14 de marzo de 2018
Buenos Aires. Los maestros exigen mejores salarios, pero también mejores escuelas. (Télam)En estos días el conflicto alrededor de las paritarias docentes ha consumido ríos de tinta y de imágenes televisivas a través de una cobertura que se caracterizó por un esquema explicativo un tanto reduccionista y, a menudo, tendencioso.
La negociación paritaria –invención del primer peronismo y herramienta aplicada de manera masiva en los gobiernos kirchneristas– supone un reconocimiento e institucionalización de los y las trabajadoras acerca del modo en que la riqueza producida socialmente se distribuye entre asalariados y empresarios. Cuando un proyecto económico se sostiene sobre la ampliación del mercado interno, la herramienta tiene un sentido progresivo que, mejorando la capacidad adquisitiva del salario, asegura vitalidad a las empresas ligadas al consumo popular. Cuando –como ocurre en el actual esquema– el proceso económico privilegia la transferencia de ingresos a los sectores más concentrados, el salario constituye un obstáculo a la ganancia empresarial.
En el caso de la educación, la paritaria nacional no solo discurría sobre el tema salarial, sino sobre la formación docente y la construcción curricular, generando un modelo de gestión de la política educativa que se hacía bajo un criterio participativo y protagónico de los y las trabajadoras de la educación a través de sus organizaciones sindicales.
El gobierno de Cambiemos defiende un modelo de gestión vertical –autoritario y jerárquico– e implementa una política educativa fundada en supuestos tecnocráticos. Para los funcionarios e ideólogos del proyecto oficial, «calidad educativa» es el equivalente al logro de dos objetivos. Uno, los resultados de operativos estandarizados de evaluación. Dos, la formación de «sujetos empleables» o «emprendedores».
Al mismo tiempo, el gobierno en estos dos años ha dado señales muy claras de sus prioridades y su concepción del sistema educativo. Hubo desfinanciamiento, se vaciaron los programas centrales del Ministerio de Educación, se anuló la paritaria nacional descentralizando la negociación provincia por provincia, se propiciaron acuerdos con grandes empresas (como el acuerdo con Microsoft para Conectar Igualdad). Estas medidas fueron motor de crecientes protestas de las comunidades educativas que sufrieron el escarnio público y persecución judicial acompañada de represión lisa y llana en las calles.
Los conflictos que encierra la negociación paritaria son variados y se dan en distintos niveles. En un plano más general, un modelo de acumulación que debe asegurar el disciplinamiento de los y las trabajadoras. En el plano educativo, un debate acerca del sentido de la educación. Formar para el examen o trabajadores productivos y dóciles es una opción. Es una definición política y pedagógica. No es la única opción, y es resistida por muchos de los y las trabajadoras de la educación que defienden otros modelos pedagógicos.
Al modelo político educativo de Cambiemos se le opone otro proyecto pedagógico que defiende la idea de formar personas con soberanía cognitiva, que desplieguen todos los aspectos de su personalidad, que potencien su libertad interior y capacidad de expresión, que puedan apropiarse de valores, un modelo que contribuya a un proyecto colectivo igualitario y diverso, que construya ciudadanos-gobernantes de democracias protagónicas y participativas.
Una educación reproductora y enajenante se confronta con un proyecto democrático y emancipador, a veces de modo abierto, otros latente. En el medio existen tendencias de la educación pública tradicional que implicó tanto elementos democratizadores (estado docente, educación como derecho, aire para experiencias libertarias e innovadoras) como elementos que expresaron relaciones y procesos de injusticia pedagógica (el autoritarismo, el teoricismo, la selectividad del sistema, etcétera).
Los docentes requieren salarios que aseguren una vida digna. Sus condiciones de trabajo son prerrequisito para lograr una buena educación. Pero no cualquier educación, definición compleja si la hay. Se trata de saber si formamos personas libres para un proyecto colectivo democrático e igualitario o ciudadanos conformistas y productores dóciles.