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El agente no tan secreto

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Desde la muerte del fiscal Alberto Nisman, el ex espía más temido por políticos, empresarios y jueces en la Argentina, con más de 40 años de trayectoria en tareas de inteligencia, abandonó las sombras y participó de entrevistas periodísticas y acusaciones mediáticas.


En foco. El ex hombre fuerte de la Si dialogó con periodistas en un bar porteño. (Gentileza La Nación)

Por décadas fue un desconocido para la opinión pública, solo mencionado, con los debidos recaudos, en los ámbitos del poder real, donde se movía como un arma de doble filo: unas veces, aliado; otras, enemigo tenaz. Empleaba distintos alias y de su apariencia se sabían detalles sueltos: que cultivaba un perfil bajo, le gustaba usar gorras y tenía el párpado derecho caído. ¿Su talento? Manejar como nadie los recursos y los difusos códigos de los servicios de inteligencia. En ese mundo subterráneo, de dinero reservado y reglas propias, donde el Estado entierra sus secretos, él había hecho carrera a fuerza de capacidad, ambición y sangre fría. Hasta hace poco, ese era Antonio Horacio «Jaime» Stiuso, un personaje en las sombras que él mismo ayudó a construir. Pero ya no. Forzado por las circunstancias, con la muerte del fiscal Alberto Nisman como punto de inflexión, el espía más temido por políticos, empresarios y jueces decidió que lo mejor era dejar el anonimato y hoy su nombre frecuenta los grandes medios de comunicación. Su fotografía –actualizada y en colores– aparece sin sobresaltos en las páginas de los diarios y hasta puede brindar una entrevista «casual» mientras toma café en un bar.
Gracias a esa habilidad con que logró sobrevivir a distintos gobiernos, derrotar competidores y extender su influencia, Stiuso entendió rápido la paradoja del momento: sus tiempos de espía estaban acabados y la mejor cobertura pasaba a ser la exposición. Así fue como el «fantasma» un día se hizo mediático.

Cambio de perfil
En rigor, la identidad clasificada de quien fue director de Operaciones del mayor organismo de espionaje había quedado obsoleta desde que decidió romper la lealtad vertical y enfrentarse al gobierno de Cristina Fernández. Lo hizo con todos sus recursos, incluida la labor del fiscal de la causa AMIA. La denuncia contra la expresidenta por supuesto encubrimiento se basó en la hipótesis y los elementos suministrados por Stiuso, y el día en que Nisman apareció muerto, «Jaime» quedó marcado.
Un trance similar había vivido en 2004, cuando el titular de la cartera de Justicia, Gustavo Beliz, reveló su nombre y su rostro en el programa Hora Clave, de Mariano Grondona, acusándolo de manejar la entonces SIDE (hoy SI) a su antojo. El episodio terminó con la salida de Beliz, quien se radicó en los Estados Unidos.
Pero el caso Nisman era muy distinto. Fue Stiuso el que salió del país y solo volvió con Mauricio Macri en la Casa Rosada. De regreso, lentamente, comenzó a experimentar con una novedad: mostrarse. Atacar de frente.
De todos modos, la primera entrevista ya la había dado en diciembre de 2014, pocas semanas antes de ser desplazado de la SI. En una charla con la revista Noticias, Stiuso dijo estar bajo amenaza, negó ser operador en los tribunales federales y hasta sostuvo que no «pinchaba» teléfonos. Podría no haber dicho nada y de igual manera hubiese dicho todo: era un espía dando un reportaje.
Pasó más de un año hasta la siguiente aparición. Fue en julio de 2016, en La Nación, en una llamativa conversación casual, mientras tomaba café con leche en un bar de Belgrano. Se despachó a gusto y acusó al kirchnerismo de estar detrás de la muerte de Nisman. La misma prensa que por años lo mostró como «bestia negra», ahora le daba crédito, amplificando sus palabras.
Ingeniero en electrónica, divorciado y en pareja, con 63 años y tres hijas, después de toda una vida en la SI –había ingresado en 1972, con Lanusse– Stiuso estaba listo para dejar las catacumbas del Estado y actuar a cara lavada.
 

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