto del capitalismo tradicional, que se basa en el lucro y la maximización de la ganancia. Hay un gran fracaso del sistema capitalista, porque el nivel de concentración es tan fenomenal que va destruyendo el tejido social y la naturaleza. El cooperativismo es una de las herramientas para evitarlo. Nosotros, en el movimiento cooperativo de crédito en la Argentina, somos una expresión viva y concreta de eso.
–El macrismo gobierna desde hace más de doce años en la Ciudad de Buenos Aires. ¿Por qué no se perfila una opción opositora fuerte en el distrito?
–La gestión de esta ciudad está muy ligada con las políticas nacionales. La gestión de Mauricio Macri en la ciudad se benefició también de una mejora social enorme que provino de los gobiernos kirchneristas. No es que eso ocurrió en el Gran Buenos Aires y no ocurrió en la Ciudad de Buenos Aires. Y ocurrió con las clases populares y mucho más con las capas medias. Ese fenómeno, en parte, fue funcional a la captación por parte del Pro de una parte de la sociedad. Siempre hubo acá una parte estructuralmente de derecha y otra que fue captada. Pero esta perspectiva nacional tan anti clase media y antitrabajadores del gobierno nacional también se va a expresar en la ciudad. Creo que el fenómeno Carrió no es eterno. La posición que tuvo con relación a la legalización del aborto, que en esta ciudad tiene opinión favorable mayoritaria, junto con sus posturas cada vez más agresivas la van deteriorando ante la sociedad. Estoy convencido de que tenemos un problema de carácter cultural. Los opositores debemos ir con más fuerza al debate de valores y enfrentar esa batalla cultural. Insistir en que los valores del egoísmo llevan a la segmentación y a incrementar los grados de injusticia y de violencia, que debemos apoyarnos en un espíritu democrático tradicional, con una visión de humanismo y solidaridad; y no en la visión elitista y minoritaria. Debemos avanzar hacia una cultura progresista frente a una cultura de lo espectacular, del consumismo, de valores egoístas, individuales. Si logramos encauzar un debate de altura, podemos superarnos.

Fotos: 3Estudio/ Juan Carlos Quiles

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