Sin perspectivas de repunte, la actividad se encuentra en crisis. Aumento en los costos, menor demanda, caída de la rentabilidad y menor afluencia de turistas explican el cierre de restaurantes en todo el país. Arribo de cadenas de fast food.
29 de marzo de 2017
Buenos Aires. En la Ciudad cerraron 600 establecimientos en el último año. (Télam)
La inflación y una elevada dispersión de precios por zonas y por provincias afectaron el consumo tanto en los hogares como fuera de ellos. Los alimentos son los que más reflejan ambas situaciones frente a la caída del poder adquisitivo de las familias. Con un impacto más silencioso que en otras actividades, la gastronomía argentina enfrenta su peor momento en más de una década. En tan solo un año, en la Ciudad de Buenos Aires, principal polo gastronómico, cerraron en total 600 restaurantes. En el Interior del país la situación se replica con igual dramatismo y se le suma el efecto de una política que descuida el turismo como actividad económica. La reducción de vuelos y frecuencias a distintas provincias es otro de los factores que impacta en el sector, en conjunto con el hotelero. Para este año las estimaciones no anticipan una mejora para los principales centros turísticos, ya que habrá que sumar el impacto negativo de la eliminación de los feriados puente.
Obstáculos
La retracción del consumo comenzó en las mesas sin ocupar de los restaurantes, que se vio disminuida desde el primer momento. La rentabilidad bajó en los últimos años del 15% al 2%, debido al incremento en el precio de insumos, la caída de las ventas, las subas en alquileres y servicios, de acuerdo con datos de la Cámara de Restaurantes de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (AHRCC). A esto se suma la aplicación del programa de Precios Transparentes, que lejos de conseguir una mejora en los costos a través de la reforma en el mecanismo de pago con cuotas o en efectivo se convirtió en un nuevo obstáculo para los establecimientos.
Por las características del negocio, la gastronomía es una actividad eminentemente pyme, con excepción de unas pocas cadenas internacionales. Respecto a este último punto, los restaurantes y bodegones tradicionales argentinos alertan sobre el arribo de los denominados fast food, que parecen convertirse en el modelo de negocio que más convence al gobierno nacional, principalmente por su impacto flexibilizador en el mercado laboral. También alertan sobre los «restaurantes a puertas cerradas», viviendas que funcionan como establecimientos exclusivos.
En el ámbito porteño en los últimos doce meses cerraron 600 establecimientos, que dejaron a cerca de 6.000 trabajadores en la calle, y muestra una media de 50 comercios cerrados por mes. No solo se trata de negocios con escasa historia en la Ciudad de Buenos Aires, sino también establecimientos tradicionales y emblemáticos que cerraron o vendieron sus fondos de comercio a grandes cadenas.
Por otro lado, en el sector gastronómico de centros turísticos hace tiempo que reclaman medidas –junto con agencias de turismo y hoteleros– para poder subsistir, pero no hay respuesta y las perspectivas empeoran. El presidente de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Bares, Confiterías y Afines de Tandil, provincia de Buenos Aires, Luis Cerone, afirmó que la eliminación de los feriados puente va a impactar en el sector. «Vas al sur, ya sea a Bariloche, Villa La Angostura, San Martín de los Andes, en pleno invierno, y no hay dónde ir a comer porque la mayoría de los locales están cerrados», señaló el directivo de la entidad. En Comodoro Rivadavia, en el sur argentino, el ministro de Ambiente y Desarrollo Sustentable, Ignacio Agulleiro, recibió una carta del Concejo Deliberante y de la Asociación Hotelera y Gastronómica de la ciudad donde se le solicitaba un plan alternativo para la crisis de infraestructura que afecta al rubro gastronómico, ya golpeado por la merma de la ocupación hotelera que ronda hoy el 41%, mientras en años anteriores alcanzaba el 55%.