16 de January de 2025
El ciclo que el crítico y escritor dedicó al autor de Ficciones y El Aleph en la TV Pública ahora tiene su versión en formato libro: una memorable lección de literatura.
Hito. Borges por Piglia recupera la esencia de las clases emitidas por la TV Pública en 2013.
El ciclo Borges por Piglia, aquellas cuatro clases abiertas transmitidas por la TV Pública en 2013, fueron un suceso nada usual para la televisión argentina. Pocas veces una emisión ligada con la literatura convocó tanta audiencia, sin contar las numerosas reproducciones que luego tuvo en YouTube. La presencia de público en vivo, con quien Ricardo Piglia dialogaba sobre el final de cada trasmisión (el formato había sido experimentado el año anterior con el ciclo Escenas de la novela argentina) le daba un aura, una vitalidad de la que se habían alimentado hasta el exceso los programas tribuneros sobre fútbol.
Quizás ese hito, el éxito de aquellas clases abiertas, se debiera a la condición de frontman de Piglia. Por la carencia de solemnidad; por su reconocida capacidad analítica y su experiencia como conferencista y profesor universitario, tanto en nuestro país como en los Estados Unidos; pero sobre todo por los procedimientos que utilizaba: la forma tan particular con que gesticulaba, la erudición y el magnetismo para la narración oral, cierto aire de intimidad, la espontaneidad –aunque tuviera un guion desde el cual partía– y las justas dosis de humor para desacartonar el tema que fuese.
Borgeano desde sus inicios, principalmente en la construcción de una obra que supo imbricar ficción, ensayo, intertextualidad y ruptura de géneros, a Piglia no le tembló la mano a la hora de desafiar al Tótem Sagrado. Por ejemplo, al criticarle, durante una entrevista, el final de «La forma de la espada». Tal como cuenta el mismo Piglia en uno de los diálogos con el auditorio, el maestro –siempre sutil, siempre genial– le respondió: «Ah, ¿usted también escribe cuentos?».
Todas esas condiciones, podríamos arriesgar, Piglia las había asimilado del mismo Borges, y en esta serie de charlas son notorias. «Es la primera vez, desde la gauchesca», dijo en la segunda clase, «que un narrador utiliza el lenguaje oral», refiriéndose a «Hombre de la esquina rosada». Ahí ya comenzaban a notarse las marcas de la saga.
Condiciones que, podría decirse, funcionan en espejo. Era una oralidad que no se reflejaba solamente en su producción literaria, sino también en la dialéctica cotidiana, plagada de ingenio. En la cuarta clase Piglia cuenta que, a mitad de los 80, Vargas Llosa visitó el modesto departamento en el que vivía Borges. Llegó a criticarle que hubiese goteras, tras lo cual el dueño de casa lo invitó a irse y, al día siguiente, refirió que lo había visitado «un peruano que debe trabajar en una inmobiliaria, porque quería que yo me mudara».
Leer al revés
Aquel memorable ciclo tiene ahora una nueva etapa, gracias al libro recientemente editado por Eterna Cadencia. Según escribe Daniela Portas en la nota introductoria, en Borges por Piglia se intentó «mantener el tono de las clases, no disimular o disminuir las marcas de ese contexto original de enunciación». O sea, la dinámica de un curso universitario llevado a la televisión abierta y luego traído al papel.
Dividido en cuatro partes con sus títulos respectivos («Qué es un buen escritor», «La memoria», «La biblioteca» y «Política y literatura»), mantiene la misma estructura que el volumen Escenas de la novela argentina: a la exposición le sigue un diálogo con autores invitados (María Pía López, Marcos Herrera, Germán Maggiori, Luis Sagasti, Horacio González, entre otros) y cierra con el breve diálogo con el público.
No es menor la magnitud de los anexos, elaborados con material de los papers originales que forman parte de los archivos de la Universidad de Princeton, donde Piglia dio clases. Hay un epílogo del editor, profesor y director de cine Edgardo Dieleke, quien asistió a su cátedra en aquella casa de estudios; una entrevista inédita de Piglia a Borges, hecha junto a Mario Szichman; los guiones originales de los cuatro programas emitidos por la TV Pública; y los programas de los seminarios dictados en las universidades de Buenos Aires y Princeton.
Hubo, entonces, en ese Borges por Piglia, básicamente, la multiplicidad de universos borgeanos, incatalogable, como podría serlo cualquiera de sus ficciones, y la riqueza de las interpretaciones piglianas, un modo de «leer al revés», como él mismo decía. Por ejemplo, aquellos procedimientos literarios hasta entonces poco explorados –la noción especulativa, la literatura conceptual–, la cualidad de la ficción de ingresar en la realidad, tal cual se plantea en «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius» y «Pierre Menard, autor del Quijote». «¿Cómo escribir si todo está escrito?», se pregunta el conferencista, y se responde: «Lo único que se puede hacer es copiar, y ese es el gran ejercicio borgeano».
El escritor y crítico también examina cuestiones centrales de la creación borgeana relacionadas con lo que él mismo dio en llamar «los dos linajes», la edificación de dos tradiciones propias: la memoria y lo heroico, la gloria y las hazañas de sus mayores como herencia materna, y la biblioteca y la cultura a través de su padre. Sin dejar de lado, claro, los conceptos de totalidad y memoria absoluta, la identidad y sus duplicaciones, lo semejante por sobre la diferencia, la relación entre caos y orden, sus lecturas microscópicas, que atraviesan una obra que es menos un corpus que «conjuntos de textos en un volumen».
En estas clases la capacidad analítica del profesor va más allá del objeto de estudio enunciado: ahí entran Macedonio Fernández, David Viñas, Walsh, Onetti, Kafka, Godard, Foucault, el psicoanálisis, Eliseo Verón y Philip Dick, todo matizado con un humor finísimo. En resumen, Piglia dice algo en el segundo encuentro que puede recuperarse al terminar de leer este tomo recién editado por Eterna Cadencia: «Una pregunta que nos va a acompañar en estas clases es cómo un escritor construye su ficción de origen». Piglia, con maestría, la deconstruye.