Humor

Por las callecitas…

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Santiago Varela
Ilustración: Pablo Blasberg

Salgo de mi casa, esquivo un contenedor desbordante de basura y me encuentro con mi vecino, Pepe Séptimo B que venía gritando:
–Está loco, loco, totalmente loco, loco.

–Pará loco –le dije–. El loco sos vos que andás por la calle gritando estás cosas. Es el presidente, no te olvides, un poco más de respeto.
–¿Presidente? ¿Qué tiene que ver ese con lo que yo digo? Lo que está loco es el clima, el tiempo, está totalmente loco –contestó y comenzó con su discurso–. En un lado hay una sequía que los pescados levantan polvareda y en otros se inunda que hasta a las vacas les salen escamas. Además todo es de improviso, de golpe –continuó–. Anuncian buen tiempo y al rato caen piedras que si te agarran te desnucan o anuncian lluvia y sale un sol que te achicharra los sesos. Las ciudades no están hechas para soportar 40 grados a la sombra.

–Eso es cierto –logré decir.

–El sol calienta los edificios y las paredes irradian calor, así funcionan los hornos. Pero adentro no hay una pizza, adentro estamos nosotros.

–Me imagino, con muzzarella encima y una aceituna en el bocho.
–No jodas, es en serio.

–Ya sé que es en serio, hoy nieva, mañana se incendia todo. Es el calentamiento global, hace años que lo vienen diciendo.

–Y años que lo vienen negando. Miralo a Trump, si te escucha te manda los marines.

–Negar lo que no te conviene es más viejo que el ronquido –dije–, y aquí tenemos unos cuantos ejemplos –concluí, saludé a Séptimo B y seguí con lo mío.

Hice unas cuadras y me encuentro con mi viejo amigo el filósofo Pepe Empédocles.

–Pepe, dichosos los ojos que te ven.

–En realidad Dolape, vos creés que me ven, porque tus ojos mandan una señal a tu cerebro, pero se trata de un algoritmo que no necesariamente muestra la realidad. O sea –continuó–, vos creés que yo estoy aquí, pero en verdad puedo no estar. ¿Me explico?

–No, la verdad es que no te explicás un corno –contesté–. Si yo te veo ahí es porque estás ahí. ¡No jodamos!

–Estoy o… alguien quiere que creas que estoy. Te doy otro ejemplo. El algoritmo quiere que creas que está todo fenómeno, que nunca estuvimos mejor que ahora, que si te quejás es de vicio. Pero si consultás con otro algoritmo, por ejemplo el algoritmo de la verdulería o de la carnicería, vas a ver una realidad distinta –y pontificó–. Fijate lo que te digo: la realidad no siempre es real.
Como este me estaba complicando la vida más de lo que ya la tengo, le regalé las obras completas de Sócrates, que me había regalado Menem, y me las tomé. Eso sí, por la vereda de la sombra.

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